DOCUMENTOS SOBRE JUAN DOMINGO PERON


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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Peronismo

Peronismo

"Peronismo. Desarrollo económico y lucha de clases en Argentina". Miguel Angel García. Mario Acosta Editor. Publicaciones Trazo. Barcelona, 1980. 138 páginas.

Este libro, según reza el Prólogo escrito por Helios Prieto en febrero de 1979, fue escrito en 1974 y se publicó a finales de ese año en Italia. No ha sido hasta 1980 que se ha vertido a la lengua castellana. Según Helios, "el hecho de que sólo ahora aparezca la primera edición en su lengua originaria, es de por sí un indicador significativo de la situación en la que se encuentra la labor teoríca de América Latina en general y en Argentina en particular. En aquella tierras hay muy poca gente dispuesta a conocer su ser real; la inmensa mayoría del público culto prefiere vivir en las "formaciones nebulosas" que engendra el capitalismo en su desarrollo. Por ese entonces el peronismo conocía su apogeo y a los cerebros de los intelectuales argentinos -"marxistas" incluidos- se les aparecía como la manifestación eterne del ser de la clase obrera nacional. Estaban, en consecuencia, muy poco dispuestos a escuchar la voz de la ciencia.

Se trata de un libro bastante denso de leer y del que hemos querido rescatar el capítulo 6 titulado "La Argentina "Justicialista" en interés y por información de una visión distinta de Perón y del peronismo.

Capítulo 6. La Argentina "Justicialista"

Juan Domingo Perón nació en 1895, o sea virtualmente con el desarrollo capitalista del país. Su padre, un fuerte ganadero de la provincia de Buenos Aires, se trasladó a principios de siglo con su familia a la «nueva frontera» patagónica, donde compró una estancia en el mejor punto del valle del Rio Santa Cruz. Era el extremo sur, de clima riguroso, hombres brutales y la ley de la fuerza. Todavía se cazaba a los habitantes nativos corno animales salvajes, para sustituirlos por ovejas: los grandes propietarios pagaban una libra esterlina por indio muerto a «cazadores» especializa­dos. Esa burguesía ovejera se formó, con la resaca del mundo, delincuentes perseguidos, buscadores de oro naufragados, aventureros sin pasado y sin escrúpulos de todas las latitudes y nacionalidades.

Cuando debieron enfrentarse al proletariado organizado esos hombres enlo­quecieron de rabia. Pero ya no estaba el joven Perón entre ellos; su padre -como hacían generalmente los burgueses patagónicos con sus hijos-. lo había enviado a Buenos Aires, a seguir la carrera militar. Llegó a la ciudad en 1911, mientras los que serían sus rivales o aliados en la dirección de la clase obrera arribaban desde Europa, en los trenes de carga. Pero el joven Perón no podía conocerlos como algo distinto al paisaje urbano; .pertenecía a la élite de los poderosos, y se destacaba en los deportes sobre los verdes prados del Colegio Militar.

En 1919 era teniente. Según Milciades Peña («Masas, caudillos y élites») dirigía uno de los destacamentos que combatieron contra las barricadas obreras del levantamiento proletario en enero. Allí, en el «gran pánico» . de los poderosos, aprendió seguramente a tomar en serio la cólera de las masas, ya temer al comunismo como la suprema amenaza. En 1929, diplornado de la Escuela Superior de Guerra como estratega, fue ascendido a capitán. Participó en el golpe de 1930 dentro del «partido militar» dirigido por Uriburu, o sea en la corriente directamente corporati­vista. En 1939 ingresó en el Estado Mayor deEjército: era ya teniente coronel.. Un año más tarde estalló la guerra. Como uno de los jóvenes teóricos más brillantes con que contaba el ejército, fue enviado en misión de estudio a la Italia fascista. Allí siguió cursos de política y economía en las universidades de Tormo y Bologna, participó en las operaciones como agregado en un regimiento de montaña(era un buen esquiador) y estudió en Roma el funcionamiento del «fascismo total». En 1940 realizó una gira por los territorios europeos conquistados por los nazis: Alemania, Francia, España, Hungría, Yugoeslavia, Albania.

En 1941 regresó a la Argentina. Destinado a Mendoza, en 1942 se incorporó allí al ascendente GOU. E~ 1943 era jefe del Estado Mayor de la Primera División de Ejército. Conocido por sus ideas acerca de la manipulación política de las masas, que había podido estudiar en la Italia de Mussolini, le fue encomendada la labor de enfrentar la amenaza, de huelga general del Partido Comunista.

«Yo recuerdo que el 1 de mayo de 1943 -declaró años después el general José Epifanio. Sosa Molina, uno de los dirigentes del GOU- fuimos comisionados muchos jefes y oficiales para apreciar en el terreno el valor de la manifestación de ese día. Fue realmente imponente. Una enorme multitud; con banderas rojas al frente, con los puños en alto y cantando la Internacional, presagiaba horas verdaderamente trágicas para la República. Las Fuerzas Armadas no podían permanecer indiferentes,. y las perspectivas políticas eran en ese momento terminantes». Sin contar el tácito reconocimiento, de los objetivos del golpe, tenemos aquí una clara descripción del estado de ánimo de los militares, un mes antes del golpe de Estado, frente al Movimiento proletario.

Perón inició sus labores inmediatamente después del 4 de junio. Realizó contactos con los «sindicalistas» de la USA y los de la CGT n0 1, tendientes a dividir una posible huelga general política aislando a comunistas y socialistas. Pero entre junio y noviembre de 1943 predominaba en el gobierno militar la extrema derecha (1), que dificultó mucho sus maniobras con una avalancha de medidas represivas. No solamente disolvió y redujo a la ilegalidad a la CóT comunista-socialista, sino que intervino a los gremios del transporte; «sindicalistas» favorables a la conciliación, y encarceló millares de dirigentes. De esta forma, el GOU estaba por lanzar al Ejército aun desastre sin precedentes, al ‘unificar en su. contra -y junto a los partidos opositores, que condenaban unánimes al “nazismo» oficial- al movimiento obrero, reprimido, y al estudiantil (que resistía las imposiciones clerical-nacionalistas en las Universidades).

NOTA (1)Peronistas y antiperonistas, en un error políticamente intencionado, describen a Pe­rón como dirigente induscutido y aún como creador del GOU. Las investigaciones histó­ricas de mayor seriedad lo desmienten: Perón entre 1943 y 1945, se encontraba forman­do su propio grupo militar, con elementos del .GOU y otros ajenos a él. En el GOU ampliado de este período coexistían las dos principales corrientes del nacionalismo militar: la corporativista y la liberal jerárquica, que proponían una virtual reedición mejorada de Uriburu, con terror “blanco” y violenta represión del proletariado’ y. la izquierda. .Perón proponía una alternativa distinta’: combatir a. la izquierda en el plano político, dispután­dole a dirección de las masas, mediante una calculada combinación de ‘reformas sociales y represión.

A fines de 1943 ‘la guerra se había inclinado contra Alemania, aislando a los militares pro-nazis, y la amenazante oposición popular había aterrorizado al resto de los mandos’militares...Es entonces cuando Perón recibe «carta blanca» para su audaz plan de ganar la adhesión del movimiento obrero a través de concesiones sociales. Era ya lo único que podía salvar al régimen militar, aunque los teóricos de la derecha lo reputaran una aventura sin perspectiva alguna.

El «banco de prueba» de la nueva política fue la huelga de la Industria Exportadora de Carnes. La Federación de Obreros de la Carne era el más poderoso sindicato argentino de la época, y el baluarte sindical del Partido Comunista. El terreno para la experiencia era ciertamente difícil para Perón: se trataba de un destacamento selecto, de vanguardia, del proletariado argentino. En una sola ciudad, Berisso, dos fábricas nucleaban 20.000 obreros, fogueados en una lucha sin cuartel con la patronal anglo-yanky, la policía y el ejército.

La demanda de las tropas inglesas había creado, a partir de 1940, una coyuntura extremadamente próspera para la industria de la carne. La patronal, que mantenía sin cambios los bajos ‘salarios de la década del 30, había intensificado además fuertemen­te el ritmo de la cadena de producción’, para responder a la demanda excepcional sin ampliar las instalaciones; El estallido se produjo a fines de 1943, con una huelga sumamente combativa. La dictadura militar respondió, con la detención del Secretario General, el comunista Peters, y 1os principales activistas y delegados. La dirección comunista, sin embargo, estaba dispuesta a levantar a la huelga. Su consigna central era: «Por la ayuda inmediata, incondicional e ilimitada a la URSS e ­Inglaterra, con el fin de proporcionarles todo lo que les haga falta para acelerar la destrucción de la maquinaria de guerra nazi-fascista». Y los aliados necesitaban mucha carne... y pocos obreros revolucionarios (1).

Perón lanzó entonces su jugada: en un avión especial, y destacando que se trataba de un gesto de la Secretaría de Trabajo, sacó a Peters de su prisión y lo devolvió a los obreros de la Carne. Estos realizaron un a gran asamblea en un estadio de fútbol, en la que el entusiasmo por su dirigente recuperado fue tal que lo llevaron varias vueltas en andas en torno a la cancha. Pero al fin Peters habló.., y con la línea de su partido. Pidió el retorno al trabajo, sin haber logrado ninguna de las reivindica­ciones, «para apoyar el esfuerzo de guerra de los aliados». Para los obreros, que se habían jugado enteros, exigiendo la libertad de su dirigente antes de hablar de ninguna otra cosa, el discurso cayó como un balde de agua fría.

NOTA (1) Por la complejidad y profundidad del tema no podemos desarrollar aquí la cuestión del carácter de la segunda guerra mundial y de la defensa de la URSS. Es incuestionable, sin embargo, que todo avance en la conciencia revolucionaria de los trabajadores de cual­quier país del mundo, que todo paso hacia la conquista del poder; debía fortalecer, en el balance global de fuerzas, a los trabajadores soviéticos en su guerra defensiva. Como con­traparte, ningún incremento en el abastecimiento de carne podía justificar un pacto con la patronal monopolista, contra los propios obreros.

Perón, mientras tanto, en negociaciones fingidas con un fantasmal sindicato paralelo, concedió todas las reivindicaciones pedidas, y conminó a la patronal extranjera a cumplirlas. Habla respondido indirectamente al reciente ataque norteamericano al gobierno militar, y más importante aún, había descolocado por completo al PCA en su propio baluarte. Pocos meses. más tarde, la poderosa Federación Comunista de la Carne era sólo un local vacío. El sindicato paralelo, dirigido por los hermanos Reyes («sindicalistas») hizo de Berisso su propio baluarte de masas. Peters, tiempo después, fue enviado a «purgar sus errores» a la URSS, de donde retornó, ya envejecido, en 1970.

Perón había logrado un tercer objetivo: el jaqueado gobierno militar lo consagró «mago» de la cuestión social, abriéndole el camino a la cúspide. Poco después, sin abandonar el control de su estratégica Secretaria dé Trabajo, sería designado vice-presidente. El 25 de agosto de 1944, convertido yá en la «eminencia gris» del gobierno, explicó su plan con toda claridad a la burguesía monopolista, en una Conferencia realizada en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires:

«Las masas obreras que no han sido organizadas -dijo entonces- presentan un panorarna peligroso, porque la masa más peligrosa es sin duda la inorgánica. ¿Cuál es el problema que a la República Argentina debe preocuparle sobre todas las cosas? Un cataclismo social en la República Argentina haría inútil cualquier posesión de un bien, porque sabemos -y la experiencia de España es bien concluyente. y gráfica a este respecto- que con ese cataclismo) social los valores se pierden totalmente. Es indudable que siendo la tranquilidad social la base sobre la cual ha de dilucidarse cualquier problema, un objeto inmediato del gobierno ha de ser asegurar. la tranquilidad social del país, evitando por todos los medios un posible cataclismo de esta naturaleza, ya que si se produjera de nada valdrían las riquezas acumuladas, los bienes poseídos, los campos ni los ganados».

«Dentro de este objetivo fundamental e inmediato que la Secretaría de Trabajo persigue, radica la posibilidad de evitar el cataclismo social que es probable, no imposible. El capitalismo en el mundo ha sufrido durante esta guerra un golpe’ decisivo. El resultado de la guerra 1914-18 fue la desaparición de un gran país. europeo como capitalista: Rusia. En esta guerra, el país capitalista por excelencia, Inglaterra, quedará como deudor en el mundo, probablemente, mientras que toda Europa entrará dentro del anti capitalisrno pan-ruso. En América quedarán países capitalistas, pero en lo que concierne a la República Argentina sería necesario echar una mirada de circunvalación para darse cuenta de que su periferia presenta las mismas condiciones que tenía nuestro .país. Chile es un país que ya tiene un comunismo de acción desde hace varios años en Bolivia, a los indios de las minas parece que les ha prendido el comunismo como viruela, según dicen los bolivianos; Paraguay no es una garantía en sentido contrario; Brasil, con su enorme riqueza, me temo que al terminar la guerra pueda caer en lo mismo».

«Se ha dicho, señores, que soy enemigo de los capitales, y si ustedes observan lo que les acabo de decir no encontrarán ningún defensor, dimíamos, más decidido que yo, porque sé que la defensa de los intereses de los hombres de negocios, de los industriales, de los comerciantes, es la defensa misma del Estado. Yo estoy hecho en la disciplina. Hace treinta y cinco años que ejercito y hago ejercitar la disciplina, y durante ellos he aprendido que la disciplina tiene una base fundamental: la justicia. Y que nadie conserva ni impone disciplina sino ha impuesto primero la justicia. Por eso creo que si yo fuera de una fábrica, no me costaría ganarme el afecto de mis obreros con una obra social realizada con inteligencia. Muchas veces ello se logra con el médico que va a la casa de un obrero que tiene un hijo enfermo; con un pequeño regalo en un día particular; con el patrón que pasa y palmea amablemente a sus hombres y les habla de cuando en cuando, así como nosotros, lo hacemos con nuestros soldados. Para que los soldados sean más eficaces han de ser manejados con el corazón. También los obreros pueden ser dirigidos así. Solo es-necesario que los hombres que tienen obreros a sus órdenes lleguen hasta ellos por esas vías, para dominarlos, para hacerlos verdaderos colaboradores y cooperadores».

Esta filosofía, que expresa tan miserable desprecio hacia los trabajadores y los soldados, mezcla de estrategia gatopartidista, consejos de domador profesional de hombres y máximas de Dale Carnegie, culminaba con una oferta práctica a los patrones reunidos: «Con nosotros funcionará la Confederación General del Trabajo, y no tenemos ningún inconveniente,.cuando queramos que los gremios equis o zeta procedan bien a darles nuestro consejo, nosotros se lo transmitiremos por su comando natural; le diremos a la Confederación Nacional: hay que hacer tal cosa en tal gremio, y ellos se encargarán de hacerlo. Les garantizo que son disciplinados y tienen buena voluntad para hacer las cosas». (FUENTE.. «El pueblo) quiere saber de qué se trata», pg. 137, Juan Domingo’ Perón) (1).

NOTA (1) Antes de las elecciones de 1973, cuando trataba de captar a la juventud revoluciona­ria, Perón sugirió que estas declaraciones tenían un sentido “táctico”, de “neutralizar” a la burguesía. Sus comentarios en el Curso de Conducción de Cuadros del partido, gobernante, en 1951, son sin embargo suficientemente claros pa{a saber a qué clase engañaba en 1943: “Señores: cuando yo fui a la Secretaría de Trabajo, repito, la gente que iba conmigo no quería ir hacia donde iba yo; ellos querían ir a donde estaban acostumbrados a pensar que debían de ir. Yo no les dije que tenían que ir a donde yo iba, yo me puse delante de ellos e inicié la marcha en la dirección hacia donde ellos querían ir; du­rante el viaje, fui dandó la vuelta, y les llevé a donde yo quería... .

Lo que acabamos de ver es una insolencia burguesa inaudita. ¿Pero era por ello ”fascismo»? Lo era solamente en la medida en que se consideren «fascistas» a Estados Unidos, Inglaterra, Alemania Occidental de hoy y todos los Estados capitalistas avanzados. La política propuesta por Perón a la burguesía no es otra cosa que la moderna teoría social del Estado monopolista, con su lucha de clases «reglamen­tada», sus «relaciones humanas» a precio módico y sus sindicatos convertidos en intermediarios entré el. Estado y su propia base obrera. Perón era perfectamente consciente de ello. En diciembre de 1945 declaraba: «...en los sectores del trabajo quisiéramos llegar a una organización profesional parecida a las Trade Unions de Inglaterra. En esta forma podremos conjurar con eficacia el peligro comunista y crear organizaciones conscientes que, por medio del convenio colectivo; pueda establecer las bases de las relaciones del capital y el trabajo en cada actividad».. (Faente: «Tres revoluciones militares», J.D. Perón):

Entre diciembre de 1943 y enero de 1946, o sea en dos años, y mientras mantenía a los partidos .comunista y socialista en una dura clandestinidad, el gobierno militar orientado por Perón desató un alud sin precedentes de leyes sociales: Creación de la Secretaría de Trabajo Creación del sistema nacional de Previsión social, o sea ley de jubilaciones - Creación de los Tribunales del Trabajo - Ley legalizando y reglamentando la actividad de los sindicatos y asociaciones obreras - Estatuto del peón de campo (los trabajadores rurales no habían conseguido hasta entonces un convenio colectivo que fijara. su salario y condiciones de trabajo) - Decreto de aprendizaje profesional de menores (legalmente, a1 menos, quedaba prohibida la explotación de niño y adolescentes) - Decreto de indemnización para accidentes - Intangibilidad del salario (es decir, que no podía ser confiscado por deudas) - Prohibición del pago de salarios en bono o especie - Ley de vacaciones anuales pagadas - Generalización a todos los sindicatos de la indemnización por despido - Creación del sueldo anual complementario - Constitución de las «Obras sociales», o sea de clínicas y servicios médicos, hoteles de vacaciones, guarderías para niños, etc. dirigidos por los sindicatos- Reconocimiento de documento público a los convenios colectivos, que se volvieron así obligatorios - Estabilidad en el trabajo por «Estatutos» especiales para algunos gremios - Congelamiento y reducción de los alquileres de viviendas - Cuatro aumentos generales de salarios, y varios más sectoriales - Aumento y mejoras para los trabajadores domésticos y a domicilio, hasta entonces ni siquiera sindicalizados.

En dos años la clase obrera argentina saltaba a la «sociedad del bienestar», después de medio signo de combate infructuoso con una burguesía brutal; en Europa la clase obrera fue logrando estas conquistas a lo largo de por lo menos cuatro décadas, y aún así garantizaron largos años de estabilidad al reformismo. Pero esta táctica de Perón, consiste en ceder rápidamente, y capitalizando políticamente, lo cual la burguesía hubiera debido ceder al fin de cuentas, no basta para explicar su éxito político. La generosidad del Estado no fue sino el marco propicio para el desarrollo de tendencias reformistas que ya se encontraban en los partidos, los sindicatos y en la educación general del proletariado argentino.

Los primeros aliados de Perón fueron los burócratas de la corriente «sindicalista» (1). Con ellos, constituyó sindicatos paralelos junto a los principales dirigidos por el PCA. La táctica fue más o menos similar en cada caso: perseguir a los dirigentes comunistas, encarcelarlos, ignorar sus reclamos; recibir a los «sindicalistas» parale­los, otorgarles todos los reclamos de la base. Los sindicatos socialistas se desmorona­ron con menos esfuerzos: una parte considerable de sus dirigentes se pasó directamente al «sindicalismo», constituyendo la mayor parte de los «cuadros» de la nueva CGT legal. Para aumentar la confusión de la base obrera, las posiciones ideológicas de opositores y oficialistas se diferenciaban cada vez menos: no sólo los dirigentes de la nueva CGT, sino también los comunistas, competían en proclamar la solidaridad y unidad de explotadores y explotados.

NOTA (1) Esta corriente, como se recordará, había nacido ya antes del levantamiento de 1919, como desprendimiento del socialismo y el anarquismo. El proceso de formación de sin­dicatos paralelos, había comenzado antes de Perón, y como consecuencia de la política anti-huelgas del PCA a partir de 1940.

Los comunistas no persiguen ningún fin o propósito diferente de aquellos fines o propósitos que se propongan todas las fuerzas democráticas o progresistas del país... Estamos dispuestos -una vez abatida la dictadura pro-nazi- a cooperar en la solución ordenada de los conflictos entre el capital y el trabajo, sobre la base de discusiones y acuerdos amigables, llevados por un espíritu de consideración a los intereses de todos los factores progresistas que intervienen en la producción». (Arnedo Alvarez., secretario general del PCA, julio de 1944, citado por Adolfo Nuezas, en «Comunismo, oportunismo y liberación nacional», 1956). Ante los, trabajadores aparecía, no una perspectiva de clase frente a otra policlasista, social-burguesa, sino una línea de colaboración de clases frente a otra línea de colaboración de clases. La de los «sindicalistas», además (que en ese año comenzaban a llamarse «laboristas», a medida que proyectaban su acción sindical en el plano político) les ofrecía conquistas concretas obtenidas de sus aliados del gobierno militar. La línea de los comunistas, en cambio, no solamente se basa en la línea con las patronales anglo-yankis, odiadas por los obreros después de años de explotación despiadada, sino que podía ofrecer sólo las manos vacías, a cambio de sus discusiones pre-imperialistas.

Estos últimos habían llegado, por su parte, a un nivel de claudicación que sólo es comparable con la socialdemocracia europea: «Las condiciones internacionales de cooperación entre los grandes países capitalistas, y entre éstos y la URSS para la creación de un mundo mejor, indican que Estados Unidos e Inglaterra han de llegar a un acuerdo con respecto a la política a seguir en América Latina, a fin de contribuir al desarrollo económico, político y social en un sentido progresista y sin apoyarse en uno u otro sector oligárquico dispuesto a entregar las riquezas del país... ese acuerdo deberá basarse en la cooperación de esas dos grandes potencias, con gobiernos democráticos y progresistas de América Latina para el cumplimiento de un programa común que, al mismo tiempo que brinde un mercado diez o veinte veces superior al actual para sus capitales, sus maquinarias y sus productos industriales, contribuyendo al desarrollo independiente dé la economía. de estos países, le permitan en pocos años liquidar el atraso en que vienen arrastrándose desde hace varias décadas». («En marcha hacia un mundo mejor», Vittorio Codovilla, dirigente máximo del PCA, 1944).

La guerra terminaba y los «aliados» comenzaban a disputarse el botín, en una guerra sorda entre bambalinas por el reparto del mundo de posguerra. Para los norteamericanos, América Latina era su área de Influencia «natural», y pretendían utilizar el alimento de guerra contra el Eje como instrumento para encuadrar política y militarmente a todo el continente. La Argentina, aliado tradicional de Inglaterra, era el principal obstáculo, y contra él se dirigió la maquinaria de propaganda. La Secretaría del Estado inició primero conversaciones con la dictadura militar. Pero la precariedad política de ésta, y la plena disponibilidad que ofrecía el frente opositor, la convencieron pronto de apostar contra los militares. Inglaterra, mientras tanto, trataba de salvar lo posible, defendiendo discretamente pero con eficacia al gobierno del ejército. «La política norteamericana de la Argentina -decía en 1944 un vocero oficioso del gobierno inglés- parece movida menos por el afán de derrotar a Hitler que por el deseo de extender la influencia de Washington desde la mitad norte de Sudamérica hasta el Cabo de Hornos; en síntesis, por un imperialismo sin duda benévolo, pero no por ello menos real. Esta es la esencia del problema. La Argentina no se adhiere completamente al panamericanismo porque desea preservar su relación especial con Europa y Gran Bretaña. Es inútil esperar que Gran Bretaña ayude a presionar a la Argentina para que cambie su punto de vista acerca de sus obligaciones panamericanas». (The Economist, 5 de .agosto de 1944; citado por Milcíades Peña).

Los norteamericanos, imposibilitados de realizar una intervención directa por la negativa, de Inglaterra, recurrieron a una intervención encubierta en la política interna argentina, a través del embajador Braden. De esta manera, además del apoyo del naciente movimiento «laborista» en el proletariado, Perón recibía, por reacción, la adhesión del nacionalismo pequeño burgués. También en este caso Perón utilizó una táctica activa, recogiendo en sus discursos los principales puntos del ideario del grupo FORJA.

La unión electoral del 43 de radicales, socialistas y comunistas se había ampliado, mientras tanto, no sólo con el embajador norteamericano sino también con el Partido Conservador; o sea su opositor de entonces, diluyendo proporcional­mente su programa y convirtiéndose en una «cruzada civilista». El Partido Comunis­ta, perdidos sus principales sindicatos, parecía decidido a lanzar por la borda hasta el último resto de apoyo, proletario, para contentar a sus nuevos aliados. Vittório Codovilla, tras abrazarse con los líderes conservadores más reaccionarios y antiobre­ros, tras elogiar sin medida al imperialismo norteamericano, ¡llegó a asumir la defensa de la patronal agraria frente a sus asalariados!. «Hay un estatuto del Peón, que bajo la apariencia de proteger al peón -sin ampararlo en la realidad- es en suma un Estatuto contra los campesinos... El Estatuto se aplica á los colonos arrendatarios, a los campesinos sin tierra, a los pequeños productores del agro, que trabajan normalmente la tierra que no es suya por el aporte de toda la familia -él de la mujer y los hijos- y que en ciertos períodos del año requieren forzosamente la mano de obra asalariada para no perder la cosecha. Sobre ellos pesan las obligaciones del Estatuto». («Hay que derrocar a la camarillas del GOU», Vittorio Codovilla, 1944). Sin entrar a discutir políticamente esta posición antiobrera, y la mala fe del planteo, el lector que recuerde cuál era la composición social del campo argentino por entonces, puede imaginar los resultados electorales de semejante política.

El principal beneficiario fue el creciente «laborismo» de la burocracia sindical, en la que el telefónico Gay (que era secretario general de la USA,. la central «sindicalista»), el dirigente de la Carne Cipriano Reyes, y el ex-socialista Borlenghi eran las principales figuras. A mediados de 1945 formaron el comité organizador del Partido Laborista, que a fines de ese mismo año constituirá el Partido con 2.000 delegados obreros de todo el país, y no menos de 300.000 adherentes; Pocos hechos históricos han sido tan tergiversados y envueltos en velos místicos como el ascenso de este Partido Laborista, y el vuelco masivo del proletariado desde el socialismo y el Partido Comunista hacia sus filas. Tres son las tesis que contribuyeron obscurecer los hechos: (a) Considerar al Partido Laborista como a una hechura de Perón, un simple expediente electoral; (b) Afirmar que esta experiencia política fue la primera del proletariado argentino,’y aún el período de su constitución como clase; (c) Explicarlo corno expresión de un «nuevo proletariado» originado en el Interior, de conciencia nacional, en contraste con el «viejo proletariado» extranjero y «apátrida» de la ciudad-puerto, originado en la inmigra­ción europea.

Las dos primeras tesis quedan desmentidas por los propios hechos históricos -expuestos ya en este ensayo- y su difusión puede explicarse sólo por lo reciente de la historiografía marxista realizada con rigor científico en el país (1). El proletariado, en 1945, venía ya más de medio siglo de historia política, como clase, y justamente es de esta historia no de una mágica intervención de Perón- que se desprende la explicación del ascenso laborista. El propio reformismo obrero tenía ya entonces treinta años de historia; son sus dirigentes, sus ideas, su programa y su organización las que constituyen el nuevo partido.

NOTA (1) Las principales obras de consulta fueron editadas, casi sin excepción, después del Cordobazo de 1969.

La tercera tesis fue la más persistente y difundida de todas, pese a carecer de base real tanto como las otras dos, y lo debe a una curiosa coincidencia de intereses por parte de partidos y corrientes teóricas. El primero en afirmarlo fue el propio Partido Comunista, que intentaba explicar así su aplastante derrota «científicamente». Habló, por lo tanto, de un nuevo, proletariado de origen agrario, que por su presunto atraso político y ausencia de conciencia de clase habrá sido «capturado» por la ideología burguesa, aislando a la “vanguardia» (!!) comunista; El nacionalismo burgués y el peronismo tomaron de inmediato el argumento, favorable a sus propias tesis. El proletariado nuevo, virgen, del interior, les permitía atribuirse un origen político «limpio» de connotaciones subversivas, de banderas rojas e ideas marxistas, que. habrían sido, no una consecuencia de la lucha dé clases argentina, sino un «contrabando» introducido al país por los pérfidos inrnigrantes extranjeros. La leyenda se convertía en sus manos en el misterio de la concepción sin pecado, no del’ hijo de Dios, sino del reformismo peronista.

«Los rústicos pastores criollos -sostenía el socialnacionalista Abelardo Ramos- descendientes del montonero epónimo, se transformaron en obreros industriales y constituyeron la espina dorsal de nuestro joven proletariado» (Abelardo Ramos, «El Líder», Diciembre 1955)

Menos pastoralmente, Alberto Belloni dice: «Entre los trabajadores de aquellos días del 43 se distinguían dos alas bien diferenciadas... el viejo y minoritario sector prevalente de la inmigración europea, cuya base de operaciones había sido siempre Buenos Aires, se encontraba encasillado en raquíticos sindicatos... La otra ala del movimiento obrero del país, está dada por el caudal de los, jóvenes nativos, descendientes de los criollos y los gauchos de las montoneras, que bajan a la ciudad-puerto. Son ellos los que se ven obligados a levantar las denominadas villas miseria por carencia de viviendas. Sus brazos fuertes se tornan hábiles al contacto con las maquinas... Poseen una mentalidad virgen, sin mayor experiencia y conciencia de su ubicación como clase en la sociedad moderna. Hasta la tradición de sus antepasados se halla quebrada por. el triunfo de la oligarquía porteña que había arrasado con el interior... La fuerza de estos hombres provenía de las mismas entrañas de la tierra y del pueblo, argentino, y ello los capacita a marcar un nuevo rumbo nacional» (Peronismo y Socialismo Nacional, Alberto Belloni).

Por la época de la huelga insurreccional de 1919, la mayoría del proletariado industrial urbano era ciertamente de origen inmigratorio europeo. En el proletaria­do agrícola, de acuerdo a las zonas, las proporciones eran más parejas. Tanto en Buenos Aires y Rosario, como en el agro de desarrollo capitalista, la fusión fue sorprendentemente rápida, y claramente proletaria y anticapitalista. Las listas 4e direcciones sindicales, y las de los muertos en 1919, muestran que el inmigrante del norte del país se encontraba, codo con codo, en la misma trinchera que su hermano de clase de Calabria, Lombardia o Cataluña. Pero, fueron los levantamientos de la Patagonia, donde en la lista de dirigentes fusilados se encuentran alemanes, indios alakalufes, españoles y «gauchos» entrerrianos, y los de los mensú del noreste descritos por Horacio Quiroga, los que demostraron que la unidad de clase podía triunfar y lo hizo, sobre las divisiones «nacionales» que trata de inferir la burguesía, aún en el famoso Interior, aún a millares de kilómetros de la corruptora ciudad-puerto odiada por los sociálnacionalistas.

La detención de la corriente inmigratoria exterior en la década del 30 determinó ciertamente que la migración interior se convirtiera en la principal fuente de mano de obra para la industria. Pero aún así, y considerando el crecimiento vegetativo de la población de las grandes ciudades (un dato elemental pero omitido por algún «sociólogo» que se ocupó del tema) los nuevos inmigrantes del norte -a quienes los burgueses, siempre tratando de dividir a los trabajadores, llamaron despectivamente «cabecitas negras»- y los del área pampeana en crisis (de población preponderantemente de origen europeo) no llegaban a constituir en 1945 un 30% del prc5lerariado. El resto estaba formado por las camadas más viejas de inmigrantes y por sus hijos, también obreros en su mayor parte.

Ciertos artificios retóricos, como el de que solamente los nuevos, inmigrantes debían vivir en condiciones miserables, tienen aún menos seriedad. Todos los proletarios fueron golpeados por la crisis de la vivienda en esa época, hijos de extranjeros, de criollos o mixtos. Y no sólo debieron vivir en casillas de madera, sino también en «pensiones” y conventillos inmundos, en un hacinamiento espantoso. Sucede que la peor situación de vivienda en las grandes ciudades capitalistas (En Buenos Aires como en Milán o Nueva York) castiga siempre a los recién llegados, a las camadas de inmigrados más recientes, mientras que las más antiguas han podido ya -estafados por los especuladores, trabajando sin descanso- conseguir la casa propia. Siendo en ese período la inmigración especialmente del interior, es lógico que esa composición se reflejara en los barrios precarios. Por suerte, en la Argentina no se han formado «ghetos» por nacionalidad, como en Estados Unidos. La unidad de clase del proletariado ha desmentido los sueños reaccionarios de los ideólogos nacionalistas.

Pero los «nuevos proletarios», además, eran mucho menos vírgenes que lo que sueña Bellini. Por lo menos eso es lo que se desprende de ‘la estadística de trabajadores sindicalizados, amén de los testimonios y memorias de todos los sindicalistas de la época, peronistas o antiperonistas:

La mayor parte de los «nuevos proletarios» se incorporaron al movimiento obrero organizado en el período de dirección socialista-comunista, y sólo una pequeña parte lo hizo en el período laborista. Entre los obreros que hicieron el 17 de octubre -¡horror!- cuatro de cada cinco como mínimo tenía un «turbio» pasado de banderas rojas y de puños en alto, de los que asustan a los mandos militares nacionalistas. El sueño del «buen obrero», russonianamente bárbaro e iletrado, parece ser sólo un delirio pequeñoburgués... o una coartada precaria. Más aún: los nuevos inmigrados del norte del país fueron, precisamente, los que hicieron la fuerza del sindicalismo comunista después de 1935, sustentada en los sindicatos de mayor cantidad de obreros no calificados, como la construcción, la industria de la carne, la alimentación. Ciertamente, esos mismos obreros fueron los que hicieron en el período siguiente su derrota, cuando el Partido Comunista prefirió la amistad de los burgueses. Los sindicatos de la CGT comunista-socialista se vaciaron rápidamente, y sus afiliados, y gremios enteros; se integraron ala antes minoritaria CGT «sindicalis­ta». En eso se apoyan algunos «historiadores» peronistas para mostrar un crecimien­to excepcionalmente rápido de los sindicatos en el 43/45; hablan de los sindicatos de e//os. Por desgracia, aún un historiador como Rodolfo Puigross -quien, pese a su afiliación socialnacionalista, ha escrito uno de los relatos más interesantes de este período -cae en la tentación de emplear este recurso. «En los años 1943-45... -dice Puigross- el número de afiliados de la CGT pasó de 80.000 a medio millón». Olvida aclarar de, cuál CGT se trata, ya que en el mismo libro el autor informa que Angel Borlenghi, elegido en 1943 secretario general de la CGT socialista-comunista, recibió 117.7.13 votos, .en un período en que había tres organizaciones sindicales en el país.

Toda una corriente de «sociólogos»,, encabezada por Gino Oermani y Graciarena, cayó gustosamente en la trampa. Ese «joven proletariado» salido con escudo y armas de la cabeza de Perón era un «dato» ideal para confirmar sus tesis weberianas del «carisma», por lo que aceptaron sin la menor crítica. Recogiendo sus ideas, dice Alberto Cina: «Otra aparente paradoja de nuestra historia política radica en el hecho de que las masas trabajadoras hacen su ingreso. a la vida social de la mano de ciertos sectores del ejército -que respondían ala orientación de Perón- y no conducidos por los presuntos partidos de la clase obrera (nacionalismo, comunis­mo)» (Alberto Cina, «Partidos y poder en la Argentina moderna») (1). La verdad, según parece, era mucho menos paradójica (o mucho más, sise quiere>.

NOTA (1) El mismo autor, en un segundo libro (‘Perón y el justicialismo”) toma distancia de estas tesis, abriendo el interrogante acerca de su veracidad. Cita como trabajo que lo mo­vió a la duda “El movimiento obrero en los orígenes del peronismo”, de Juan Carlos Portantiero y Miguel Murmis, editado en mimeo por e1 Instituto Di Tela en abril de. 1969. Este trabajo demostraría que el “viejo sindicalismo”tuvo el papel protagónico en dicho período. Por desgracia, no hemos podido conseguirlo, ni por lo tanto consultarlo, en el período de elaboración del presente ensayo.

La campaña opositora, y la crisis del gobierno militar, estallaron a principios de octubre de 1945. La derecha conservadora del Ejército, alarmada por el ascenso del grupo Perón y por el aislamiento internacional que amenazaba a la Argentina, se unió a los golpistas civiles y. procedió a arrestar a Perón y sus principales colaboradores militares. Pretendía contentar así a la oposición, que reclamaba imparcialidad gubernamental en la campaña electoral. con que, en 1946, se iba a «normalizar» la situación argentina.

Perón tuvo un sólo defensor audaz: el laborismo. Aprovechando la pasividad de la policía, cuyos mandos pertenecían al grupo de Perón, los laboristas improvisa­ron una marcha sobre la Casa de Gobierno, desde los barrios proletarios. El primer ensayo fue un fracaso; pero el segundo, después que los laboristas hubieron logrado comprometer a los sindicalistas «independientes» en un paro general, constituyó el famoso 17 de octubre, y logró la libertad de Perón al recrear ante la derecha militar el fantasma del levantamiento proletario, que la empobrecía. La actitud de la patronal, que se apresuró a desconocer las leyes sociales apenas caído el «coronel» («andá a que te pague Perón», le decían a los obreros) fue un factor de primer orden a favor de los laboristas, carentes aún de una organización específicamente política.

La movilización del 17 de octubre constituye aún un tema fuertemente polémico en la Argentina; la bibliografía peronista ha llegado incluso a afirmar que se trataba de la primera acción política de la clase obrera argentina, como si la historia hubiera comenzado en 1945. Los antiperonistas, por su parte, llegaron a afirmar que fuese una manifestación de «lumpenproletarios», organizada por la policía. Es innegable, sin embargo, la participación masiva del proletariado de Buenos Aires, organizado por sus propios dirigentes, y no por el Estado. Pero también lo es el -cárácter crudamente reformista de la manifestación. Las banderas rojas y los puños en alto que asustaron a los generales del 43 habían sida reemplazados por banderas argentinas; la Internacional por el Himno nacional. «Desde todos los puntos suburbanos veíanse llegar grupós proletarios. Y pasaban debajo de nuestros balcones. Era la turba tan temida. Era -pensábamos- la gente descontenta. Con el antiguo temor, nuestro primer impulso fue el de cerrar los balcones. Pero al asomarnos a la calle quedábamos en suspenso. Pues he aquí que estas turbas se presentaban ante nosotros como trocadas por milagrosa transformación. Su aspecto era bonachón y tranquilo. No había, caras hostiles ni puños levántados como los vimos hace pocos años» decía «El Pueblo», órgano oficial de4a Curia Romana, el 25 de octubre de 1945. Era esto un retroceso de la conciencia proletaria? Sí, con relación a la década del 20. Pero no con relación a la del 40, cuando la dirección comunista-socialista había convertido a las banderas rojas y los puños en alto en gestos de rutina, sin significado revolucionario real alguno.

La reacción del PCA contra sus ex-afiliados y simpatizantes, ahora laboristas, fue insultante y rabiosa: pero también se ha visto otro espectáculo, el de las hordas de desclasados haciendo de vanguardia del presunto orden peronista. Las pequeñas clases con aspecto de murga que recorrieron la ciudad no representaban a ninguna clase de la sociedad argentina. Era el malevaje reclutado por la policía y 1os funcionarios de la Secretaría de Trabajo para amedrentar a la población» («Orienta­ción», órgano del Partido Comunista Argentino, 24 de octubre de 1945).

Se equivocaban, y serían desmentidos abrumadoramente cuatro meses des pues: el proletariado votó masivamente al Partido Laborista, y a su candidato presidencial Perón; en las elecciones de febrero de 1946. En estas elecciones se enfrentaron dos coaliciones: una, formada por los radicales, conservadores, socialis­tas, comunistas y demócrata progresistas; la otra por el partido laborista y por la Unión Cívica Radical (Junta Renovadora), un partido formado por los restos del irigoyenismo y por .políticos burgueses de distintas procedencias que habían colaborado, con la dictadura militar. En los dos «frentes» había una candidatura presidencial única (Tamborini frente a Perón) y listas separadas para diputados y senadores. El triunfador indiscutido fue el Partido Laborista, que colocó así al nuevo presidente Perón en una visible situación de dependencia. En los barrios proletarios especialmente, las listas de la UCR (junta Renovadora) resultaron’ tan barridas corno las de la coalición opositora:

ELECCIONES DE FEBRERO DE 1946
(Provincia de Buenos Aires)

«Cinturón in­dustrial» de Buenos Aires y principales ciudades:

Partido Laborista: 268.675
UCR (Junta Renovadora): 105.014
Total votos peronistas: 373.689
Participación porcentaje Partido Laboral 71,8
UCR (JR): 28,2

área rural y ciudades menores:

Partido Laborista: 143.611
UCR (Junta Renovadora): 72.538
Total votos peronistas: 216.149
Participación porcentaje Partido Laboral 66,4
UCR (JR): 33,6

NOTA: En el primer sector predomina el proletariado industrial, y en el segundo el’ proletariado rural. Carecemos aquí de la información acerca de ‘las demás provincias, pero «de memoria?” podemos afirmar 4ue sigue tendencias similares, salvo en las más atrasadas socialmente. Están reflejados, además, el 40% de los votos recibidos por el peronismo en todo el país, ya que la provincia de Buenos Aires concentra la mayor parte de la población argentina. FUENTE) «Qué es el Laborismo», Cipriano Reyes, 1946, Rosario.

Entre 1945 y 1949 este predominio laborista fue el centro de la política argentina, .y suprimir este partido, cuya influencia había contribuido a desarrollaren gran medida, file el objetivo número uno de Perón y su equipo de gobierno. El nacionalisrno militar, que había planeado utilizar al proletariado como simple masa de maniobra, se encontraba prisionero de su propia criatura, la CGT de masas laborista. Para agravar su confusión, ni las leyes sociales, ni las palmadas en la espalda, ni la regimentación del aparato sindical lograron impedir el ascenso proletario de posguerra en la Argentina, En 1944 hubo 9.121 huelguistas en la Capital Federal; en 1945 eran ya 44.186; en 1946, 333.929, y en 1947, 541.377. La lucha de clases, «abolida» por Perón («Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándola por un acuerdo entre obreros y patronos, al amparo de la Justicia que emana del Estado», Perón, lo de mayo de 1947) renacía con fuerza, escindiendo el frente entre laboristas y nacionalistas que constituía la base política de su gobierno.

Perón empleó contra las dos alas de su movimiento la misma táctica que había resultado exitosa frente a comunistas y socialistas: combinar la represión política con las concesiones a las masas. Siendo la principal amenaza, dirigió primero el fuego contra los laboristas. En primero de 1946, tres meses después de las elecciones, anunció por radio la disolución del Partido Laborista y su fusión en un Partido Unico de la Revolución Nacional, bajo su dirección personal. Todo esto, por supuesto, sin haberse dignado informar antes a los dirigentes laboristas: Estos resistieron aún un año el cumplimiento efectivo de la medida, sin atreverse a una lucha pública con Perón y refugiándose en su baluarte, la CGT. Perón, en una campaña hombre por hombre, fue desintegrando el aparato laborista, comenzando por la bancada de diputados, proclive a la negociación. En enero de 1947 lanzó la represión contra la CGT, destituyendo al telefónico Gay dé la Secretaría General e interviniendo su sindicato. Unos meses antes había hecho los mismo con la Unión Obrera Metalúrgi­ca. Siguieron la Federación Bancaria, los Gráficos, los Trabajadores Azucareros, la Unión Ferroviaria. El procedimiento era en cada caso similar: ante cada huelga, ‘intervenir el sindicato; si los dirigentes habían agitado la huelga, arrestarlos, y si no, -destituirlos por incapacidad.. Inmediatamente conceder todas las reivindicaciones, incluso ampliándolas, para impedir la reacción de la base. La campaña antilaborista alcanzó su punto culminante en septiembre de 1948’. Perón urdió una ridícula conspiración para asesinado a él y a Eva Perón, que habría sido dirigida por Cipriano Reyes y los laboristas «rebeldes» que quedaban, fueron encarcelados -pese a ser diputados- y torturados atrozmente. Así se acabó el partido obrero reformista en la Argentina, dejando el sitio a un partido reformista «policlasista» sui generis, el peronismo.

El costo político de la operación fue muy alto para el gobierno peronista. Los salarios reales, ya incrementados en el período anterior, subieron entre 1945.y 1950 entre un 20 y un 30%. El costo de la mano de obra lo hizo en realidad en mayor medida, ya que las leyes sociales habían agregado rubros «indirectos» del salario, como aportes jubilatorios, seguridad en el trabajo, pago de accidentes y despidos, servicios médicos y sociales, horarios reducidos en trabajos insalubres, sueldo anual complementario y vacaciones pagadas, que llevaron dicho costo a un nivel no menos ~ de 50% superior. El Estado, mientras tanto, para financiar su ambicioso plan de industrialización pesada, había incrementado notablemente la presión impositiva, y otras formas de recaudación fiscal. Por. los dos lados se reducía la plusvalía global de la’ clase capitalista, y por lo tanto la tasa media de ganancia. El «ciclo de sustitución de importaciones», mientras tanto, se agotaba, y el capitalismo-argentino, aislado en el mundo de posguerra de la hegemonía norteamericana y las «regiones», carecía de un eje de desarrollo.

La pequeña burguesía fue, lógicamente, la más afectada por la situación. Su presión política endureció notablemente a la oposición, liderada por los radicales, y sembró el descontento incluso en el nacionalismo pequeño burgués que apoyaba a Perón. Vencido el laborismo, Perón centró sus esfuerzos en liquidar al nuevo enemigo. Uno tras otro, expropió todos, los diarios de los opositores ‘(salvo «La Nación», en cuidadosa oposición «legal») concentró a estos y las radios en una repartición oficial, monopolizando la información, fortaleció la «Sección Especial» de la policía, una élite de torturadores en funciones desde la década del 30, creó una legislación represiva (Estado de guerra interno, «ideologías disolventes», etc.) que serviría más tarde para reprimir a sus propios partidarios, y desató una campaña de extremada dureza sobre 19s «contreras» (opositores «duros»>. Dentro del propio peronismo, realizó una extensa purga de nacionalistas, que sustituyó por una camarilla incondicional cada vez más reducida.

Como en el caso del movimiento obrero, combinó esta ofensiva política con un «socavamiento de base» a través de una oleada .de medidas nacionalistas (completó la nacionalizaci6n de los servicios públicos, exceptuando el sector eléctrico, estatizó el comercio exterior, rescató casi toda la deuda. pública restante, dió comienzo, por lo menos nominal, a la industria pesada, proclamó solemnemente la «independencia política») y de concesiones a la pequeña burguesía, especialmente de carácter crediticio. En el terreno militar, debió enfrentar, no sólo el descontento reflejo de la burguesía, expresado en los militares nacionalistas, sin también, el del grupo militar pro-nazi. En 1945 el gobierno militar había declarado la guerra al Eje, y luego firmado tras tibia resistencia las Actas interamenicanas de Chapultepec. «La Argentina es una parte del continente americano -declaró Perón a la United Press el 1º de agosto de 1946- e, inevitablemente, se agrupará junto a. Estados Unidos y las demás naciones americanas en todo conflicto futuro». En cumplimiento del acuerdo fueron deportadas entre noviembre de 1946 y mayo de 1947 más de .50 personas consideradas agentes alemanes o italianos. El 24 de enero de 1947 fue confiscada la «propiedad enemiga», en su mayor parte inversiones alemanas en distintas indus­trias, formando con ellas una empresa estatal. En 1947, por fin, en la Conferencia de Rio de Janeiro, la Argentina entró al sistema interamericano, aunque con una posición «rebelde» del tipo de Francia en la OTAN. El descontento de la derecha extrema, mi1itar fue neutralizado mediante un chorro de dinero, que multiplicó varias veces el presupuesto del Ejército, satisfaciendo así el mayoritario sector apolítico “profesionalista»... Cuando, en 1951, el nacionalismo militar intentó un golpe de Estado dirigido por el general Menéndez, su aislamiento aseguró su rápida derrota, y un posterior «depuramiento» de los mandos que liquidó, virtualmente, el último resto de poder del sector nacionalista.

Entre 1949 y 1952 el régimen peronista parecía encontrarse en el apogeo de su fuerza: ni opositores ni partidarios podían ensayar ya una mínima resistencia seria.

Contrariamente, podría afirmarse que nunca el peronismo fue tan débil como entonces. El Poder Ejecutivo había domesticado -por sus propios pecados, por cierto- al proletariado y a la pequeña burguesía, al ejército y a la élite monopolista, se había elevado por sobre la sociedad como un Júpiter Tonante, pero en la misma medida giraba en el vacío. El Partido Peronista, que había sustituido en 1948 al Partido Unico de la Revolución Nacional, era apenas una cáscara burocrática. Sus afiliados se reclutaban entre los empleados públicos. Ni los proletarios -que lo apoyaban, sin embargo, masivamente- ni los pequeños burgueses entraban en él. Las clases y las instituciones, expropiadas del poder, aparecían en caricatura en la cúspide, como fantástica representación de la mitología oficial de la conciliación de clases. En vez del laborismo, el grupo Eva Perón; en vez de la burguesía, los «comisionistas» enriquecidos con sus relaciones estatales, como Jorge Antonio o Juan Duarte, hermano de Eva Perón. En vez de luchas sindicales, «caridad» masiva y sistemática a través de la «Fundación Eva Perón».

La política llegó al delirio. Entre 1950 y 1952 se designaron con el nombre de Perón., el de su esposa, y aún el de ministros, dos provincias, ciudades, calles a centenares, estaciones ferroviarias, barrios. Toda oficina pública ostentaba un retrato o un busto de Perón, y todo funcionario un distintivo del Partido Peronista. En mayo de 1952 el Congreso declaró a Perón «Libertador de la República», y a su esposa «Jefa espiritual de la Nación”. La Iglesia prodigaba misas especiales a Perón y su esposa. El estilo de Eva Perón es algo así como un símbolo del «peronismo burocrático». “Unicamente los genios como Perón no se equivocan nunca», afirmaba, o «Perón es la Patria, Perón es trabajo, Perón es bienestar».

Hacia el fin del período, algunos rasgos corporativos de la constitución de 1949 se acentuaron notablemente en la ideología oficial.. Lo pone en manifiesto la Constitución de la nueva provincia Presidente Perón -que incluía un aparato de poder corporativo al lado del representativo- y la transformación de la CGT en un organismo cada vez más subordinado administrativamente al Estado, a partir de la inclusión de la doctrina peronista en su programa y la extensión del hábito de nombrar sus dirigentes’ directamente por el Poder Ejecutivo.

Pero esta evolución era puramente externa, formal. A partir de 1951 Perón había comenzado a destruir a la camarilla burocrática, preparando el más importante viraje de su gobierno: la etapa desarrollista. En 1951 Eva Perón era, candidata a la vicepresidencia: ante ‘la protesta’ de los militares, Perón la forzó a renunciar públicamente. Después se suicidó Juan Duarte, se removió a Espejo de la dirección de la CGT, circunstancialmente falleció la propia Eva Perón, gravemente enferma de cáncer, hasta culminar en la renuncia general del gabinete y la formación de uno nuevo, con el liberal Gómez. Morales y el presidente de la CGE (la central empresaria) Gelbard como ministros y dirigentes de la economía del país.



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