Discurso de Eva Perón el 11 de junio de 1947


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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LA VANGUARDIA DEL 11 DE JUNIO DE 1947
LA VANGUARDI ADEL 11 DE JUNIO DE 1947

LA VANGUARDIA DEL 11 DE JUNIO DE 1947

LA VANGUARDIA DEL 11 DE JUNIO DE 1947

LA VANGUARDIA DEL 11 DE JUNIO DE 1947

Compañeros: Mensajera de paz y de armonía; mensajera de una sociedad nueva basada en el trabajo de todos ustedes, embajadora de los queridos "descamisados" que, agrupados sólidamente detrás de su líder y presidente Perón están echando las bases de un país mejor. Viajé a la Madre Patria para proclamar bien alto a toda voz nuestros ideales, nuestras realizaciones y nuestras esperanzas. Pero también vine a decir algo más. Vine a decir en el lenguaje conciso, pero conmovedor de la mujer, nuestro deseo de que la paz reine e impare de una vez para todos en el mundo. Para que se borre la inquietud y reaparezca la sonrisa del bienestar. No era éste un mensaje más. Se trataba de un mensaje de los trabajadores argentinos, de esas fuerzas proletarias que, como ya les dije, surgen allá no con la idea de la lucha que han practicado algunos pueblos, sino con la idea de la paz y del trabajo constructivo, bajo la divina consigna de todos los tiempos; la de amarse los unos a los otros, la de ayudar a la sociedad para hacerla mejor en un mundo más amplio y más feliz. Gracias debo a Dios porque la Providencia me haya dejado hacer llegar este mensaje a todos los ámbitos de España, un país que nos comprende y nos ama.

En la Plaza de Oriente he dicho lo que sentimos en la nueva Argentina, en la que no hay diferencias y en donde las que pudieran existir irán desapareciendo cada día conformando así una sociedad nueva. A todos he traducido esta profunda aspiración argentina, este himno de fe en el esfuerzo diario y en la justicia social que practicamos. A todos ha llegado mi voz que es precisamente la que trasunta la preocupación argentina para hacer cada día más práctico y más real para cada hombre y cada familia la seguridad de la vida y de la esperanza de una sostenida superación. Mi palabra de paz y de reconocimiento de fe ha sido escuchada por millares y millares de trabajadores españoles, nuestros compañeros de corazón.

Nuestro líder el general Perón está en los labios de toda España. Nuestra obra es conocida, admirada y respetada. Nuestra misión social es comprendida en sus menores detalles. Todo ese extraordinario programa de reivindicaciones morales y físicas que ustedes, mis "descamisados", están haciendo posible en la Argentina al apoyar al trabajador número uno, era ya presentido en España, y esta visita, llena de conmovedores contornos y plena de estos frenéticos entusiasmos por Perón, ha venido a confirmarlo. Desde el primer umbral de las posesiones españolas de Africa hasta cualquiera de los barrios de Madrid, el nombre de nuestro Jefe provoca el más decidido fervor, la más encendida conciencia de un cometido humano, social y político de caracteres impresionantes por su amplitud y por su resonancia.

Tenía que contarles a todos ustedes, con la misma frase fresca de una compañera de trabajo, esa actitud de España, que no por supuesta deja de ser menos extraordinaria y apasionante. Porque España, argentinos, nos ha abierto las puertas de su alma, porque España, nos ha interpretado fielmente en todos los sentidos, porque España ha recibido con jubiloso entusiasmo mi presencia, que inviste la vuestra. Yo hubiera gustado que todos ustedes hubieran estado junto a mi en el grandioso acto de adhesión a la causa argentina que ha sido el recibimiento popular de este hermoso Madrid. Ese delirio desbordante que hemos recibido.

Sólo pensando en ustedes y en nuestro general, prueba de manera definitiva que España se ha hecho eco de nuestra Revolución y a nuestras conquistas obtenidas por el derecho del más débil, más explotado y de los más necesitados. Los derechos de los trabajadores son la contraseña obligada y la credencial que exhibimos. Al pisar tierra fue bastante para reconoceros, para abrazaros como viejos compañeros de una misma jornada de trabajo. Decir que en la República Argentina, la tierra de la paz y la justicia, estamos asegurando los beneficios del mayor salario y la mayor protección a todos nuestros trabajadores, jóvenes y viejos, sin distinción de clases; decirles que nos preocupamos de mejorar día a día la fisonomía material de sus existencias; decirles lo que representa para ustedes la agotadora jornada diaria de trabajo del general Perón, el Presidente que acude a su despacho a las seis y media de la mañana para crear, con su presencia, la tónica de la energía argentina y el ejemplo periódico de una exaltación de sus deberes para con el pueblo que le llevó al Poder en los comicios más limpios de nuestra historia.

Decir que esa sensación de optimismo que preside el Gobierno integrado por obreros reales, obreros que han reído y llorado junto a sus mujeres y sus hijos, y para los cuales el acceso al Poder significa la obligación suprema de seguir la senda de perfeccionamiento que el líder les marcó desde los albores de la Secretaría de Trabajo y de Previsión. Decirles quines son ustedes y cuál es el programa paulatino de conquistas obreras, revelarles los detalles de un Gobierno popular, que llegó a todas las altas magistraturas, y las altas reparticiones para movilizar la totalidad de las posibilidades de progresos argentinos contenidas en el plan de gobierno, de inspiración y realización fundamental de nuestro jefe el general Perón. Hablarles de la firmeza de nuestra voluntad. Hablarles, en fin, de ese inmenso engranaje humano y técnico que cada uno de ustedes, desde su hermoso y brillante puesto en el taller, en el campo, en las aulas, en los claustros, están echando a andar en el esfuerzo constructivo más impresionante que hayamos visto los argentinos jamás. Hablarles, en definitiva, de la campaña de ayuda social que llega a todos los rincones de nuestro suelo, para restañar las heridas de infortunio, la necesidad o el error. Hablarles de la renovación total de nuestros procedimientos y nuestras instituciones educacionales, económicas y políticas, renovarles, al cabo, lo que significa para nosotros esa palabra llena de amor y de amistad, consciente y orgullosa, que es "descamisados", hombres que salen del pueblo para integrar una efectiva democracia realista y humanitaria, cristiana y justa.

Esa ha sido mi misión en España. Eso fue lo que solicitasteis y lo he hecho. España lo sabía, compañeros. España se ha confirmado en nuestra gratitud y en nuestros respetos; aquí y allá, en torno a las acciones más puras y más nobles de los pueblos. Mi mensaje ha llevado a todos la paz que anhelamos desde el fondo de nuestros corazones. Queremos que la sonrisa de todos ustedes, mis queridos "descamisados", llegue a todos los rostros de los hombres del viejo mundo, de donde nos vino la vida. Queremos devolver a España y a toda Europa, centuplicado, el bien que nos hicieron al crearnos un nuevo mundo. Y no podemos dejar este mensaje sin rendir el homenaje de admiración que nos inspira la actitud del hombre que rige a España y que ha tenido para con nuestra embajadora, la caballerosidad proverbial en todo español y todo dignísimo soldado de España. El Generalísimo Franco ha hincado, como nuestro Perón, en el fervor de su pueblo; también arrasa sus ojos de lágrimas ante el emotivo espectáculo de sus muchedumbres.

Y ahora, en fin, como al principio, que me escucháis a la distancia con el corazón: ¡Viva España! ¡Viva la Argentina!

Artículo de los varios que se publicaron en LA VANGUARDIA del día 11 de junio de 1947.

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