Eva Duarte conoce a Juan Domingo Perón


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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Cómo conoció Eva Duarte a Juan Perón

Explicado por el propio general Perón, en su libro autobiográfico "Yo, Juan Domingo Perón".

El sábado 13 de enero de 1944, un violentísimo terremoto -acaso el más catastrófico de la historia sísmica de América desde el que destruyó San Francisco en 1906- asoló la ciudad andina de San Juan, en la República Argentina.

El terremoto (recordará Juan Domingo Perón veinte años más tarde) fue muy grave, muy grave... Hubo más de ocho mil muertos y la mitad de la población sufrió heridas y mutilaciones. No quedó una casa en pie. Fue el más grave terremoto que ha sufrido mi país, sobretodo teniendo en cuenta que su epicentro coincidió con una capital de provincia con más de ciento veinticinco mil habitantes. ¡Una cosa terrible fue!

Esta próspera y floreciente población había sido fundada en el siglo XVI por el capitán español Juan de Jufre y conservaba verdaderas reliquias arquitectónicas de la época colonial. En medio de un caos de piedras y hierros retorcidos, sólo la catedral dieciochesca, bien que agrietada y gravemente dañada, emergía su airosa silueta. "Un fuerte hedor sale de las ruinas y enrarece el aire -escribió un testigo tres días más tarde-; la cremación de los muertos en los descampados próximos densifica esta atmósfera insoportable."

El Gobierno del fronterizo Chile, cuya ayuda fue eficacísima, lanzó en los primeros instantes, desde el aire sobre las proximidades de la ciudad, víveres, medicamentos y tiendas de campaña; envió siete aviones -y organizó una caravana de ambulancias y camiones con 25 toneladas de medicinas en socorro de los damnificados.

En Buenos Aires, el gobierno tomó desde el primer día medidas urgentes y decisivas; y, mientras se encargaba al Ministro de Interior, general Perlinger, que se trasladase a la desventurada ciudad para dirigir in situ el salvamento, se encomendó a otro de los miembros del gabinete la organización de una gran campaña nacional para recaudar ayuda en beneficio de las víctimas del siniestro. Este hombre debía reunir condiciones de mando, capacidad de organización y, sobre todo, virtudes persuasivas, dotes oratorias y poder de convocación para llegar al corazón de los argentinos. Fue elegido para ello, el secretario de trabajo y Previsión Social, coronel Perón.

El diario ABC, de Madrid, publica el 18 de enero de aquel año una crónica de su corresponsal en Buenos Aires, Manuel Góngora, de la que entresacamos estos párrafos:

"El coronel Perón, secretario de Trabajo y Previsión, con voz entrecortada por la angustia, pero firme y recia en la promesa y en la seguridad del socorro constante, personalmente ha ido dando cuenta por radio de los detalles hasta ahora conocidos del terrible seismo, anunciando que el propio presidente de la República se pone en camino por avión, para llevar consuelo a los supervivientes del pueblo mártir".

Y así, en otro lugar (página 21 del mismo número), aparece este suelto: "Ayer tarde se dirigió al pueblo argentino por radio en nombre del presidente de la República el secretario de Trabajo y Previsión, coronel Perón, declarando que la situación en San Juan era grave, pues puede decirse que muy contadas casas han quedado en pie, y pidiendo la acción solidaria de todo el país en favor de los millares de familias damnificadas por el terremoto. Anunció una colecta que se inicia con doscientos mil pesos procedentes de los sueldos civiles a que han renunciado los militares que ocupan puestos en el actual gobierno. Pidió la colaboración de comerciantes, industriales, artistas y particulares de la nación entera."

Esta breve noticia de intranscendente apariencia, situada en una página interior de un diario no argentino, es ciertamente reveladora, pues marca el preludio de un acontecimiento casual que habría de influir notablemente en el curso de los años sucesivos.

Para recabar la colaboración de uno de los grupos aludidos en el texto citado (el de los artistas), Juan Domingo Perón convocó a una reunión a los actores y actrices más importantes del momento. Entre los que acudieron estaba una joven intérprete, rubia, de tez pálida y de rostro agraciado, a la que el coronel veía por primera vez en su vida y de la que desconocía hasta el nombre: Eva Duarte.

Perón cuenta este episodio del primer encuentro en dos momentos distintos de sus grabaciones. Seleccionamos el más completo, sin excluir alguna alusión complementaria de interés, contenida en el otro.

Ese día yo había citado a todos los artistas, para que colaboraran en una gran colecta, que iniciamos en favor de los que habían sufrido el terremoto. Era una cuestión de solidaridad nacional para una provincia que estaba en desgracia. Así como fueron convocados otros sectores del comercio y de la industria, se llamó también a los profesionales del arte.

Vinieron todos los grandes artistas argentinos. Ahí estaban Enrique Muhiño, Irma Córdoa, Blanca Podestá... Eran como cincuenta personas. Nos sentamos y empezamos a tratar el asunto.

Tenemos que hacer una gran colecta -les dije- y pido la colaboración de todos ustedes, que son personas conocidas por el público, que van a llamar la atención, para que salgan y recorran la ciudad pidiendo una contribución para hacerla llegar a estas pobres gentes en desgracia.

Varios respondieron; unos decían que había que hacer una cosa; otros , que otra. Entonces Eva tomó la palabra. Recuerdo que no estaba sentada en primera fila; que llevaba un traje muy sencillo, que era muy delgada, que tenía el cabello rubio, y que iba con un sombrero chiquito, como se usaba en esa época. "Nada de festivales -respondió al que lo había propuesto-; vamos directamente a pedir, sin ofrecer nada. En este momento no hay que organizar un espectáculo, ni un té, ni dada de eso, que son cosas viejas, pasadas de moda. Vamos a la calle, a los lugares públicos, al hipódromo, al teatro, a todos los lugares importantes, y decimos a la gente: "Nuestros hermanos están en desgracia, ¡vamos a ayudarles!" Tenemos que sacar dinero a los que tienen -comentó Evita-, porque a los que no tienen, no se lo podremos sacar."

Me gustó la forma de pensar y obrar (de esta mujer) -continúa diciendo Perón-. Me di cuenta que no era igual que las demás. Tenía algo muy superior a los otros por la forma de hablar y por las proposiciones que hizo. Era práctica y tenía ideas nuevas. "¡Bueno, muy bien -le dije yo entonces-, ya que la iniciativa es de usted, organícelo!" Y así fue: ella lo organizó todo.

Al estrecharse las manos, al mirarse a los ojos al despedirse, uno y otro ignoraban que se estaba cerrando un capítulo de la historia de su patria e iniciando uno nuevo. Y que en este nuevo capítulo ellos serían los primeros protagonistas.

Cuando conocí a Evita no me atrajo en ella la mujer hermosa -recuerda Perón-, sino la mujer buena. Cierto que ella reunía las dos cosas: belleza y bondad. Instintivamente me percaté de que para la obra social que yo proyectaba, la colaboración de una mujer de ese temple podría ser inapreciable. Siempre he intentado tener colaboradores con sentido, pero también con sentimientos. Desde el primer momento me di cuenta que estaba frente a una mujer que no era común, sino extraordinaria. A esto se unía la influencia de lo que había visto en Europa y pensaba que ya era hora de que la mujer interviniese en los asuntos argentinos.

Hasta ahora en nuestra patria, la mujer se estaba quietita en casa sin intervenir para nada en los asuntos públicos, por falta de derechos políticos. Como decía el viejo proverbio español: "La mujer en casa y atada a la pata de la cama."

(El general salva con indudable ingenio su falta de memoria. El verdadero refrán del que él sólo recuerda el sentido dice así: "La mujer atada y con la pata quebrada.")

Yo no pensaba así -continúa diciendo Perón-; y necesitaba, por otra parte, preparar una mujer que fuera el leader femenino de mi movimiento político: una mujer capacitada, con cultura básica suficiente, dotes naturales de intuición, de dedicación y con sentimientos para encarar una labor de esta naturaleza.

Apenas concluyó Evita su formidable labor en la colecta por los damnificados del terremoto de San Juan, le dije:

-Bueno: ¿usted qué hace, qué tiene, en qué se ocupa?

Ella me respondió que tenía que tenía una compañía teatral en la radio "El Mundo", y que había representado tales y tales obras. Entonces le pregunté:

-¿Por qué no se anima a trabajar con nosotros en la Secretaría de Trabajo?

Ella replicó que no podía dejar en la calle a los artistas y técnicos que dependían de ella.

Insistí en que tomara el tiempo que fuera necesario para solucionar ese problema y cuando lo hubiera resuelto se viniera a colaborar con nosotros en la Secretaría de Previsión Social, donde yo le daría un cargo.

Pasados ocho días, vino y dijo: "Estoy dispuesta a trabajar." Y así empezó nuestra colaboración.

Mis ideas político-sociales -dice nuestro biografiado- las adaptó Evita influyéndolas con su sentido femenino hasta el punto de crear en ellas un segundo "yo". Cerca de tres meses estuvo trabajando conmigo en la Secretaría de Previsión.

Mi despacho estaba rodeado de cuatro o cinco habitaciones donde trabajaban mis colaboradores más inmediatos: un director de trabajo, un director de acción social y otros cargos semejantes. A esto agregué una Secretaría femenina para tratar todo cuanto se refiriera a la organización del trabajo y de la Previsión Social de la mujer. Y ahí puse a Eva al frente de este departamento. Con ese motivo, estábamos en contacto todo el día, ya que el conjunto de los trabajos yo los despachaba y contrastaba directamente con los cuatro secretarios. El contacto laboral permanente y la identidad de sentimientos fue uniéndonos paulatinamente en el trabajo y en los ideales para conformar una sola personalidad con nosotros dos. Ella veía en mí al líder. Y yo aspiraba convertirla a ella en la cabeza del movimiento peronista femenino. Y no me equivoqué, pues con el tiempo la sección femenina del peronismo llegó a ser tan grande como la masculina; o mayor.

Durante aquel tiempo nuestra vida privada estaba totalmente subordinada al quehacer político y social, convertido para nosotros en una verdadera tiranía a la que nos sometíamos como a una misión. Evita, en estos primeros tiempos, no se cuidaba mucho de su presencia ni aspiraba a pasar por una mujer elegante. Iba a trabajar, y trabajando todo el día no tenía mucho tiempo para cuidarse ni para atender su modo de vestir. Muchos de los dirigentes sindicales de aquel tiempo (tal vez el 75 por ciento) eran comunistas. Evita tenía con ellos discusiones violentas. Recuerdo que una vez, casualmente, el representante del gremio bancario, que era comunista con el nombre de socialista, como hay muchos, le faltó al respeto y ella lo echo a carterazos de su despacho. Los que estaban con Evita tiraron al comunista por la ventana. ¿Afortunadamente para él era una planta baja! Evita no podía sufrir que me calumniaran; sí que me combatieran; pero que me calumniaran, no. Yo, en cambio, nunca hice mucho caso a esas pequeñeces. Cuando uno tiene una finalidad superior, no tiene por qué detenerse en esas minucias. Como dice un refrán árabe: "Tarde llega a su casa el que se detiene en el camino a arrojar piedras a los perros que le ladran."

Muchos han pensado que los conceptos de la doctrina del justicialismo se debieron a la ayuda de Evita. No. Ella fue una formidable impulsora de ideas que me eran propias. O la opinión abandona al capitalismoo el mundo cae en el comunismo. Y como no creo que la solución para los pueblos sea la comunista, creamos una doctrina propia, porque para derribar a una doctrina como es el comunismo hay que enfrentarla con otra que sea mejor.

Los meses siguientes fueron intensísimos. Y sin riesgo de errar, en ellos hay que buscar la clave del movimiento popular que le llevó a la más alta cima del poder. Evita, que -según Perón- "No tenía inicialmente ideas muy definidas de las cuestiones sociales", asistía a lo largo de este tiempo a los discursos que el coronel pronunciaba ante los dirigentes obreros que llegaban a su secretaría, en la que les iba imbuyendo de los rudimentos del Justicialismo, doctrina que -según confiesa- tenía ya por aquel entonces "más o menos pensada y estructurada".

La compenetración política y humana a la que llegarían estos dos seres merece, incluso por parte de sus adversarios, el máximo respeto. Pocos hombres públicos a lo largo de la historia podrían jactarse de haber tenido una colaboradora tan ardientemente entregada a sus deberes como la tuvo Juan Domingo Perón con la que fue hasta su muerte compañera de su vida.

Obra en nuestro poder una carta tiernísima y exaltada de Evita que demuestra con elocuencia cuanto decimos y que comienza así.

"En este día jubiloso para los humildes, para el pueblo, para tus descamisados, para nuestros fieles descamisados de las horas amargas y de los días felices; en este día de gloria para la Patria justa y libre que soñaste y que realizaste con tan acendrado amor, he querido materializar en alguna forma toda mi gratitud de mujer humilde de tu pueblo , a la que quisiste con generosidad otorgarle el singular privilegio de compartir a tu lado tus luchas y tus sueños de patriota..."

Al terremoto geológico de los Andes va a suceder enseguida el terremoto político que habían de protagonizar de consuno Eva Duarte y Juan Domingo Perón.



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