Visiones / Opiniones sobre Eva Duarte de Perón


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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Eva Duarte de Perón

Por José Guerrero Martín. Para el prólogo del libro del Círculo de Lectores Evita de los Descamisados.

A falta todavía del análisis sereno e imparcial de un buen historiador, del juicio objetivo y justiciero de alguien que haya seguido el proceso inflamatorio de una nación que -en un momento dado- descubre un líder y un ídolo femenino, he aquí una aproximación biográfica a una mujer singular, a un fenómeno social y político que ya ha quedado para siempre en la historia del gran país que es Argentina.

Hablar de Eva Duarte de Perón- "Ella" o "Evita", como sería llamada por las masas empobrecidas o desheredadas- es penetrar inevitablemente en la política argentina. Porque aquel ser nacido de la nada y llegado a lo más alto, lo fue todo: pieza maestra, clave y decisión. Quien intente entender o explicar el Peronismo vaciando de él a Evita, se encontrará con un inmenso hueco imposible de rellenar o esclarecer. Los aciertos, los fallos, la misma trascendencia hacia el futuro arrancan de -o tienen que ver con- la actividad de esa mujer casi increíble; sirvan los datos contenidos en este libro como contribución al gran fondo necesario para poder comprender la significación y el alcance de una figura sencilla y compleja a la vez, consecuente y contradictoria, dulce e irascible, bondadosa y dura... Y muchas cosas más. Una mujer que levantó amores, devociones y odio. Que lo logró todo en Argentina, un país latinoamericano donde el sitio de la mujer era, por tradición, el hogar. Que fue hermosa, decidida e implacable en su ambición. Que realizó obras admirables y otras que dejaron mucho que desear, Que fue propuesta por sus devotos admiradores para que fuera beatificada, no siendo precisamente una santa. Que luchó incansablemente por sus "descamisados", pero convirtiéndose a costa de los fondos sindicales en una multimillonaria. Que se mostraba muchas veces insultantemente sencilla, aunque satisfizo su gusto por la pompa de una manera verdaderamente faraónica. Que repartía sin cesar limosna y caridad en las "villa-miseria", pero dejando al morir -descubrióse a la caída de Perón- una colección de piedras preciosas digna de una emperatriz y un ropero personal, también engastado en joyas, que incluía 400 vestidos, 600 sombreros, 800 pares de zapatos, más de 100 abrigos de visón y cantidades inmensas de ropa interior de seda, zapatos y bolsos de elevado precio. Que arremetía sin piedad contra los pudientes, "ignorando" que se había hecho lo suficientemente rica como para comprar diversos periódicos y emisoras de radio, que empleaba como portavoces en favor de las doctrinas peronistas...

No debe uno abordar el fenómeno, humano y político, que configura Eva Duarte sin cincunscribirlo a su contexto histórico y social, en el que nace, crece y se desarrolla. En consecuencia, veamos de donde surgió ella y sepamos qué pretendía él, o viceversa. Ella no tenía un poder que la respaldara, pero llegó a poseer al dictador por derecho propio. Porque le ayudo en su ascenso a la cima, porque su portentosa influencia sobre las masas más humildes modeló una fuerza humana que se convirtió en el mejor arma para gobernar, porque supo aprovechar en el momento justo su gran oportunidad histórica...

Apenas terminado el episodio de su primer casamiento -con la achacosa hija de un coronel amigo, la cual pronto le dejaron viudo-, Juan Domingo Perón se consagró a la diplomacia. Cultivando las mismas dotes de observación y las mismas cualidades de funcionario escrupuloso y concienzudo, siguió mostrando la misma aversión de siempre hacia toda violencia y brutalidad. Nombrado agregado militar en Santiago de Chile, donde fue ascendido a coronel, se sintió atraído por las tesis de su amigo Von Mareé -de padre chileno y madre alemana-, fundador del partido nazi chileno "Dux de los Nazitas", cuyos miembros desfilaban marcialmente los domingos con su pantalón azul y su camisa gris, fusta en mano. Y ello porque nazismo, fascismo y franquismo -estamos en 1938- le parecían el ideal para mantener a aquel continente enfebrecido a resguardo de desórdenes, tumultos y anarquía. Enviado a Europa, visitó Albania, Hungría, Alemania, Portugal y España. Y posteriormente, la Francia de Pétain, tras haber asistido a la caída de parís en poder de los nazis. Juan Domingo Perón se sintió más deslumbrado por Mussolini que por Hitler, por un autoritarismo explicado que por un autoritarismo impuesto. Al mismo tiempo que se muestra inclinado por la revolución "nacional y moral" de Vichy, por la acción tenaz del profesor Salazar y por el teatro romano del Duce -que le seduce como nunca-, se va distanciando del estilo escandaloso de los jefes del nazismo, aunque sean los alemanes y no los italianos quienes -bajo el triple signo del antivolchevismo, antisemistisno y antiamericanismo- inspiren en la Argentina la formación del Grupo de Oficiales Unidos (GOU), al que Perón se adhiere enseguida y cuyo objetivo no sería otro que el de poner en práctica en toda América del Sur el nacional-socialismo.

Juan Domingo Perón soñaba con sustituir a los opulentos oligarcas que impusieron en Argentina un estricto conservadurismo desde los días gloriosos de la independencia, proclamada en Tucumán en 1816, por un régimen populista y moral a la manera de Salazar; más bien un fascismo que otra cosa. Y se encuentra con un instrumento valiosísimo en las manos: la cartera de Trabajo y Previsión social, cuya creación propuso inspirado por las ideal mussolinianas. Inmejorable plataforma desde la que aguardó el asalto al poder.

Vayamos en busca del otro personaje, del protagonista del presente libro. Fue María Eva Duarte, el quinto hijo ilegítimo de un granjero alcohólico y de su criada. Su infancia transcurrió en la miseria. Desde el subdesarrolo en que se movía, no alimentó otro sueño que llegar a ser una estrella de cine, como la deslumbrante y patética Jean Harlow, por ejemplo, a la quien procuraba imitar hasta en los más mínimos detalles. Y ese hambre de gloria, de popularidad, de ser "alguien", la precipitó en Buenos Aires. Se sabía bella y con un cierto aire cinematográfico, a pesar de que apenas superaba el metro y medio de estatura *. Se pasaba el día imitando los gestos de Mary Pickford, "la pequeña novia del mundo". Pero la vida no era fácil, ni siquiera en la inmensa y vacilante urbe. Uno tras otro, los estudios la fueron rechazando. Quizá tuviera la culpa su gesto duro, o su mirada agresiva, o su boca crispada, o su arrogante presencia... Vuelve a cambiar de modelo: es ahora Marlène de "El ángel azul" su ídolo. Pero su suerte no mejora. Se ha de conformar con canturrear y tocar la guitarra en diversas salas nocturnas. Una suprema tentativa para conquistar Hollywood termina en un cruel fracaso. En la radio tampoco obtiene el éxito al representar los distintos papeles que le van asignando. Los grandes sueños se vienen abajo y aquella ambiciosa mujer, con anhelos revanchistas, empieza a ser consumida por el rencor y el despecho. Finalmente, logra meter la cabeza en Radio Belgrano. Su director, para desembarazarse de una presencia que se revela demasiado irritante, le confía la crónica social, en una emisión diaria vespertina llamada "Los cinco minutos del pueblo". Ahí está su oportunidad, la plataforma desde la que irá preparando hábil y cuidadosamente -como Perón desde el Ministerio de Trabajo y Previsión Social- el asalto al poder.

Conseguido su puesto en la radio, la reacción de Eva Duarte se traduce en una rabia desmesurada, en un odio sin límites contra los poderosos, a quienes no perdonará jamás sus fracasos. Desencadena con el micrófono los más feroces ataques contra los privilegiados, contra todos los enemigos de su clase, y en unos meses la implacable amazona se convierte en una heroína popular. Alcanza la gloria cuando ya no la esperaba, y una suerte de leyenda empieza a rodearla.

Juan Domingo Perón y Eva Duarte. La pareja se forma casi fatalmente. El, al frente del Ministerio de Trabajo, realiza con elegancia e inteligencia un programa social de vanguardia: firma de numerosos contratos colectivos concediendo inesperados aumentos de sueldo a obreros y peones; institucionalización del aguinaldo o paga extraordinaria al final del año; reforma de las leyes sociales; implantación de las vacaciones pagadas; establecimiento de una escala de indemnizaciones en caso de enfermedad; espectacular construcción de viviendas para trabajadores... Ella, al frente de su emisión de radio, con toda su aspereza, con todo su fuego, como si de una misión divina se tratase, va consiguiendo que los pobres. los "descamisados", descubran la formidable de su unidad y de su fuerza. Y en poco tiempo hace de su ministro un ídolo. Así nace en Argentina un nuevo dios, por la magia de la voz de una sacerdotisa que posee el don de hacer compartir su éxtasis.*

Se les ve juntos aquí y allá. Eva Duarte acerca a Juan Domingo Perón al pueblo, al mismo tiempo que -en la radio- acerca al pueblo a Juan Domingo Perón. Y pronto, ni en la prensa ni en el fervor de los "descamisados", aquella imagen doble será sustituida ya. ¿Amor? ¿Conveniencia? ¿Coincidencia espiritual? ¿Comunión de anhelos? Cualquiera que fuera el nexo, una formidable pareja estaba presta a tomar el poder. "Perón cumple, Evita dignifica", grita el pueblo. Y nace el águila de dos cabezas. O, mejor, el Jano bifronte. Porque, ¿acaso aquellos dos rostros no miraron con cierta asiduidad en direcciones no coincidentes? Ambos se necesitaban, y se servían el uno del otro. ¿Quién se aprovechó más de quien? Ella se crecía a medida que pasaba el tiempo. Impartía órdenes, gritaba a los ministros, interrumpía intempestivamente las reuniones de su marido, era aclamada por el pueblo, nombraba gobernadores y secretarios de Estado. Quitaba y ponía. Hacía y deshacía. El se iba sintiendo cada vez más avasallado y disminuido, notaba su retroceso en un segundo plano y temía la reducción de su popularidad. Al final, era ella quien hacía la política. Y a medida que su encumbramiento se remachaba, crecía en él la íntima indiferencia que no sabría disimular en las horas definitivas. Frente al Perón aristócrata se había alzado la Evita defensora de las clases bajas, miserables y desamparados. Poco a poco, paso a paso, etapa a etapa, Eva Duarte camina hacia su mitificación. No sabe, no quiere, o no puede, en algunos momentos, soslayar las tentaciones de la vanidad. El éxito extraordinario la cubre y la halaga. Al fin y al cabo, ella había surgido del hambre y del fango. Y acabó por aceptar todo aquello, incluso con alegría, no siempre llegando a saber diferenciar el homenaje espontáneo del organizado por el aspirante a trepador. Pero el Jano bifronte cumplía su cometido: Perón se cuidaba del sector militar y del gobierno. Evita movía la propaganda y la adhesión popular.

Ella fue la salvadora del peronismo todavía balbuciente en la ya mítica jornada del 17 de octubre de 1945. Aquella fecha, clamorosa y delirante, que ha quedado en la conciencia obrera argentina como la más grande victoria jamás conseguida. Era octubre, ese octubre, austral y húmedo de Buenos Aires. Hacía calor, por lo tanto. La primavera se daba prisa por dar paso al verano anticipado. Torrentes humanos empiezan a llegar a la capital. Gentes extenuadas, con las criaturas a las espaldas, y unánimes en el grito ¡Perón! Los más fatigados se detienen en las fuentes públicas; meten en ellas sus pies; se quitan las chaquetas; muchos de ellos, incluso, las camisas. Vienen desde cincuenta kilómetros de distancia, o desde más cerca. De los suburbios sucios y miserables, también. La gigantesca concentración sólo pide la presencia y la palabra del hombre prisionero en la isla de Martín García. Y Perón es liberado. La burguesía teme una reedición argentina de la Bastilla. Pero la muchedumbre, conseguido su objetivo, se retira y vuelve a su origen.

La voz ronca y apasionada de una locutora de Radio Belgrano había preparado adecuadamente los ánimos de los habitantes más pobres de las barrios de Buenos Aires. . Aquella mujer que, apoderándose del término que sirviera de titular de una foto aparecida en una diario bonaerense, hizo famoso el apelativo "descamisado" empleado desde entonces como lema propagandístico al referirse a aquellos que desde la singular ocasión repetirían cada año: "Mañana es San Perón. ¡Que trabaje el patrón!" Después, ella sería la encargada de contribuir decisivamente a la creación del clima emocional que caracterizó a la época, mediante una asombroso demagogia oral y fáctica. No hay que olvidar que Argentina estaba atravesando los mejores años de las "vacas gordas". Se dice que Perón se jactaba entonces de no poder circular por los pasillos subterráneos del Banco Central porque montañas de oro se lo impedían, y se le atribuye esta frase: "Con todo lo que tiramos a la basura habría con que alimentar a Europa." La demagogia, el despilfarro, la frivolidad, un parcial o erróneo sentido de la justicia, la falta de una política realista y racional, la ausencia de unas estructuras con visión de futuro, el no aprovechamiento de una riqueza temporal para sentar las bases de un país agrícolamente moderno e industrialmente avanzado... esquilmaron el tesoro público y echaron los cimientos de un confuso panorama político que habría de durar varios lustros y cuyas consecuencias todavía están vigentes.

Pero también es fácil explicar el injflujo, el magnetismo, de Eva Duarte. El que desde las más baja y humilde extracción social llegara a lo más alto del poder obró en las masas a modo de boquete de escape de su revanchismo respecto a las clases pudientes. El pueblo se proyectaba en ella, y a través de ella se liberalizaba. La ignorancia, la incultura, la siembra demagógica en la sencillez de las gentes hicieron lo demás. Y Evita empezó a ser venerada, como si de una santa se tratara, en el lugar preferente de las chabolas y de los hogares hundidos en la miseria. El Congreso le otorgó el título de "jefe espiritual de la nación". El mito entraba en la inmortalidad antes de morir, en su más rabiosa juventud.

La sociedad aristocrática, por el contrario, no le perdonaba su meteórico ascenso. "Ella" lo sabía, y atropelló deliberadamente su monopolio de la caridad. Eso era un insulto y una imperdonable vejación para aquellas damas encopetadas y melindrosas. Pero la partida estaba ganada por la humilde locutora de radio llegada a más. La Fundación Eva Perón, que sustituirá a la antigua Sociedad de Beneficencia, disponía de sumas considerables de dinero. Era evidente que no todas provenían de contribuciones voluntarias. Muchas eran trasvasadas del Tesoro Público. Una puñalada más a la economía del país. Pero la estrella de Evita iba en progresivo ascenso.

El Justicialismo, ambigua filosofía que practicaba la instauración de la justicia social entre las capas trabajadoras, había calado en el pueblo -"El Justicialismo es hoy la solución del mundo -decía ella-, que ya no puede esperar nada del comunismo ni del capitalismo." Pero, en realidad, el Justicialismo se alzó como la gran barrera para impedir el avance del Socialismo en Argentina y, por extensión, en el resto del continente Latinoamericano. Sobre una base nacionalista-populista, con el respaldo de una irracional generosidad, pretendiendo robar a las doctrinas socialistas algunos de sus elementos, creando su propia fuerza sindical, el Justicialismo supo enraizarse en el alma argentina con la suficiente dosis de ambigüedad y ductilidad como para perdurar a través de los años a modo de elemento disuasorio contra posibles veleidades marxistas. Los resultados, hoy, no son tan claros como ayer lo fueron.

La muerte de Evita supuso un golpe decisivo al sistema que había presidido. El duelo por su desaparición fue, de alguna manera, el duelo por la caída del peronismo. De hecho, el dictador apenas se mantuvo en el poder tres años más. El Justicialismo ya no sería lo mismo en los sucesivo, ni alejado de las riendas del Gobierno ni con ellas en las manos otra vez. "Si Evita viviera, sería montonera", se dice hoy. Pero los tiempos son otros y el sentido de las palabras también. Las avanzadas del ala izquierda del peronismo se han encontrado con sectores marxistas.

Un sistema como el justicialista, tan peculiar y amante del personalismo, es irrepetible sin el sostén y apoyo de quienes lo inspiraron y alentaron. Desaparecidos Eva Duarte, primero y Juan Domingo Perón , después, aglutinantes de las masas heterogéneas, dosificadores sabios de la demagogia e improvisados magos de la ambigüedad, se impone la clarificación de ideas y actitudes. Por el bien de Argentina.

Los pueblos tienen la obligación de conocer su historia, de estudiarla, de reflexionar sobre ella y de extraer conclusiones. Sólo así se tiene la base para corregir defectos, evitar errores y ahorrarse tropiezos. La historia es un gran libro y sus lecciones deben tenerse muy bien aprendidas.

Si cada época -se dice- produce sus personajes, cada país debe procurarse las condiciones idóneas y necesarias para que todo período de tiempo dé a luz a los dirigentes que más interesen o convengan a sus habitantes.

* En otros lugares se dice que medía un metro sesenta y cinco centímetros.
* Estas actividades de Eva Duarte y de Juan Perón, aquí se cuentan como si las hicieran por separado antes de conocerse, cuando en el resto de biografías que hay, las cuentan, pero la parte de Eva Duarte ocurrió después de conocer a Juan Perón.



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