Se han escrito muchas teorías sobre las motivaciones de Evita para ir a Europa. Quienes la critican alegan que era algo que tenía que hacer para emular a las oligarcas que siempre hacían su viaje europeo. Sin embargo, podemos leer una justificación más seria, en las palabras de Ernesto Frers en su novela "EVITA. La fascinante historia de Eva Perón"
En menos de un año de gobierno, Perón había llevado adelante con firmeza sus promesas electorales. Su proyecto aglutinaba a las masas obreras junto a una creciente clase media, enfrentándose a los amos tradicionales del país: la aristocracia gabadera y sus socios ingleses y norteamericanos. La doctrina "justicialista" del nuevo gobierno levantaba tres banderas esenciales: justicia social, independencia económica y soberanía política. En síntesis estas consignas apuntaban a propiciar un crecimiento autónomo del país, basado en el desarrollo industrial y en la expansión del mercado interno, merced al mayor poder adquisitivo de los trabajadores. Y si bien no llegaría a transformar en profundidad la estructura productiva, asestó duros golpes a la oligarquía estanciera al establecer el control estatal del comercio esterior y del crédito. De esta forma, buena parte de los inmensos beneficios del campo pasaron a sostener la naciente industria y a financiar la recuperación de los sectores básicos y servicios que estavan en manos de los ingleses. El audaz ministro de economía, Miguel Miranda, dictó un aumento del 200 por cien en el precio de la carne para exportación, y cerraría su entrevista con la delegación comercial británica con esta frase: "O pagan ustedes nuestros precios, o no comen carne".
En el campo internacional, se asistía al rápido deterioro de las relaciones entre Estados Unidos y la Unión Soviética, que dividía al mundo en dos bloques cada vez más antagónicos. Comenzaba ya la "guerra fría", y a Argentian le tocaba obviamente alinearse junto a Estados Unidos, el más feroz adversario del proyecto peronista. Perón anuncia entonces su "tercera posición", que intentaría ser equidistante de ambas superpotencias.
Pero las exportaciones agrícolas de Argentina seguían dependiendo vitalmente de Europa. Una Europa castigada por la guerra, que dependía a su vez de Estados Unidos, dispuestos a comprarla definitivamente con los millones del Plan Marshall. Mientras tanto, cercaba a España con un bloqueo económico que no terminaba de derrocar a Franco pero desposeía al pueblo español.
-España tiene que ser nuestra punta de lanza para entrar en Europa antes de que el Plan Marshall nos deje sin mercados- explicó Miranda, paseando su obesa figura a lo largo del inmenso despacho de la Casa Rosada-. Es necesario romper el bloqueo y llevarles todo el trigo que necesiten, en las condiciones que sean. -Se detuvo y sonrió a Perón, inclinando la cabeza a un lado-. Esa sería una forma de poner en práctica su "tercera posición", general.
Perón asintió, pero su rostro permaneció inescrutable.
-Hay un problema- intervino el canciller Bramuglia-. Ayudar a Franco sería dar la razón a los norteamericanos cuando nos acusan de ser filofascistas.
Miranda se alzó de hombros y giró sobre sí mismo para enfrentar la delgada silueta del ministro.
-Nos seguirán acusando, de todas formas -bufó-. Y con Franco o sin Franco, muchos países verán con simpatía esa operación.
-Estoy de acuerdo -terció Perón-. Lo que están haciendo con España es una canallada. Si madarles trigo es fascismo, que nos llamen fascistas.
Y de paso -sonrió Mirnda-, reafirmamos nuestras ventas en el resto de Europa.
El diputado Efraín Moscoso tosió levemente.
-Usted sólo habla en términos comerciales, Miranda. Comprendo que ése es su trabajo, pero me parece que esta jugada merece aprovecharse también en el plano político. ¿Lee usted la prensa estranjera?
Miranda resopló, desconcertado.
-Lo que me interesa: los datos de las bolsas, el comercio internacional... -Moscoso le miraba con tenue desaprobación-. No tengo demasiado tiempo y, como usted dice, ése es mi trabajo, ¿no?
-Sin duda -acordó Efraín; luego se puso de pie y recorrió con la mirada a los presentes antes de proseguir-. Bramuglia no deja de tener razón cuando se preocupa de la opinión internacional. Para muchos europeos el peronismo es una avalancha de de indios ignorantes. Y usted, general, si me permite, es comparado con cualquier dictador centroamericano, del estilo Somoza o Duvalier...
-Le ruego Efraín... -pidió Perón, molesto.
-Es lo que piensan -reafirmó Moscoso-. La mayoría ni siquiera sabe que usted es presidente porque ganó unas elecciones, y creen que asaltó el poder como un tirano de opereta. Nuestra oligarquía tiene buenas relaciones allá y, por supuesto, también Estados Unidos. Ambos se están ocupando de difundir la peor imagen posible.
-¿A dónde quiere ir a llegar, diputado? -silabeó Miranda.
-A que para redondear la operación, sus barquitos de trigo deben coincidir con una gran gira europea de la figura más impactante y atractiva del movimiento peronista.
-No -denegó Perón-. Eso llevaría mucho tiempo, y yo no puedo moverme del país en estos momentos.
Efraín suspiró y apoyó sus finas y pálidas manos sobre el cristal de la mesa del presidente.
-No me refería a usted, general -aclaró-, sino a su esposa.
Puedes leer aquí otra motivación, la que da John Barnes en su libro "Evita. La biografía"
Introducción
Eva Duarte 1919-1943
Eva Perón 1944-1947
Evita 1947-1952
Cronología básica
Eva Duarte de Perón
Retrato de Eva Perón
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