El cierre del diario argentino "La Prensa"


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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El cierre de "La Prensa"

Durante los años en que el peronismo estuvo vigente, con Perón y Eva en el poder, los medios de comunicación fueron poco a poco poniéndose de parte del gobierno, de manera voluntaria y/o de manera forzada. Pero hubo un diario llamado "La Prensa" cuyo cierre es el que más polémica levantó en su momento. Vamos a transcribir en esta página este fragmento de la historia del peronismo, tal como lo cuenta John Barnes en su libro "Evita. La biografía" y después en otra página que seguirá a ésta, podremos leer la opinión sobre el mismo tema, explicada por Juan Domingo Perón, en su autobiografía.

Evita había logrado cerrar más de cien periódicos y revistas hacia finales de 1951, como consecuencia de sus contactos seleccionados personalmente y designados como funcionarios del Ministerio de Información. La mayor parte de esas publicaciones habían encontrado una muerte "legal". Algunos se vieron en la obligación de cerrar sus puertas porque no habían cumplido la ordenanza gubernamental de poner en lo alto de cada página: "1950, año del Libertador General San Martín". Otros criticaban a Eva y a Juan Domingo Perón (como el caso del pequeño diario El Intransigente, publicado en la ciudad de Salta, al noroeste del país, y que siempre que nombraba al presidente se refería a Perón como "el coronel nazi"), y fueron hundidos por una maniobra del gobierno llevada a cabo con el papel que se utiliza para la confección de los periódicos- El gobierno controlaba los suministros del indispensable material, y simplemente dejó de abastecerles. Pero había también otros medios "legales". Por ejemplo, el influyente matutino Los Principios, periódico de corte católico de la ciudad de Córdoba, fue cerrado porque la pintura de sus paredes no se encontraba lo suficientemente remozada y porque había algunos cristales rotos en sus ventanas. También existieron algunos casos cuyas razones eran un tanto más personales. El semanario informativo Qué publicó en su artículo principal una entrevista con Libertad Lamarque, aquella actriz que una vez le dio una bofetada a Evita. Libertad Lamarque había huido a Méjico cuando Juan y Eva Perón habían tomado el poder en Argentina, y sus películas fueron totalmente prohibidas en su propio país; por tanto, era un tanto provocativo que la revista Qué publicara la foto de Libertad en su portada. Los impresores de la revista se negaron a permitirle el paso a los distribuidores para que pudieran coger y entregar ese número. Fue el último número de la revista Qué.

Pero el incidente del semanario Qué fue sólo algo menor comparado con el furioso ataque que Juan y Eva Perón lanzaron contra el periódico de mayor importancia y más grande del País: La Prensa, de Buenos Aires. Desde su enorme edificio de granito sobre la Avenida de Mayo, La Prensa había sido siempre una gran espina para los gobiernos dictatoriales de Argentina, y lo había sido desde la publicación de su primer número en 1869. Perón, por supuesto, tenía una opinión muy diferente sobre el asunto: "Durante cien años, La Prensa ha pontificado con una interminable retahíla de mentiras e imbecilidades", rugió Perón. Los primeros dardos de aquella batalla fueron disparados en el año 1944, cuando Perón, que entonces era ministro de la guerra, cerró el periódico durante cinco días por "... distorsionar la verdad y conducir al público a una opinión equivocada". Un año después de aquel primer ataque , Perón encarceló temporalmente al editor responsable y dueño de La Prensa, el doctor Alberto Gaínza Paz, y lo hizo junto con el doctor Luis Mitre, el anciano dueño de La Nación, otro de los periódicos de la oposición más importantes.

Después de aquello, La Nación hizo lo posible por ceñirse a una línea de publicaciones más cautas y menos agresivas. Pero no fue ésta la actitud de La Prensa. Consecuentemente, nueve meses después de que Perón asumiera la presidencia de la nación, públicamente soliviantó a las masas peronistas contra el periódico. Desde el balcón de la Casa Rosada gritó que tenía cuatro grandes enemigos: la oligarquía, los políticos de la oposición, los comunistas y La Prensa. En lo concerniente a Evita, coincidía en dos de aquellos enemigos enunciados por Perón: la oligarquía y . Al decir esto, la esposa del presidente no estaba muy lejos de la verdad, puesto que la política editorial de la acaudalada familia Paz y los propios intereses de la aristocracia terrateniente generalmente coincidían cuando se trataba de definir los intereses nacionales. Desde luego, el periódico nunca había realizado una campaña que pusiera de manifiesto y criticara el sistema feudal padecido por los peones campesinos del país, ni había demostrado contrariedad ante los extremadamente bajos salarios de los trabajadores de la ciudad. Ante los ojos de Evita, aquello sólo era más que suficiente para intentar acabar con . Pero, además, había un asunto de animosidad personal que de alguna manera Evita quería poner en claro. La familia Paz, como tantas otras buenas familias en Argentina, simplemente no podía soportar el pensamiento de tener a aquella mujer como primera dama de la nación. El nombre de Eva fue borrado de las columnas de noticias, y siempre que se referían a ella la nombraban como la esposa del presidente ; además, sin tener en cuenta cuán distinguidos podían ser sus invitados en la residencia presidencial, sus cenas y sus fiestas jamás fueron comentadas en las notas de sociedad del periódico. Su orgullo se encontraba sumamente ultrajado, y aquella fue, sin duda, una de las razones de peso para terminar por hostigar a .

Evita hizo un llamamiento "patriótico" para que se estableciera un boicot contra el periódico. Su Ministerio de Información cubrió la ciudad con carteles con la siguiente leyenda: ", contra el país", y las radios estatales atacaron verbalmente al enjuiciado periódico tres veces al día durante veintiocho consecutivos. Pero para gran tormento de Evita , tuvo que darse cuenta que por más que ella atacara reiteradamente a , su circulación parecía ir en aumento. Entonces se embarcó en medidas muchos más rotundas. El periódico fue informado de que los coches de los posibles anunciantes bloqueaban la circulación. Dos de las calderas de las plantas de fotograbado fueron confiscadas, y el periódico se vio forzado a reemplazarlas y a cerrar mientras las reponían. Se le exigió un nuevo impuesto aduanero con efectos retroactivos de doce años sobre todas las compras de papel de prensa que el periódico realizara en el extranjero. Aduciendo que existía escasez de este tipo de papel en el ámbito nacional, el gobierno confiscó miles de toneladas que ya se encontraban en los almacenes de . Por la misma razón ordenó una rotunda disminución en el número de páginas que el periódico diariamente publicaba: primero lo redujo a dieciséis, y luego a doce. Policías federales armados registraron la redacción del periódico después de que éste publicara una historia sobre la tortura de un prisionero político. Perón entonces entabló demanda judicial por difamación. Evita decretó restricciones en los anuncios clasificados que el periódico publicaba a diario y que constituían la verdadera posibilidad de subsistencia económica del mismo. Los anuncios de torres y pisos sólo podían ser publicados en ciertos días, y en otros sólo podían ocupar aquel espacio las demandas y las ofertas de empleo. Los anuncios del gobierno en relación a sus puestos de trabajo debían publicarse gratuitamente. Y para más intimidaciones de , aquellas personas que querían insertar publicidad en este periódico debían proveerse de un permiso gubernamental , lo cual significaba que sus nombres serían fichados en los archivos de la Policía como antiperonistas. Pero Gaínza Paz todavía se negaba a terminar con sus ataques contra el gobierno, y la circulación de continuaba aumentando desmesuradamente; de una circulación de doscientos cincuenta mil ejemplares antes de declararse la guerra, pasó a tener más de medio millón de ejemplares repartidos diariamente. Cuando Evita cortó nuevamente el abastecimiento de papel de prensa, los porteños se pasaban los pocos ejemplares que seguían saliendo cada día de mano en mano.

Finalmente, se puede decir que gracias a la empecinada guerra declarada por Evita contra , a pesar de todas sus faltas, el periódico pasó a constituirse en un símbolo de imbatible libertad, un verdadero punto de apoyo para los enemigos del gobierno. Y por eso mismo tenía que morir.

El golpe final fue asestado a durante el transcurso de una huelga de ferrocarriles declarada a principios de 1951, la cual constituyó el segundo grave conflicto del gobierno con lkos sindicatos en dos años. Evita había logrado terminar con aquella primera huelga importante de periódicos trayendo impresores de provincias, y por cierto muchos de los huelguistas perdieron sus puestos de trabajo. Pero los trabajadores de los ferrocarriles eran un hueso más duro de roer. Desafiando las órdenes de la C.G.T., ciento ochenta mil trabajadores de la red ferroviaria argentina se lanzaron a una serie de huelgas que amenazaban con echar a perder la economía del país.

Evita entonces decidió hablar personalmente y rogó a los trabajadores que la escucharan. Orlando Martínez, un trabajador ferroviario ya retirado, recuerda que Evita se subió a una pequeña vagoneta manual con él y accionó el mecanismo del vehículo con todo su esfuerzo durante los ocho kilómetros que les separaban de la ciudad de Buenos Aires hasta donde estaban reunidos los trabajadores ferroviarios. Una vez allí, convenció a los obreros para que abandonaran la huelga. Martínez lo recuerda con estas palabras:

"Cuando llegamos al lugar de la concentración de ferroviarios, Evita sudaba copiosamente y se puso en pie para decir a los trabajadores que Perón la había enviado para pedirles que volvieran a sus respectivos trabajos. Todos la vitorearon calurosamente, y aquello fue el fin de la huelga. Los dos o tres bolcheviques que había en el lugar se quedaron atrás, solos".

Este es el tipo de recuerdos que los peronistas tienen en relación a aquellos días. Pero en realidad las cosas no fueron exactamente así. La huelga no acabó en ese lugar y en ese preciso momento. Pero los trenes comenzaron a circular, y en las grandes paredes de las casas situadas en las casa más pobres de Buenos Aires, normalmente territorio sólidamente peronista, se comenzaron a garrapatear inscripciones que ominosamente proclamaban: "¡Viva Perón, viudo!" El periódico de Evita, con toda su cólera, culpó de la huelga a los comunistas. Pero los huelguistas en los grupos de piquetes gritaban: "No somos comunistas, somos peronistas hambrientos".

Aquello era verdad, pero el diario también descubrió que la huelga había sido provocada por un serio conflicto entre los seguidores de Evita, por un lado, y su propio marido, por el otro. Eran noticias peligrosas. Pero el periódico decidió seguir adelante con su política y publicarlas. Sin embargo, aquel número del periódico , del 26 de enero de 1951, nunca llegó a la calle. Actuando bajo precisas instrucciones de Evita, la nueva Central sindical de vendedores de periódicos y revistas, afiliada a la C.G.T:, asesto el ultimo golpe aquella misma noche. Los vendedores, que no eran empleados de Gaínza Paz, sino comerciantes independientes, presentaron al duelo del periódico unas demandas absolutamente imposibles de cumplir: el 20 por 100 de los beneficios de los anuncios clasificados del periódico, la abolición de las suscripciones domiciliarias, y por tanto la entrega del total de los ejemplares tirados cada día a los vendedores. Aquello, por supuesto, hubiera puesto a firmemente bajo el control de Evita. Pero el editor se negó a rendirse ante ella y claudicar. Tampoco quisieron hacerlo sus empleados, a pesar de que la mayoría de ellos eran miembros del sindicato. Mil trescientos trabajadores del periódico (editores, periodistas, impresores, obreros de mantenimiento, conductores y empleados administrativos) publicaron una declaración diciendo que no estaban en querella con su amo y que deseaban volver a trabajar: "... Esta adhesión al periódico está fundamentalmente determinada por los ideales de libertad y de democracia que inspiraron la orientación de ... Nosotros no tenemos ningún tipo de conflicto con el periódico".

Hacia finales de febrero, los trabajadores del periódico se dieron cuenta de que Evita no permitiría que la huelga llegara a su fin. Por tanto, intentaron reanudar su trabajo y atravesar la línea de piquetes que la C.G.T. había montado. Los miembros del piquete de huelgas abrieron fuego contra los manifestantes, mataron a un impresor e hirieron a otros catorce empleados de . Dos meses después, el Congreso expropió el periódico y se lo entregó a la C.G.T: Un letrero luminoso apareció entonces encima de la entrada principal proclamando: "¡Ahora es Argentina!" Encima del edificio, la famosa antorcha de la libertad de fue tapada por gigantescos carteles con sendos retratos del presidente Perón y de su esposa, Evita. Desde el balcón de la Casa Rosada, Perón anunciaba a las muchedumbres que se reunían abajo, en la plaza: "Este periódico, que durante tantos años explotó a los trabajadores y a los pobres, que fue un refinado instrumento de servicio para los explotadores nacionales e internacionales, traicionando a nuestro país de la forma más grosera... Este periódico deberá resarcirse de sus crímenes sirviendo a los intereses de los trabajadores y defendiendo sus ganancias y sus derechos.

El "archicriminal" Alberto Gaínza Paz pudo huir atravesando el río hacia Uruguay, y lo hizo con la Policía Federal pisándole los talones. Todos los periódicos de las Estados Unidos, de Canadá y de Latinoamérica (excepto Argentina) izaron sus banderas a media asta en señal de duelo por . Evita, con la oposición totalmente amordazada pudo por fin poner en marcha sus planes para convertirse en la vicepresidente de Argentina.

Aquí puedes leer la opinión de Perón en este tema, tal como la dejó grabada en sus cintas autobiográficas.



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