En el conjunto de imágenes que tomaron parte del culto de “Evita”, aquellas producidas dentro del terreno del arte estuvieron atravesadas por diversos conflictos. Aproximadamente en 1950, Numa Ayrinhac realiza un retrato de Eva que fue utilizado en la tapa de La razón de mi vida, publicado por editorial Peuser en septiembre de 1951. Esta imagen de Eva, en la que aparecía sonriente y cargada de optimismo, liderando con su figura un paisaje que se extendía entre la pampa y la cordillera, transmitía una versión muy diferente de aquella que diariamente conocía la población que seguía el progresivo deterioro de la salud de quien pronto sería declarada “Jefa Espiritual de la Nación”. Esta representación de Eva Perón se desparramó por el mundo acompañando las traducciones de su libro -al italiano, al inglés, al francés, al japonés, al Braille-, los sellos postales adheridos a miles de cartas y también, casi inmediatamente, se incorporó a los actos políticos previos a las elecciones del 11 de noviembre de 1951, en los que el pueblo la llevó como estandarte.
Es en este momento, central en el proceso de ‘‘canonización’’ de su imagen cuando Ignacio Pirovano, director entonces del Museo Nacional de Arte Decorativo, propone que Sesostris Vitullo realice un monumento de Eva Perón. El escultor, que desde 1925 residía en París, y para quien Pirovano había logrado una exposición retrospectiva en el Museo Nacional de Arte Moderno de esta misma ciudad, parecía ser el artista perfecto para cincelar la imagen de quien se estaba elevando al estado de “santa”. Pero Vitullo no era un retratista. Su propuesta estética pretendía sacar a sus temas del terreno de lo descriptivo y este programa no era, obviamente, el más apropiado para atrapar miméticamente los rasgos y los gestos de Eva. Después de pedirle información a Pirovano sobre ella, de quien necesitaba conocer algo más, le escribe: “He comprendido todo. Eva Perón ARQUETIPO SíMBOLO. Libertadora de las razas oprimidas de América. La veo como un mascarón de proa rodeada de laureles”. Pero ese rostro poco personalizado, que parecía representar más a una amazona sumergida en una mata de vegetación que a la popularizada imagen de “Evita”, no pudo ser aceptado por las miradas oficiales. Antes de exponerla en la retrospectiva, Vitullo la lleva a la embajada argentina en París que, junto con la Dirección de Asuntos Culturales de Relaciones Exteriores de Francia, auspiciaba su exposición y de aquí fue retirada antes de exponerse en la retrospectiva.
Que el arte abstracto se mostrara en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires no implicaba que el rostro de Eva pudiese ser sometido a un tratamiento abstractizante. La imagen realizada por Vitullo molestaba por lo distante que estaba de su modelo; tal era esta distancia que sólo el titulo y la inscripción grabada en una de sus caras permitían identificarla: “Yo seguiré para mi pueblo y para Perón desde la tierra o el cielo. Evita”. éstas son las marcas que en un acto cuyos autores no se conocen, fueron eliminadas de la piedra. Sumida en el anonimato, la escultura de Eva desapareció transitoriamente de la escena pero no logró, nunca, diluir a su autor. Un extraño intercambio existió entre ambos, ya que sólo en los noventa, debido a la avalancha comercial que se apoderó de la figura de Eva Perón, ambos lograron reinscribir su propipinombre en el bloque de piedra: Eva al rebautizarlo y Vitullo al lograr, por la fuerza de su nombre, una retrospectiva que lo reinstaló en el espacio artístico argentino en 1997. Mientras el retrato de Eva pintado por Ayrinhac cayó en la redada que destruyó sus imágenes durante la Revolución Libertadora, sus reproducciones se apropiaron de la memoria de su rostro a tal punto, que aún hoy forma parte del repertorio central que se utiliza para su representación.
Texto e imagen del libro NUEVA HISTORIA ARGENTINA. ARTE SOCIEDAD Y POLITICA. VOLUMEN II. Editorial Sudamericana. Buenos Aires, 1999
Introducción
Eva Duarte 1919-1943
Eva Perón 1944-1947
Evita 1947-1952
Cronología básica
Eva Duarte de Perón
Retrato de Eva Perón
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