Visiones / Opiniones sobre Eva Perón


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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Vida apasionada de Eva Perón

EVITA DIRIGIéNDOSE A LAS MUJERES ARGENTINAS

Hay quien cree que no debió de haber pasado de un papel de segundo orden en una compañía de provincias o de ser una actriz sin rostro de las radionovelas. Pero ella, desde luego, pensaba de otra manera. Y el destino la puso en condiciones de poder elegir.

La primera baza se la dio un día de 1944 en una sala de fiestas de Buenos Aires llamada Luna Park. Se celebraba una fiesta benéfica en pro de los damnificados del terremoto de San Juan, una catástrofe sin precedentes que habla abierto grietas en las calles, engullendo a los que transitaban por ellas. En la catedral, la bóveda se había desplomado sobre los asistentes a una boda y hablan perecido en su totalidad. Actores y actrices recorrieron las calles de Buenos Aires haciendo una colecta en pro de los damnificados y ahora tenía lugar aquel acto al que había prometido su asistencia nada menos que el propio Vicepresidente del Gobierno, Juan Domingo Perón. Tres carteras en una -la Vicepresidencia, el Ministerio de la Guerra, la Secretaria de Trabajo-, un brillante pasado, cuarenta y nueve años, seis pies de estatura, un optimismo a toda prueba y el aire inconfundible del triunfador. Perón era, además, viudo. En resumen: el mejor partido del país.

Había otras figuras importantes posiblemente en el Luna Park aquella tarde de verano -febrero- de 1944, pero Eva sólo le vio a él. Habla entrado acompañada del coronel Imbert, hombre amigo de la farándula por el puesto que ocupaba como ministro de Comunicaciones, cartera que Incluía la Radio, en aquellos años muy influyente todavía. Gracias a é1, Eva, llamada Evita, habla encontrado un puesto bien retribuido en Radio Belgrano. Incluso algunas semanas se hizo la Ilusión de no ser ya una Cenicienta de provincias y se trasladó al Hotel Savoy. Luego volvió a su pensión.

Que un coronel buscara la amistad de una actriz y una actriz la de un coronel era una cosa bastante trivial. Pero el encuentro de, Juan Domingo Perón con Eva Duarte no lo fue. Pronto pudo adivinarse que estaba destinado a tener consecuencias importantes.

A Eva le había costado mucho triunfar. Llevaba diez años en Buenos Aíres Intentando abrirse paso. No le habla faltado valor. A los dieciséis años desembarcaba en la estación de Retiro, con una maleta de cartón, procedente de Junín. Eva era la cuarta hija de doña Juana Ibarguren, propietaria de una pensión en esta última ciudad. De haberse quedado en Junín, Eva hubiera podido hacerse maestra, como su hermana Bianca, o aspirar a un puesto en Correos, como su hermana Elisa. Tenía que ayudar a la casa, su madre bastante hacia saliendo adelante con la pensión de la calle San Martín (luego Winter). Flaca, desmedrada, con grandes ojos negros y un cutis muy pálido, Eva tenía más ambiciones que el resto de su familia: aspiraba a ser actriz. Juancito, el único varón de la familia, le preguntaba con frecuencia: «Y vos, flaca, ¿qué querés?. Juancito era mancebo de la botica Blassi, pero iba siempre tan limpio y aseado que cualquiera lo hubiera tomado por un señor. ¡La flaca no sabia a ciencia cierta lo que quería, pero desde luego no le agradaba la Idea de hacerse maestra como Blanca. En la escuela -pero no en la Normal, en la primaria- le encantaba recitar. Con sus batas blancas y sus escarapelas, las niñas desfilaban los días de fiesta nacional y siempre era Evita la encargada de pronunciar el pequeño discurso o recitar las largas tiradas ante los directores.

Evita Duarte no se llamaba así en realidad, O al menos el apellido se lo habían regateado los legítimos deudos de su papi. La poligamia estaba muy extendida en el campo argentino en el primer cuarto de siglo; tanto, que doña Juana Ibarguren, su madre, había tenido no menos de cinco hijos de un hacendado de Chivilcoy, sin que esto impidiese al hacendado tener otra familia legítima. Evita había nacido en Los Toldos, un pueblecito campero de cielo desolado. Sólo más tarde la familia se trasladó a la capital, Junín, una ciudad rica, el centro de una comarca agrícola y ganadera, con hermosas calles arboladas y negocios; una ciudad donde se podía prosperar. Para sacar adelante a su familia, doña Juana instaló una pensión. Mientras tanto el hacendado de Chivilcoy había muerto, dejándoles en no muy buena posición. La familia legítima se había opuesto a que asistiesen al entierro y un pariente del muerto, don Luis Grísolfa, que por entonces era intendente, esto es, alcalde de Chivilcoy, tuvo que hacer valer su influencia para que la prole de doña Juanita fuera admitida por lo menos al funeral. Eva era tan pequeña que alguien la tuvo que coger en brazos durante la ceremonia. Así es que se crió sin padre y con la sombra de ese desdén.

Decididamente, maestra no quería ser. Juancito estaba colocado, Elisa había sido trasladada a Junín -a través de los huéspedes de su pensión, la madre tenía una cierta Influencia-, Blanca acababa de terminar sus estudios y Eva no se acababa de decidir. Devanaba sus sueños esperando que se le presentase una ocasión. Y esa ocasión fue la visita a Junín de un cantor de tangos porteños, Armani. Volvían de un baile cuando se lo dijo a Blanca. El cantor de tangos le habla propuesto llevarla a Buenos Aires: haría de ella una actriz. Doña Juana puso el grito en el cielo. Pero una oportuna visita de Armani lograría suavizarla y se resolvió que Eva podría quedar alojada en casa de un antiguo amigo de la familia, el italiano Giovannone, que había tenido un restaurante en Junín y poseía ahora una pensión en la capital. Con Giovannone, Eva estaba a buen recaudo; el italiano era bondadoso y sencillo. Y al menos Evita tendría un techo bajo el que cobijarme mientras daba los primeros pasos en la gran ciudad.

Doña Juana dio, pues, su consentimiento y Eva llegó una mañana con su maleta de cartón a la estación Retiro de Buenos Aires.

Era el momento en que Buenos Aires se ensanchaba. Se construían nuevos edificios, la ciudad resurgía, tras la crisis que había oprimido al mundo, más rica y más potente. Corrientes se agrandaba y Florida rebosaba de tiendas de lujo. En la pantalla, afirmada ya como arte sonoro, los rostros de los grandes seductores sorbían el seso de jovencitos y jovencitas: Joan Crawford, Greta Garbo, Marlene Dietrlch, Clark Gable, Cary Grant, Errol Flynn... Gary Cooper defendía, siempre bajo su sombrero de anchas alas, los senderos de la ley. También Eva soñaba con el cine, pero en eso no había, por el momento, ni que pensar. Haría sus primeras armas en el teatro.

Empezó a volver tarde a la pensión de la calle de la Victoria, no tanto porque se entretuviera en alguna fiesta cuanto por evitar la cena que no podía pagar. Con Giovannone no había problema, pero algunas veces el gordo y jovial italiano la oía llorar en su cuarto. La protección de Armani había durado poco, o tal vez ella no estaba tan bien preparada como en Junín había llegado a suponer. Volvió a su pueblo, donde Juancito, siempre empleado en la farmacia Biasí solía darle mimos: No te desanimes, flaca, vos tenés, que triunfan.

Juancito parecía no abrigar ambiciones. Todo lo que tenía de duro el carácter de Eva -era cierto también que sabia ser tierna y zalamera cuando quería- tenía de suave y acaramelado el carácter de Juan. Por esto, y por ser el único varón, era el preferido de su madre. Juancito, sí podía llevar un chaleco limpio, un chaleco de piqué blanco, se daba por satisfecho. Fue Eva quien le dijo, mucho más tarde, que podría ser representante de Jabón Radical. Juan, que seria luego, con Elisa, la persona más próxima a Eva en las horas de triunfo, despertaría menos aversiones que el resto de le familia (a excepción de Blanca Y Armínda, que se esfumarían por completo en la sombra, llevando una vida anodina, una tranquila vida burguesa).

En Buenos Aires empezó a vérsela en torno a las mesas de El Ateneo, El Telégrafo o la Confitería Real, donde solían reunirse actores y actrices, músicos, dramaturgos, libretistas, bohemios, gentes de toda laya, entre los cuales sólo unos pocos llegarían a descollar. Evita exageraba, dramatizaba en exceso, no tenía bien impostada la voz, todavía débil y demasiado aguda. Cierto que no había tenido ocasiones de estudiar. Un compañero de pensión le dijo que en la revista "Sintonía". buscaban rostros jóvenes. Podría conseguir que le publicasen algunas fotos, y Evitase hizo unas poses en un fotógrafo de la calle Esmeralda por seis pesos la medía docena. Era una forma de conseguir publicidad. Pero lo más importante fue la amistad del director de "Sintonía", Kartulovich un porteño de origen yugoslavo, más prestigioso como participante en carreras automovilísticas que como periodista, aunque en uno y otro terreno habla conseguido hacerse popular. Kartulovlch (era su verdadero apellido) le presentó a gente y ella lo llevó a que lo conociese su familia, en Junín. En este viaje apareció más calmosa y dominante y fue ella la que explicó a Juancito que podría ganarse la vida con representaciones comerciales mejor que en la farmacia Blasí. Jabón Radical auspició también algunos de los seriales en la radio de Evita.

En el teatro su primer papel de importancia fue en 'Las Inocentes'. (La hora de los niños), un éxito reciente de una escritora norteamericana, Lillian Hellman, la última revelación de Broadway. La habla traducido Pablo Suero, que la dirigía también. La obra, que tiene lugar en un pensionado femenino, exigía un grupo numeroso de muchachas Jóvenes y Evita fue elegida para hacer el papel de Catalina. Se dice que cuando a mediados de noviembre se presentó en el teatro Corrientes -más tarde derruido- para dar lectura a la obra, causó impresión por lo mal vestida. Llevaba un traje de algodón y se hacia llamar Eva Durante. Era la más alta, pero también la más flaca y pálida del grupo. En conjunto gustó, aunque a sus compañeros les pareció reservada y fría. Sus conocimientos de la escena eran escasos. 'Las inocentes, aguantó algún tiempo en la capital y luego se llevó a Montevideo. Esta primera salida de la Argentina fue Importante para Evita. Al invierno siguiente empezó a vestir mejor y consiguió un papel en una obra más frívola pero más popular, 'La gallina clueca.. Y, lo que era más importante, se ganó la amistad de una actriz veterana, Plerina Dealessi, que en adelante trató de incorporarla a su compañía.

'La amistad de Pierina despertó las iras de una dama Joven llamada Nelly Ayllon, que fue al camerino de Evita y la abofeteó. El empresario se puso de parte de Evita. A veces con el traspunte Di Tomaso Eva compartía una cena fría. En sus tiempos de gloria, Eva se lo encontró y le dijo que fuera a vería. Quizás el hombre esperara más de aquella hada benéfica que repartía los dones a manos llenas. Eva le dio un puesto en Correos con cuatrocientos pesos al mes.

En la temporada de 1940, Eva hizo una obra de Pirandello, "La nueva colonia", y viajó por provincias. "Voy tirando", le decía a su hermano. Consiguió entrar como estable en Radio El Mundo, en programas auspiciados por firmas comerciales. No era mucho lo que ganaba, pero al menos era algo seguro.

Con los acontecimientos del 43, la carrera de Eva dio un nuevo giro. La convulsión que sacudía al país se transmitió a los medios teatrales. El Ejército se había hecho cargo del poder y en el teatro las amistades que contaban eran las de los coroneles. Cómo conoció Eva al coronel lmbert no es cosa que merezca la pena esclarecer. No era la única actriz deseosa de procurarse la amistad de un militar de nota, y hay quien dice que ni siquiera fue lmbert quien la presentó a Perón. Lo que si es cierto es que, de golpe y porrazo, conquistó a Perón, que algo debió de ver en ella aparte de su belleza. Eva tenía casi veinticinco atlas menos que Perón, pero a éste siempre le hablan gustado las muchachas jóvenes; por lo menos desde la época de su viudez. El coronel había estado casado, felizmente por cierto, con una maestra de escuela llamada Aurelia Tizón y conocida familiarmente por "Potota", que murió en el tiempo en que Perón estuvo de agregado en Chile. Sin duda era una bonita carrera la que había hecho el coronel, aunque no podía tampoco calificarse de fulminante. Su aspecto juvenil engañaba; tenía casi cincuenta años y estaba desde los quince en el ejército, donde había tomado parte en varias conspiraciones.

-La amistad de esa actriz le perjudica- le dijeron los Compañeros a Perón. Perón se río con su risa franca, atractiva, esa risa que habla de ser una de sus mejores armas políticas. -Tonterías. Siempre es melar que sea amigo de una actriz que de un actor, ¿no? No era el primer coronel que tenía una amiga, ciertamente. Pero desde el primer momento la animadversión del ejército se hizo rotunda en el caso de Eva. ¿Intuyó el destino extraordinario que aguardaba a Eva?

Que a Perón le espiraba un papel extraordinario era por entonces algo fuera de duda. Tras la viudez, el Joven oficial había sido enviado a Europa. Hijo de un rico estanciero, Perón se había criado con cierto desahogo, parte de su adolescencia en la Patagonia, donde un domador de la hacienda de su abuelo le habla enseñado a montar a caballo. Educado en un medio reaccionario -mientras que en las tertulias de doña Juana, en Junín, se respiraba un ambiente de simpatía claramente yrigoyenista-, previsor e Inquieto, el año 1930 había hecho sus primeras armas políticas en la conspiración que derrocó a Yrigoyen. En Turín tuvo ocasión de estudiar la Italia de Mussolini, que le interesó mucho por sus planteamientos nacionalistas como la Alemania de Hitler, que le debió causar no menor impresión. En todo caso el viaje a Europa redondeó no sólo su conocimiento del "putsch", sino su visión de un socialismo de tipo nacional que tratarla de implantar después a su manera. Se Interesaba mucho por la Historia, tenía una oratoria fácil y un optimismo contagioso, simpático. No obstante, a veces se iba un poco de la lengua, y cuando, en una reunión de oficiales, a la vuelta de Europa, dijo: Vamos a hacer la revolución, lo enviaron a Mendoza. Pero pronto se dieron cuenta de que les hacía falta, le llamaron y participó en si golpe del 43.

Perón estaba a dos pasos del poder absoluto. No sólo desempeñaba la Vicepresidencia, sino también el ministerio de la Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión. De los primeros puestos sólo le separaban tres generales "cabestreadores", como diría é1 con su terminología gaucha, que fueron sucediéndose para acabar por dejarle el sitio a él. Y en este último episodio ya jugó un papel Importante la que habla de ser su mujer.

Por lo pronto la protección de Perón se tradujo inmediatamente en mejores contratos para Eva. En una ocasión Evita es habla ido a vivir al Hotel Savoy. Aquello había sido un sueño de Cenicienta rápidamente disipado. Ahora pronto pudo Instalarse en una casa elegante de la calle Posadas, a dos pasos de la Avenida Alvear. Sus contratos habían subido fabulosamente. Ya había hecho algún papel en alguna película como "La carga de los valientes", pero ahora se modificaba expresamente "La cabalgata del circo" para que pudiera intervenir en ella. Y sus honorarios ya no se cifraban en pesos sino en dólares. Llegaba tarde, alegaba displicentemente que había tenido otras cosas que hacer, hacia largas llamadas telefónicas y abofeteó a Libertad Lamarque que había aludido a sus relaciones con Perón. ¿Era Libertad Lamarque la que estaba sentada junto al coronel Perón cuando ella entró en el Luna Park y en un momento en que Libertad se levantó. Evita ocupó su puesto? Libertad era la estrella máxima argentina. Ganaba 75.000 dólares. Evita empezó a cobrar 30.000; pronto subió a 50.000 con una obra cuyo guión eligió ella. Se trataba de La pródiga, de Alarcón, y el guión lo habla hecho Alejandro Casona a la sazón exilado que estaba alcanzando mucho éxito en Argentina. El director era Soificcí. Perón asistía a veces a la filmación de algunas escenas. Luego cenaban en la Hostería Meyer, frente a los Estudios Baires. Evita lucía en la película modelos de época y joyas autenticas. raro la película no llegó nunca a proyectarse. Machinandiarena, el productor, le regaló el negativo a Eva a cambio de otros favores cuando ya era presidenta y ella no permitió que se pasara nunca en los cines, no sólo por. que no estaba bien que una presidenta besara a otros hombres, aunque fuera solamente en la pantalla, sino porque Sofficí me había sacado gorda.

Realmente, Evita no sólo habla entrado en la Historia, sino que lo había hecho de una manera apresurada. En febrero del 44 fue el terremoto de San Juan; al mes siguiente conoció al coronel Perón; un año más tarde vivían juntos en la calle Posadas, a donde Perón habla trasladado sus penates, tomando, además del de Evita, el piso de enfrente, para poder recibir cómodamente a sus amistades. Todo el mundo sabía la gran Influencia que empezaba a tener sobre él. Evita seguía trabajando en la radio -ahora en Radio Beigrano- y hacia el papel de mujeres célebres: Sarah Bernhardt, Isadora Duncan o de reinas no menos celebérrimas: Isabel de lnglaterra, Madama Chiang Kai ....... Pronto le tocarla vivir un papel a la altura del de esas mujeres. Papel muy discutido y no es­clarecido todavía. ¿Lloró en el hombro de Perón cuando le detuvieron en las jornadas de octubre y le animó a que saliera del país y a que pidiera el retiro? ¿Le azuzó, por el contrario, para que entrara en liza y se debió a ella la aparición de Perón en el balcón de la Casa Rosada, momento que marcó el punto más alto de su popularidad, el 17 de octubre, y que fue el primer acto de una política que duraría exactamente diez años y cuyo final no llegaría a ver Evita?

Las jornadas de octubre son tan importantes en la vida de Evita que es necesario entrar en ellas con algún detalle.

En primer lugar, todo el episodio parece haber estado relacionado desde sus comienzos con Eva. Es verdad que Evita fue luego un pretexto para los dos bandos y que sin ella probablemente la crisis también se habría producido. Pero el hecho es que a partir de ese momento, octubre del 45, Perón parece no dar un paso sin contar con la anuencia de la que muy pronto habría de ser su esposa.

A mediados del 44 Perón habla liquidado el G.O.U., el "Grupo de Oficiales Unidos" de los que habla surgido la revolución: el Gobierno de tacto que habla llevado a los militares al poder. De repente, los borraba de la escena política sin que al mismo tiempo pudiesen hacer nada por impedirlo los componentes del grupo, porque seria volver al régimen que habían pretendido borrar en el 43. Perón estaba por aquella época en su mejor momento, física y mentalmente. A las ocho de la mañana ya estaba en el Ministerio, cualquiera que fuese la hora a la que se había acostado -y a Evita le gustaba trasnochar-; seguía recibiendo y cambiando Impresiones durante el almuerzo; dormía la siesta -costumbre Inviolable- y por la tarde acudía a Trabajo y Previsión. Porque era allí donde estaba forjando su mejor arma política y fue esta cartera, la niña de sus ojos, la que luego cedió a Evita.

"Irónico, emotivo, humorista, exagerado", así le motejan quienes le conocieron por aquella época; habilísimo, desde luego, para el juego del poder. Con su vozarrón y su sonrisa, daba una sensación de optimismo, "parecía que llevase siempre un clavel en el ojal". Evita le agruardaba en casa y la charla y la conversación se prolongaba hasta altas horas de la madrugada. en esas charlas ella aprendía, y mucho. Desde el balcón de la casa, el coronel tuvo a veces que arengar a la multitud. Allí se hizo fuerte en algunos momentos en que pensó que irían a buscarle y asesinarle, pues crecía la envidia entre sus propios compañeros. Había muchos que se creían con los mismos méritos que él. Estaba, por ejemplo, el coronel Enrique González, inteligente y ambicioso, que deseaba sustituirle; el teniento Rocco, que aspiraba al cargo de correos y Comunicaciones para el que Perón acabó por designar a un íntimo amigo de Evita protector de la familia y director de Radio Belgrano: Oscar Nicolini. Aquello fue ya demasiado.

La Influencia de Evita proporcionó, pues, el pretexto mejor. "Sepárese de esa mujer: el Ejército no considera decorosa esa llaison". Perón se negó. No podía ceder en un asunto que atañía a su vida privada.

Fuera de los militares, las presiones también eran tenaces. Estaba, por ejemplo, todo el campo liberal, que se había reagrupado en lo más recio del invierno, en agosto anterior, en torno al embajador norteamericano. Perón se avino a hablar con él en su despacho y el embajador salió furioso, olvidando el sombrero con el que jugaron luego los edecanes. No, tampoco en esto podía ceder: la soberanía del país era un asunto privado de los argentinos.

En septiembre hubo en la plaza del Congreso una grandiosa concentración. La multitud se puso en marcha al grito de ¡Muere Perón! Se tituló esta marcha la "Marcha de la Constitución y de la libertad" y para protestar contra ella los tranviarios se declararon en huelga. Pero eso no Importaba, porque la mayor parte de los que acudieron tenían coche. Gran parte de la clase obrera, pues, estaba ya en manos de Perón aunque el Gobierno, del que Perón formaba parte, estuviera prácticamente caldo. «Nadie daba un peso por Farrell ni por Perón.» Perón astutamente, tra­taba de salvarse. ¿Lo conseguiría?

Cuando se firmó el nombramiento de Niccolini, el general Avalos, amigo Intimo de Perón, fue a verle y a pedirle que revocara el nombramiento. Evita estaba presente en la entrevista: «No cedas», le dijo. Y luego: «Lo que tendrías que hacer es dejarlo todo y retirarte a descansar. Que se arreglen como puedan». Los militares consideraban el nombramiento de Niccoliní como una prueba más de la influencia de Evita. Perón Insistió en que ni siquiera se habla enterado; el nombramiento lo habla firmado Quijano, su ministro del Interior, un radical que habla sido una de las primeras conquistas del peronismo. La insistencia le pone tan furioso que al día siguiente, cuando va al Ministerio de la Guerra, acompañado de su fiel Mercante, tira la gorra al suelo: un gesto similar al que había llevado a cabo cese búfalo, de Braden sólo dos meses antes. Ese día Perón cumplía cincuenta años y aprovechó para recordar que habla dado treinta y cinco al ejército. Pero si se me ratífíca la confianza serás vos el que te retires, dice a Avalos. Firma la renuncla a los cargos y la solicitud de retiro y se va a casa, donde Eva le sirve una cena fría que devora répidamente vestido con un fumolr rojo, muy en consonancia con los refinados gustos de que siempre dio pruebas aun en los momentos de mayor tensión. A sus fieles de la Secretaria de Trabajo ¡es dijo: "No les digo adiós, les digo hasta siempre". Y aunque sonaba un poco a tango había en aquellas palabras un fondo de verdad.

En el «Club Militar, de la Píaza de San Martin algunos hablan propuesto matar a Perón. Fue­ra, los liberales celebran ya de antemano su caída; es decir, los ricos, la oligarquía. Dirían luego los peronistas que se encontraron en la calle restos de caviar, pavita y champán. A la mañana siguiente Perón se fue de Buenos Aires al volante de su automóvil. Dentro, a su lado, Evita.

Un amigo les llevó a una Isla del Delta. Fue allí donde le detuvieron tres días más tarde, paseando con Evita. Eva lloró. Perón pidió Inmediatamente que le llevaran a una cárcel militar. Subió a la cañonera Independencia y le llevaron a Martin García. Desde allí, con su letra floreada, escribió a Evita: "Mi tesoro adorado: Sólo cuando nos alejamos de las personas queridas podemos medir el cariño. Desde el día que te dejé allí, con el dolor más grande que puedas imaginarte, no he podido tranquilizar mi triste corazón. Hoy sé cuánto te quiero y que no puedo vivir sin vos. Esta inmensa soledad sólo está llena con tu recuerdo... Víejita de mi alma, tengo tus retratitos en mi pieza y los miro todos los días con lágrimas en los ojos. Que no te vaya a pasar nada porque entonces habrá terminado mi vida. ...tesoro mío, tené calma y aprended a esperar. Esto terminará y la vida será nuestra... Mi alma, querría seguirte escribiendo todo el día... pero falta media hora para que llegue el vapor. Muchos, pero muchos besos y recuerdos a mi chiníta querida. Perón".

La prisión de Perón no duró mucho. Apenas lo suficiente Como para escribir esta carta. A los tres días estaba de vuelta en Buenos Aires, oculto en el Hospital Militar. Eva había quedado en el piso de la calle de Posadas. Hay quien dice que recorrió las fábricas de Avell­neda levantando a los obreros; otros, que envió a Bramuglia para pedir el habeas corpus y poderse Ir con Perón a Uruguay. Perón ya le habla propuesto casaras con ella; eso queda claro. ¿Fue ella quien le sacó del Hospital Militar, le obligó a vestirse y acudir a la Casa del Gobierno, donde la multitud que se habla congregado en la plaza de Mayo le reclamaba gritando: "Mañana es San Perón, que trabaje el patrón"? La gran jugada de Perón habla tenido éxito. Ocho días más tarde se casaron. Un funcionario de Junín se presentó en Buenos Aires y los casó, el 22 de octubre a las 19,30 (1945). Ella llevaba un traje sastre color marfil (su indumentaria, luego, preferida). Fueron en viaje de boda a La Plata, pero regresaron en seguida. Les esperaban demasiadas cosas, entre otras la gira electoral, pues la baza gigantesca de Perón, la de solicitar su retiro y firmar su renuncia, respondía al decreto que se estaba elaborando para convocar nuevas elecciones. Quijano había dimitido tembién, luego de haber firmado el decreto. Fue su último acto como ministro del interior. Ahora las puertas quedaban abiertas y Evita no se separarla de é1 jamás.

Durante la gira electoral la palidez de Evita hizo pensar que estaba embarazada. Perón no habla tenido hijos con su primera mujer; no los tendría tampoco con ella. La palidez era el preludio quizá de la enferme ­dad mortal que le aquejaría en menos de un quinquenio. Pero nadie podía prever por entonces que le quedaban cinco años de vida (más dos de supervivencia). Porque aquellos años fueron maravillosos para Evita. Sus sueños de niña se realizaban. Ella misma lo diría más de una vez. El 4 de junio, cuando Perón fue otra vez a la Casa de Gobierno, Evita iba en un coche detrás. Y ya no era Evita, la compañera. Evita, sino doña Maria Eva Duarte de Perón.

Nada más ser elegido Perón para la presidencia tiene ella ocasión de resarcirse de todos los desaires que de la sociedad burguesa ha tenido que soportar. En Buenos Aires funciona una organización, la Sociedad de Beneficencia, de la que ha sido siempre presidenta nata la esposa del primer magistrado. La junta de damas vacila en ofrecerle el cargo. Ella lo reclama. Es más, tiene la ironía de sugerirles que se lo ofrezcan a su madre. Doña Juana es por entonces una dama gruesa, con lentes de cadenita, de rostro bondadoso. Cuando las damas de Buenos Aires hacen remilgos ante el nombre de doña Juana, la esposo del presidente disuelve la sociedad, alegando que la palabra «beneficencia" le parece ofensiva y la sustituye por una fundación que lleva su nombre y que empieza con diez mil dólares, para contar en seguida millones: es el primer paso de una obra que será la obra de su vida y a la que se entregará de una forma cada vez más intensa, casi delirante.

También Perón ha visto que Eva es algo más que una compañera, que es una militante; o, si se quiere, una actriz consumada que está esperando representar su papel. Sin duda es un buen agente de relaciones públicas: joven, de bonita figura (las piernas carecen de esbeltez, pero afortunadamente se va larga), cutis pálido, hermosos ojos y hermosos bucles rubios (Perón la conoció ya rubia) que a veces, se convierten en un severo moño presidencial. El peluquero y la manicura es lo primero que recibe todas las mañanas. Lee el correo mientras se deja arreglar. Luego va a la Casa de Gobierno o al Ministerio. Perón le ha asignado un puesto en la Secretaria de Trabajo y Previsión. Almuerza en el Hogar de la Empleada, vuelve a última hora al Hogar. A veces, se canta y se charla allí hasta la madrugada; ha conservado de sus tiempos de teatro la costumbre de trasnochar.

EVA PERON EN BARCELONA

En 1947 tiene lugar el viaje a Europa. "Llevaré al Viejo Mundo un mensaje de paz y de esperanza", dice. "Iré como representante del pueblo trabajador, de mis queridos descamisados a quienes dejo el corazón".

Pero, naturalmente, tiene que representar bien a su país. Un Douglas especial de las líneas aéreas españolas, con dormitorio, salón y tocador la trasladará a España, haciendo escala en las Islas Canarias. Le acompañan su secretaria personal la señora de Guardo, Juancito, Alberto Dodero, un rico naviero y el padre Benítez que ha oficiado la ceremonia religiosa de su boda y será quien le dé la extremaunción. Al llegar a Canarias, los representantes del Gobierno del general Franco, entre los que se encuentra el almirante Carrero Blanco, la en por el Ecuador. Su peluquero, sus azafatas personales y su Inmenso equipaje le esperan en Madrid. Tras haber recorrido España y haber recibido en todas partes un sin fin de homenajes, doña María Eva Duarte de Perón vuelve a tomar el avión en Barcelona para trasladarse a Roma, donde le espera Pío XlI. «Me he enconisma en la Madre Patria, dice antes de marcharse. «El amor más grande nace en una mujer solamente cuando su corazón coincide con el ritmo eterno de la armonía eterna.- Cuando vuelva a Madrid, veinte años más tarde, lo hará metida en un ataúd.

En Roma la recibe Pío XlI. Hay quien dice que no ha salido de la entrevista todo lo complacida que debiera, aunque es -de esto no cabe duda- una creyente católica. ¿Deseaba que el Papa le hubiese otorgado un título pontificio como ha hecho con otras señoras de la buena sociedad? El príncipe Ruspoli la hace pasar a la Biblioteca donde tienen lugar las audiencias privadas y la acompaña luego a ver el Vaticano. De Gasperi y Sforza la reciben en el Quirinal. En Francia, la espera también el jefe del Gobierno. La visita a Suiza resulta fallida: se la recibe con hostilidad. Por último, atrozmente fatigada (su fatiga es tanta que dicen que ha arrojado un zapato a Dodero) va a reposar a una finca que tiene Dodero en Biarritz, antes de volver a su país. Se hacen chistes comentando su g ira: Se dice que Perón le ha telegrafiado: "Evita, besos y abrazos", subrayando el nombra utilizado como verbo. Todas las noches habla por teléfono con Perón, el cual le dice como en Martín García: "Evita, te necesito"... Un periódico francés publica un suelto malintencionado: "La star Evita Perón ha encontrado el rol de su vida. Pero su voz armoniosa que ha encantado a los gauchos, ¿calmará la sed de reivindicaciones de los argentinos descontentos?"

Esto es lo que se propone hacer nada más llegar. Y aquí empieza realmente la parte más extraordinaria de la vida de Eva Perón, que pronto será Eva Duarte a secas. Porque apenas la cenicienta se ha transformado en princesa cuando la princesa ha de cambiar de papel. Y este, el tercero y último papel que desempeñe en su vida, será el más extraordinario y el más discutido.

Evita aspiraba al papel de madonna de los humildes. El papel de la señora elegante ya lo habla cumplido. "Es un papel sencillo y agradable: vestirse, engalanarse... Ya lo hice en el cine". Sólo que ahora lo hacia en una escala mucho mayor. El viaje a Europa habla sido para la cenicienta de Junín como el baile del príncipe. En su guardarropa se amontonaban los trajes de Dior, Fath, Balenclaga, los zapatos hechos en Florencia por Ferragamí o en París por Perugia, las joyas de Van Cleef y Arpeis. Se comportaba como una diva. A Pío XII le habla hecho esperar; habla hecho esperar al Caudillo de España, simplemente porque no le gustaba el peinado y decidía a última hora hacérselo cambiar.

Pero a la vuelta de Europa, como sí tuviera el presentimiento de que habla de vivir poco, su conducta se transforma. Se entrega de lleno a su obra de la Secretaria de Trabajo y Previsión. El aparato que presidía sus movimientos era grande. Aunque ella se proclamase constantemente criatura de Perón -" todos o casi todos tenemos un día maravilloso; para mi fue el día en que conocí a Perón"-, lo cierto es que la gente sabia que el camino más rápido para llegar a Perón pasaba por Eva. Si antes de casarse su influenia era grande, después de la boda y una vez llegado Perón a la Presidencia su influencia fue aún mayor. Los ministros lo saben, los negociantes cuentan con ello. Se dice que ella ordena a los ministros: "Che, conejito, traeme una taza de café". Una llamada telefónica "¿Quieres hacerme un favor?"- de ella cambia el rumbo de una empresa.

Finalmente, lo saben también los humildes, y en este sentido -ya por los mismos sentimientos que le hablan hecho enfrentarse con la olígarquía, ya por auténtico amor y preocupación-, nunca una mujer en la cima del poder hizo, como ella, tal labor y sobre todo de tan apasionada manera.

Durante horas y horas pasaban por la Secretaría de Trabajo, por la Fundación, los necesitados. Todas las miserias humanas se ponían en movimiento; el patio de Monipodio, también. Pero ella tenía instinto y no era raro que alguno saliera a la calle a viva fuerza. El paralítico que necesitaba un sillón, la viuda que no tenía ofícío ni beneficio, el albañil que no podía dar de comer a sus hijos, la huérfana que no tenía asidero ni cobijo o simplemente la señorita venida a menos que no podía pagarse unas clases de corte y confección, era raro que no encontrara remedio en el acto. Bastaba un simple gesto al cajón, gesto a veces repetido: uno, es poco, toma doscientos pesos más..... Y los doscientos pesos podían ser doscientos mil. ¿De dónde provenía el dinero? ¿De las Cajas de Ahorros? La marea subía de los suburbios, acudía de los pueblos más alejados, venia de las provincias: se lanzaban a sus pies, querían besar su mano... Era un espectáculo conmovedor e Inquietante.

Evita iba a ser, ella también, conmovedora e Inquietante. Su palidez, su flacura se acentúan. Trabaja demasiado, le conviene descansar. Cuando se lo dicen a Perón, Perón responde: "¿Y qué vamos a hacerle? Es lo que a ella le gusta". Vuelve a trabajar de noche, hasta altas horas de la madrugada. Su autoritarismo se exacerba, a medida que la enfermedad crece, enfermedad en la que no quiere creer, que no acepta, pero que empieza a cebarse en su esbelta figura. "Me gusta el desorden; el desorden es mi medio normal", dice para justificar su método de trabajo que en realidad exige un desgaste enorme No hay papeleo, no ha y burocracia. Su popularidad alcanza aspectos legendarios, aunque en realidad no hace más que empezar. Inaugurando el local del Sindicato de Taxistas sufre un desmayo. No, no está en estado de buena esperan za. lvassinevich, que desempeña también la cartera de Educación dice que no es posible diagnosticar. La operan de apendicitis para hacer algo. Dolores, nervios. Perón sonríe, pero en el fondo se adivina su preocupación. Vuelve a su actividad, la coyuntura política es Importante y la baza fuerte sigue siendo la Secretaría de Trabajo. A Evita le siguen haciendo análisis. lvassinevlch va a ver al general: "Mi general, tiene que ingresar en una clínica, tiene que dejar esa actividad". Perón protesta: "Pero si a ella le gusta. Es lo que más le gusta. No quiere morirse en un sanatorio, de esas inyecciones largas que se mueren los ricos". No obstante, se lo dice a su mujer. Elia se irrita, despide a lvassinevich. Y acaba por ser la mejor cliente de la políclínica que lleva su nombre y el nombre de Perón.

El Congreso había aprobado la concesión del voto a la mujer, una promesa electoral hecha tiempo antes por Perón. "Daremos el voto a la mujer.. Era una de las tantas cosas incorporadas a su programa del programa del ala liberal, que se sintió irritada hasta el punto de que Victoria Ocampo llegó a aconsejar que no votaran, ella que durante tantos años había sido la campeona de los derechos de la mujer. "¿Cómo van a votar las mujeres en un país de machos?" Victoria habla luchado durante mucho tiempo por borrar esa afrenta y ahora se veía arrebatar su mejor triunfo por Evita que habla gritado en Europa: "Soy la esperanza de todas las mujeres del mundo".

En cambio, tuvo que renunciar a la Vicepresidencia. "Soy un pobre gorrión; es él quien me hace volar", insistía Evita. Pero hasta la Vicepresidencia, no. Ella podía ser el doble de Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión, pero de haberse hecho también con la Vicepresidencia se hubiera visto colocada en una situación sin precedentes: la de ser jefe de las fuerzas armadas en ausencia del Vicepresidente y eso el Ejército no lo podía tolerar. Y Evita renunció a este honor en un acto patético, teatral, en el que apareció vestida con un traje negro. Se llamó aquel día, 31 de agosto de 1951, el Día de la Renunciación y algunos llegaron a proponer que se llamase el día de Santa Evita.

El pobre gorrión tenía plomo en las alas. El "putsch" de Menéndez la habla sorprendido en la cama. A medía tarde Evita se hizo levantar, se fue a la Casa Rosada y empezó a telefonear. No podía tenerse en pie. Al día siguiente hubo que, hacerle una transfusión. Cinco minutos después de habérsela hecho pidió el micrófono y empezó a fustigar el "putchs". Era un dramático llamamiento a los descamisados y en su voz se advertía su gravedad. Había corrido la noticia de que estaba gravemente enferma, de una enfermedad sin remedio: cáncer. Médicos argentinos y extranjeros desfilaron por la cabecera de su cama intentando salvarla. Tarea imposible. La anemia la devoraba, exigía continuas transfusiones .El 12 de noviembre, cuando fue internada en el políclínico que llevaba el nombre de su marido, una multitud Interrumpió el tránsito, le llenó la ambulancia de flores. Al día siguiente se llevó a cabo la operación. Está el doctor Finocchiettí y el famoso cancerólogo americano, doctor Pack, a quien se dice que se le ha pagado con una selección de toros de raza. Le extirpan el órgano femenino completo: la operación dura cuatro horas y es preciso practicarle luego una nueva transfusión.

La enfermedad había despertado la fe de Evita. Ella siempre había sido una ferviente católica, pese a que en algún banquete se sentara junto al cardenal Copello con los hombros desnudos (era la moda de entonces). En cierta época Perón se aficionó al espiritismo y el medium Menottl dirigía las sesiones que se celebraban en el yate presidencial Tegara. "A vos que andás enferma te conviene conversar con ese hombre", había dicho a Evita, y Evita: "No quiero emporcarme como vos con cosas mal hechas" había respondido, tajante.

El 11 de noviembre votó desde la cama y su foto fue reproducida en todos los periódicos del mundo. El peluquero habla hecho, sin duda, una obra de arte; no obstante, los estragos de la enfermedad eran visibles. A primeros de diciembre el general la sacó a pasear. Conducía él mismo al volante, como en aquella ocasión que terminó en Martín García. En los templos se hacían rogativas por ella, se iba a Nuestra Señora de Luján, a Rosario, se entraba de rodillas hasta el altar mayor, se asistía a misa bajo la lluvia.

Pero no hubo milagro para Evita. Recae y Perón la lleva en automóvil hasta la Casa Rosada el día de la jura, el 4 de junio. Es la última vez que va a la Casa Rosada: ya no volverá a salir de su habitación, le quedan quince días de vida. El final se acelera, se ¡a o y e gritar. Se queja: "Soy muy chiquita para sufrir tanto". Tiene treinta y tres años cumplidos aquella primavera. Perón me cubre el rostro con un pañuelo perfumado. Ella le llama: "Viejito, vení, arregláme la almohada". La familia Duarte se agrupa en torno a ella, acongojada. Y es en esos momentos cuando se produce ya en torno a la cama, como se produce en torno a 'la cama de todos los agonizantes, la separación; la separación que conducirá a Juancito el bondadoso, hidalgo y débil Juancíto al suicidio, a un año de distancia. Hay un momento en que Evita grita y se pone de píe. No quiere morir, es demasiado joven para morir así. "Quítate la máscara, le dice a su marido. Quiero verte un poco, todavía"

El 26 recibe la extremaunción de manos del padre Benítez, jesuita, el mismo que los habla casado siete años antes, no mis. Está agotada, no siente ya el dolor; no lucha. A las 1é entra en coma. A las 20,15 vuelve en si un momento. A las 20,30 muere. Todas las campanas de la Argentina tocan a duelo. En la calle alguien ha visto su rostro en la luna. Un médico aragonés, Pedro Ara -el mismo que arregló. el cadáver de Lenín- entra en la habitación y la embalsama. Estaba amortajada con una túnica lila y lleva en las manos un ramo de orquídeas. El ramo será sustituido todos los días mientras está expuesto su cadáver en la CGT. Fuera, la multitud espera bajo la lluvia la ocasión de verla. Se fantasea hablando de canonización. En Chivilcoy le han hecho un entierro simbólico en el panteón familiar de los Duarte. Al fin podrá estar con su papá.

A la caída de Perón, tres años más tarde, el cadáver de Evita desaparece de la CGT, donde desde entonces habla estado permanentemente expuesto. Cuando Perón sale de la Argentina, el cadáver desaparece. Y a su alrededor sería una nueva leyenda. ¿Oué se ha hecho de él? Hay quien dice que fue llevado a un banco, otros que a un cementerio provincial. No falta quien afirma que fue arrojado al mar. Pero estos últimos se equivocan: quince o diecisiete años más tarde, el cadáver de Evita fue sacado del país por un franciscano, con nombre supuesto, y enviado a Roma, donde ha estado enterrado todos estos años, también bajo nombre supuesto... Todo ello asegura la contínuídad de la leyenda.

LA AVENIDA 9 DE JULIO LLENA DE PERONISTAS

Texto del artículo de la revista HISTORIA Y VIDA NO.49 escrito por Lola Aguado en abril de 1972.



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