DEFENSA GENERAL DE EVA PERÓN: "Detrás de la calumnia"


Eva Ibarguren EVA IBARGUREN EVA DUARTE EVA PERON EVA PERON EVA PERON EVA PERON

María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

Visión óptima con Internet Explorer

Este artículo fue escrito por Ernesto Frers, escritor argentino radicado en Barcelona desde 1977 y autor, entre otros textos, de una biografía novelada de Evita. Es un artículo titulado DETRAS DE LA CALUMNIA que es una respuesta general a todo lo que se escribió en contra de Eva Perón en diferentes diarios y revistas españolas, a raíz del estreno de la opera rock "Evita" en su versión española interpretada por Paloma San Basilio en el papel de Eva Perón en 1980.

DETRAS DE LA CALUMNIA

Para cualquiera que se acerque sin preconceptos al estudio del período que va desde 1944 a 1952, en la Argentina, queda claro que la personalidad de Eva Perón y el papel que ella jugó en ese trozo de historia, son mucho más complejos que la imágen frívola y superficial que siempre se ha querido ofrecer a los públicos europeos. La prevalencia de esa visión acartonada y maniquea no responde sólo a la obra de periodistas mal informados, escritores desaprensivos y dramaturgos ávidos de éxito. En realidad, es una respuesta política ante el rol jugado por Evita dentro del Peronismo y por el Peronismo dentro de la politica argentina. Pero si bien es cierto que Eva Perón y su imagen repercutieron central y fundamentalmente sobre la sociedad argentina, y fue la oposición interna la que inventó la absurda fábula de "la ambiciosa amante del tirano sangriento", dicha versión tuvo amplia y exitosa difusión en otras latitudes, muy precisas, donde mantuvo su vigencia a lo largo de tres decenios y renace hoy vivificada, aunque sin el más mínimo intento de revisión. Ello obedece también, directa o indirectamente, a motivos políticos. Pero vamos por partes.

La irrupción del peronismo dentro del proceso histórico-social argentino, pone en peligro todo el tinglado político anterior. Interpretando a su manera la claúsula constitucional que advierte que "el pueblo no delibera ni gobierna, sino por medio de sus representantes", el estamento político nacido y acuñado en las clases altas y medias luchaba más o menos caballerescamente por asumir esa intermediación, olvidando más que a menudo los verdaderos intereses de sus representados. Los "doctores" de uno u otro bando se disputaban bancas parlamentarias, gobernaciones y ministerios, dentro de un juego político duro pero claro: los demás estaban fuera de ese juego. El pueblo era invocado siempre, pero nunca convocado, como no fuera ese día cada varios años en que debía depositar su voto en comicios casi siempre fraudulentos y signados por la violencia y el matonismo de los "patotas" electorales de los principales partidos. La "ciudadanía" o la "clase obrera", según el signo ideológico del candidato eran entelequias empadronadas que poco tenían que ver con la realidad de los hombres, mujeres y niños que habitaban el extenso territorio del país, y que veían sucederse los gobiernos sin que cambiara su situación. En la década del 40, ese sistema estaba integrado tanto por el Partido Conservador, brazo político de la oligarquía ganadera, como por el Partido Radical, vocero de las clases medias y la pequeña burguesía, por un socialimo moralizante y europeísta y un Partido Comunista obediente a la estrategia internacional de la Unión Soviética.

Obviamente, no desconocemos las diferencias ideológicas entre unos y otros, ni ignoramos la calidad y buena intención de algunos dirigentes y muchos militantes de los partidos democráticos y de izquierda. Sólo señalamos que el pueblo, como tal, no participaba de esa estructura política que discutía y decidía su propio destino y el del país.

El movimiento obrero, que llevaba ya medio siglo de luchas reivindicativas, reflejaba en buena medida los méritos, limitaciones y enconos mutuos de la izquierda política. El peso de la afiliación y la militancia sindical recaía en gremios "ilustrados" y de origen principalmente inmigratorio europeo (como los ferroviarios, gráficos y otros) pero no reflejaba a la inmensa masa de trabajadores menos especializados, jornaleros, rurales, migratorios y semiocupados, que se extendía por todo el territorio nacional y que habrían de formar la base de "cabecitas negras" sobre la que se apoyaría el peronismo. La presencia política de los sindicatos era apenas testimonial, su acción reivindicativa azarosa y repercusión popular escasa. Desde el punto de vista del sistema, el sindicalismo pertenecía más a la órbita policial que a la estructura socio-económica del país. Pero al margen y por debajo de los gobiernos, los partidos y los sindicatos, esas masas sociales ignoradas habían iniciado un proceso de convulsión y traslación que ya no encajaba en los moldes del viejo país liberal.

El advertir ese fenómeno es el acierto político inicial de Perón. Entre 1943 y 1945, "el coronel" convoca y organiza a esas masas, apoyándose en ellas para sostener su prodigioso ascenso político, que desafía por igual a los estamentos liberales, a buena parte del ejército, a los partidos y sindicatos de izquierda y, por supuesto, a la oligarquía terrateniente y a sus amos imperialistas -Gran Bretaña y Estados Unidos- que, además, acababan de salir vencedores de una guerra mundial. La provocación que significaban el coronel y sus obreros para todo el sistema de poder establecido en el país hace crisis en octubre de 1945. Perón es destituido de todos sus cargos (el realmente urticante era el de Secretario de Trabajo y Previsión Social) por sus propios compañeros de armas, y encarcelado en una prisión naval insular en medio del Río de La Plata. El día 17, una movilización popular multitudinaria invade la ciudad de Buenos Aires desde el cinturón de industrias y chabolas que la circunda, se concentra en la Plaza de Mayo durante varias horas hasta obtener la libertad y la presencia del coronel Perón. Por primera vez en la historia moderna, el pueblo había ganado la calle masivamente con un objetivo claramente político, y además lo había conseguido. Esa misma noche, Perón anuncia su retiro del ejército y renuncia a los cargos que le ofrecen, para ponerse al frente del naciente movimiento popular. Con él, el pueblo pasa a jugar un papel protagónico en aquel momento político, desplazando a los viejos actores y venciéndolos en su propio juego. Porque la estrategia peronista adopta el componente más sano del sistema, la legitimación electoral, pero le añade la garantía y el resguardo de la movilización y la participación popular. El pueblo trabajador como tal es convocado a organizarse y a votar en los meses decisivos que preceden y siguen a las elecciones de febrero de 1946, cuya excepcional limpieza comicial fue consolidada por las manifestaciones populares masivas que aseguraron la entrega del poder.

Eva Perón pasa entonces a simbolizar, en buena medida, a ese peronismo callejero y "salvaje", indócil por naturaleza, que rompe las normas establecidas, grita, celebra, exige y, a veces, amenaza, ejerciendo una soberanía que le era propia según la letra de la misma Constitución. Por si fuera poco, se atribuye también a Evita un rol fundamental en el logro de los derechos civiles de las mujeres (1947) y en el nuevo peso político de las organizaciones obreras. En sus discursos, siempre exaltados y combativos, señala dos enemigos esenciales: la oligarquía (que llegó a ser sinónimo de antiperonismo) y el imperialismo. Y no deja de recordar que los partidos de la izquierda tradicional se unieron a sus adversarios burgueses en la coalición electoral que intentó coartar el acceso del movimiento popular al gobierno, con la explícita ayuda del Departamento del Estado de los Estados Unidos.

Cuando Perón asume la presidencia constitucional, el 4 de junio de 1946, todas esas fuerzas opositoras, golpeadas y replegadas, delegan tácitamente la voz y la acción formal del antiperonismo en el partido radical. No por casualidad. Desde principios de siglo ese partido, muy entroncado en la clase media, la burguesía rural y las capas profesionales y universitarias, había luchado dignamente en defensa de los intereses nacionales y populares. Pese a su decadencia, conservaba prestigio, votos y organización como para jugar un papel crítico y corrector como oposición, por su propio peso. Lo malo fue que aceptó aquella confusa delegación de las fuerzas en retirada -hay razones internas e internacionales que explican, aunque no justifican, aquel error histórico del radicalismo-, y en lugar de ser la oposición constructiva que vigilara al gobierno peronista desde el campo nacional y popular, acepta a rebajarse a encarnar "la contra" (como sabiamente lo calificó el pueblo peronista) y despegarse difinitivamente de sus bases lectorales: en 1928, el líder radical Hipólito Irigoyen fue "plebiscitado" a su segunda presidencia por el 65 por ciento de los votos; en 1951 la fórmula radical (Balbín-Frondizi) sólo obtiene el 30 por ciento y en septiembre de 1973, el 24 por ciento, en ambas ocasiones como principal opción frente a Perón.

Al asumir la defensa de los intereses de sus antiguos adversarios el radicalismo no sólo pierde su identidad política, sino que se contagia de tácticas y procedimientos ajenos a su tradición (y que, sin duda, hubieran repugnado a Hipólito Yrigoyen), al confundir la divergencia ideológica con la calumnia personal y la moral cívica con la mojigatería de solteronas. Es cierto que no contaba con muchos argumentos para criticar al gobierno peronista sin desdecir sus propios principios (por lo menos en la etapa inicial que coincide con la actuación de Evita). La prueba está en que la mayor parte de los dirigentes y militantes radicales fieles a las líneas yrigoyenista -la "Junta Renovadora"- se aliaron a Perón y lo apoyaron en las elecciones de 1946, junto a sectores de origen socialista, entendiendo que encarnaba la defensa de la soberanía nacional y la representación de las masas populares por las que luchara el extinto líder del radicalismo. También es cierto que no todos los infundios, "chistes" imbéciles y difamaciones se urdieron en los ámbitos radicales, ya que buena parte de ese dudoso ingenio nació en los corrillos de la oligarquía o en las reuniones de café con leche de la intelligentzia izquierdista. Pero cupo al partido radical el hacerlos circular masivamente entre sus bases de clase media "democrática" y bien pensante, servirlos a la división de la "gente bien" y hacerlos resonar en el propio parlamento, como si de catilinarias se tratara. Estas obras maestras de oratoria consistían en calificar de "aluvión zoológico" a la migración interna de trabajadores a las ciudades, para poner un ejemplo célebre. Aunque no faltó otro diputado que calificó a las masas peronistas de "chusma ensoberbecida".

Dentro de esa sutil artillería política, la figura singular de Eva ofrecía un blanco perfecto para proyectiles de tal calibre ideológico. Sus flancos más débiles eran los siguientes:

1. Era mujer. O sea, que pertenecía a un sexo apolítico y doméstico por naturaleza. Y si andaba metida en mitines y manifestaciones callejeras, alternando con obreros, dirigentes y militares, sólo podía deberse a los apetitos y bajas ambiciones que asaltan al sexo femenino cuando pretende apartarse de su destino de sumisión y silencio.

2. Había sido artista (de teatro, radio y cine). Para la gris y polvorienta moral de la clase media argentina de la época, sólo había dos clases de mujeres respetables: la "señora de su casa" y la "honrada trabajadora" (en realidad, mucho más respetable la primera). Pero una artista...

3. Era hija natural. Y ese estigma la hacía portadora de una dudosa amoralidad genética. La gente decente era hija de padres casados ante el poder civil y eclesiástico, ceremonias ambas que transmitían identidad legal y filosófica a los descendientes (cabe señalar que el gobierno peronista abolió esta irritante diferencia jurídica entre hijos "legítimos" y "naturales").

4. Vivió sola desde los 16 años. Y, obviamente, se mantuvo a sí misma. Lo cual, sumado a su oficio de partiquina, bastaba para deducir que se había dedicado a alguna forma de prostitución más o menos encubierta (la versión moderna de este prejuicio está claramente expresa en la ópera-rock "Evita").

5. Sedujo al coronel Perón. Como se sabe, una relación amorosa entre una mujer de 24 años y un hombre de 49, separados además por una notoria diferencia de posición social, sólo puede explicarse por seniles tendencias perversas del implicado y por tortuosas artes venéreas de la susodicha, en aras de una inconfesable ambición. Está comprobado que los sentimientos y la comprensión mutua no pueden darse entre personas de tan diversa edad y origen social.

6. Convivieron antes de casarse. Lo cual no sólo confirma varias de las sospechas anteriores, sino que constituye un público e incalificable atentado a la decencia y a la unidad de la familia. Cabe señalar que siendo entonces Perón viudo y sin hijos, no había tal familia que destruir.

7. Era inculta y con escasa educación. Gravísima falta para una aristocracia educada en Europa y una burguesía de origen inmigratorio (hija o nieta, en su mayor parte, de campesino semianalfabetos), cuyos sinos de ascenso social estaban muy marcados por el acceso a la "cultura", a través del hijo doctor o la hija maestra.

8. Pretendía jugar un rol político. Pese a todos estos nefastos antecedentes, se había encaramado al puesto más alto que una mujer podía ostentar en el país (esposa del presidente: primera dama) sin duda con malas artes, y se aprovechaba de ello para vestirse y enjoyarse de una forma que no correspondía a su origen y ni siquiera a su rango, si hubiera sabido "conservar su lugar", dado que la ostentación de riqueza estaba reservada estrictamente a la oligarquía, así como el ejercicio de la Caridad, que Evita transformó en una sospechoa e insultante Ayuda Social cuyo objetivo no era la limosna sino la justicia.

Cualquiera que tenga un poco de imaginación puede urdir, con estos elementos, una serie de suposiciones, verdades a medias, invenciones y moralejas que conformen una "historia negra", apta -en aquella época- para el consumo de las capas sociales a las que estaba dirigida. Eso fue exactamente lo que hizo la oposición política al régimen peronista. La excusas eran preconceptos socio-culturales , pero el objetivo era claramente político: difamar a Evita significaba desacreditar a los contenidos más inquietantes del peronismo, que aparecía como una fuerza avasalladora en el panorama nacional. La leyenda de la "ambiciosa amante del tirano" demostraba que en principio la dudosa moralidad del propio líder que ahora la tenía por esposa, la ingenuidad de las masas que la seguían, el fondo ambicioso y demagógico de su rol revulsivo dentro del movimiento y de las organizaciones obreras, así como la "estafa" de sus obras de Ayuda Social. En lo específicamente táctico, la "Evita negra" servía para evitar a las mojigatas capas medias la tentación de dejarse seducir por la atracción carismática de Perón como líder nacional o, más precisamente, por el indudable bienestar que les aportaba la política económica peronista en aquel período. O sea, que la clase media siguiera votando a radicales y socialistas por motivos "morales" e "ideológicos", pese al evidente auge de que disfrutaban. Hasta cierto punto, dio resultado entonces . Porque después de 1955 esas capas medias, y sobre todo sus estratos más ilustrados y lúcidos se unirán paulatinamente a la resistencia peronista contra los gobiernos militares y civiles que intentaban consolidar la dependencia, hasta desembocar en el notable trasvasamiento de 1972-1973, cuando la inmensa mayoría de los intelectuales, profesionales y técnicos que constituyen la famosa élite dorada de la clase media argentina se unen a la clase trabajadora detrás del proyecto peronista del Frente Justicialista de Libearación. Una de sus principlaes banderas era el nombre, la obra y el mensaje de Eva Perón, a quien sus padres y maestros tanto habían odiado y escarnecido. Pero eso no es todo. En la Argentina de hoy, ni siquiera los gorilas más acérrimos o los oligarcas más recalcitrantes mantienen el mito de la "Evita negra", tal cual se vende todavía profusamente en Europa. Saben que es una fábula anacrónica y demostradamente falsa, y prefieren acusarla de "exaltada", "resentida social", "idealista", "intransigente" o "fanática", defectos que, mirados desde el campo popular, fueron por cierto sus mayores virtudes.

Curiosamente, la fábula sobrevive treinta años después en Europa, da dinero a empresarios y editores y tema a brillantes plumas de la progresía. Son los mismos intelectuales, escritores y periodistas que defienden el feminismo y la libertad sexual los que -víctimas de una sorprendente metamorfosis- desempolvan viejos infundios sobre la vida sentimental de la jocen Eva Duarte o la acusan de haber llegado al poder "meneando las caderas" (A. de Senillosa) con hortera moralina de vecinas de escalera. Los mismos que se declaran fervientes partidarios de las luchas de liberación en el Tercer Mundo, insisten en confundir al movimiento de liberación más antiguo y fogueado de América Latina con el tenebroso expansionismo militar de la Alemania nazi y, puestos a analogizar, comparan a Perón con Hitler y a Evita con Eva Brown (F. Umbral), demostrando una soberbia ignorancia disfrazada de brillante frivolidad. Sin embargo, esos mismos señores, conscientes de su rol de guías de la opinión pública, se preocupan por desentrañar los complejos componentes sociales y religiosas de la revolución iraní o las complicadas motivaciones reivindicativas, nacionalistas, historicas y también religiosas que agitan al movimiento obrero polaco de Lech Walesa, sin aceptar las etiquetas fáciles que, respectivamente, las califican de "fanatismo integrista" o de "agitación contrarevolucionaria". Sin embargo, no vacilan en etiquetar al peronismo -fenómeno social igualmente amplio y complejo- como "nazismo latinoamericano", ni en calificar al general Perón de "dictador fascista", en el mejor estilo del Departamento de Estado de los años 50. ¿Por qué? ¿A qué se debe ese súbito apagón de la lucidez? ¿Ese apresurado abandono de la exigencia analítica? ¿Ese absurdo rechazo de la más elemental objetividad? Las razones son, una vez más, políticas.

Los primeros y más fervientes difusores de la fábula de la "Evita negra" en el exterior fueron Gran Bretaña y los Estados Unidos. El viejo y el nuevo imperio, enfrentados por la política de independencia económica y soberanía política propiciada por el peronismo, necesitaban pintarlo como un grupo de militares fascistas que habían asaltado el poder guiados por un dictador mussoliniano y su depravada amante. Las historias de las agencias de prensa y los best-sellers baratos nada decían de los millones de votos y el permanente clima de fervor popular inédito que los acompañaba, ni les interesaba reproducir las cifras que mostraban el mayor poder adquisitvo de los salarios en toda la historia económica argentina, ni las leyes que otorgaron justicia, dignidad y participación a las clases trabajadoras. Eso era simplemente "demagogia". La propaganda imperial se veía beneficiada por el triunfo aliado en la reciente Guerra Mundial, donde Inglaterra y los Estados Unidos aparecían como adalides de la "Democracia" contra el nazismo, disfrazando de guerra moral e ideológica lo que había sido una brutal contienda entre centros imperiales que necesitaban expandirse para sobrevivir. Los mismoas "marines" que liberaron Normandía actuaban de fuerza de ocupación colonial en América Latina; el mismo poder que exigía "sangre, sudor y lágrimas" a sus ciudadanos para soportar el bombardeo alemán, se había alimentado durante siglos de la sangre, el sudor y las lágrimas de los pueblos sojuzgados por su imperio, del que Argentina era, hasta 1940, "una colonia más" o "la joya más brillante de la corona británica", según proclamaban ufanos los politicos a sueldo de la oligarquía.

Queda claro, pues, que las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial no eran las mismas para Europa que para América Latina. Para Europa, el triunfo aliado significaba la liberación de la tétrica y criminal ocupación nazi, y el fin de una insoportable pesadilla. Para América Latina, el fortalecimiento definitvo de los centros de poder que siempre la habían expoliado. La historia demostró que el problema no era, precisamente, moral. La guerra de Vietnam o las actuales dictaduras del Cono Sur, demuestran que la defensa del "mundo libre" no se detiene ante la tortura, el asesinato o el genocidio. El nazismo no es una imbecilidad genética de los alemanes o los japoneses, sino un instrumento del capitalismo avanzado y sus centros de poder para sojuzgar al resto del mundo, dominar mercados y rapiñar materias primas.

Desde ese punto de vista y esa perspectiva histórica, acusar de "fascista" a un gobernante latinoamericano que mantuvo su neutralidad en la guerra y se negó después a firmar los acuerdos monetarios de Bretton Woods, propiciando una "tercera posición" de los paises periféricos ante la Guerra Fría es, por lo menos, falta de objetividad política e histórica.

La propaganda internacional contra el gobierno de Perón, la sensibilidad de la época y ciertas actitudes y gestos formales del peronismo pueden justificar que, visto desde Europa, apareciera como una rémora de los gobiernos totalitarios de Alemania e Italia, que hasta cierto punto también habían contado con apoyo popular. Es comprensible que los intelectuales progresistas de entonces no tuvieran muy clara la diferencia de los procesos político-económicos en los países centrales y los periféricos, la etapa superior del capitalismo que se avecinaba y la integración de la lucha de clases dentro de luchas de liberación nacional, que no responden a una confusión ideológica sino a nuevas estructuras de dominación. Pero estas nuevas líneas comenzaron a hacerse claras en la década del sesenta, con la irrupción del llamado tercer mundo en la escena política internacional, y los procesos revolucioanrios de Cuba (1959), Argelia (1962), Panamá (1968), Chile (1970-1973), Angola (1975), Irán (1979) y Nicaragua (1980), que con diversos signos y resultados marcan la insurgencia nacional en los paises dependientes como el acontecimiento fundamental de las dos últimas décadas, matizando por la "descolonización negociada" de buena parte de Africa, o la atroz guerra imperialista genocida del sudeste asiático.

Volviendo al proceso argentino, Evita muere en 1952 y el gobierno peronista es derrocado tres años después (en septiembre de 1955) por un golpe militar que disolvió el parlamento, persiguió y encarceló a dirigentes políticos, diputados y líderes sindicales, ultrajó y secuestró el cadáver de Evita, "decretó" la desaparición del peronismo de la vida política argentina, intervino los sindicatos y prohibió bajo pena de prisión la sola mención pública del nombre o la imagen del presidente constitucional más votado en la historia argentina y líder del movimiento político obviamente mayoritario. Los militares gorilas que encabezaron el golpe, o sus asesores civiles ultramontanos, de clara filiación "nacionalista", tuvieron el suficiente sentido del humor como para allanar a su asonada cuartelera "Revolución libertadora". Pronto vería el pueblo en qué consistía aquella liberación. Perón, desde el exilio, inicia la conducción de la etapa más sufrida y más heroíca del Movimiento Peronista: la Resistencia , que a lo largo de dos décadas pondría en jaque a todos los intentos de consolidar la dependencia, y en la que miles de trabajadores y militantes peronistas pagarían con la cárcel o con la vida su fidelidad al movimiento popular.

En 1956, un intento insurreccional peronista encabezado por el general Valle es sofocado por los gorilas y "ejemplarmente castigado". El gobierno militar de facto fusila sin juicio previo al propio Valle y a varias decenas de militares y obreros peronistas, con la sana intención de erradicar "los últimos restos" del movimiento nacional. Dos años después, en un imprescindible acuerdo con la clase política restaurada, se convoca a elecciones generales proscribiendo de ellas por decreto al movimiento político que había ganado todas las elecciones de los últimos doce años. A eso le llamaban la reimplantación de la democracia. Perón llega a un acuerdo con Arturo Frondizi, candidato de una fracción disidente del Partido Radical, y lo eleva a la presidencia con el apoyo masivo de los votos peronistas. Frondizi no cumple la mayor parte del pacto, pero sí permite la participación del peronismo, bajo nuevas etiquetas que no engañaban a nadie, en las elecciones provinciales de 1962. El triunfo del movimiento popular en varias provincias -avasallador en la decisiva Buenos Aires- irrita a los militares gorilas que obligan a Frondizi a anular los resultados del comicio y poco después lo derrocan y encarcelan en la isla de Martín García.

Las diferencias internas del ejército argentino (la clásica división de los represores entre "halcones" y "palomas" sobre cuál es la mejor táctica para llevar a cabo la estrategia de dominación) desemboca en un nuevo llamado a elecciones generales, con el consabido decreto de proscripción del peronismo. El candidato oficial era el general Aramburu, el presidente fusilador de 1956, transformado en un austero y moderado líder civil "moderno". Desde España, Perón ordenó la abstención y obtiene una abrumadora mayoría de votos en blanco. Sorprendentemente, el anciano candidato radical Arturo Illia se alza con la primera minoría (y por ende, es elegido presidente), frustrando las ambiciones de Aramburu y demostrando, de paso, que cualquiera sean las trampas a que recurran, los gorilas jamás podrán ganar una elección en Argentina. Esta comprobación habría de ser premonitoria. En 1966, un nuevo golpe militar derroca al presidente Illia, luego del intento de retorno de Perón al país -interrumpido por los militares brasileños en Río de de Janeiro- y una serie de huelgas y movilizaciones obreras que, a juicio del ejército, Illia no había reprimido con la necesaria dureza.

Otros siete años de dictaduira militar (los "presidentes" militares Onganía, Levingston y Lanusse, que se fueron derrocando unos a otros ante la incapacidad de controlar la creciente resistencia a insurrección popular) nos llevan a la historia reciente de la última década, que significó la consolidación definitiva del peronismo como movimiento de liberación nacional.

Hasta aquí hemos sintetizado (en un resumen muy apretado e incompleto) la historia política superestructural de la Argentina desde el derrocamiento de Perón en 1955 que, aún someramente, muestra que la contradicción principal pasa desde entonces por la lucha entre un sistema político-económico que procua mantener la dependencia, encarnado por mecanismos de represión cada vez más militarizados, al que se opone una resistencia popular encarnada mayoritariamente por el peronismo. Si no bastara nuestra interpretación, es suficiente recurrir a los diarios y documentos de la época para comprobar que todas las dictaduras militares que se sucedieron desde 1955 hasta hoy en la Argentina, señalaron en sus acciones y discursos que el peronismo era su principal enemigo político y el único obstáculo serio a la consolidación de una "salida" electoral (siempre parcial, condicionada y anticonstitucional) que diera apoyo civil e institucional al proyecto imperialista de dominación que ellas han mantenido por la fuerza y seguirían garantizando con sus tanques y metralletas.

A lo largo de esos dos decenios, la base de la resistencia popular se expresa en la clase trabajadora, que no sólo se mantiene peronista, sino que se reproduce como tal en los hijos y nietos de aquellos "cabecitas" de 1945. Las persecuciones, prohibiciones y proscripciones del peronismo durante esas dos décadas, parecieron actuar como podas renovadoras y revivificantes para el crecimiento y la solidez del movimiento popular.

Por eso, el golpe militar de marzo de 1976 es, una vez más, esencialmente antiperonista. No sólo porque usurpa por la fuerza un gobierno legal ejercido por el peronismo, sino porque su objetivo es el mismo de siempre: amordazar, eliminar, exterminar al movimiento de liberación popular, en el cual el peronismo juega un rol mayoritario y naturalmente hegemónico. A cinco años de distancia, la dictadura de las Fuerzas Armadas argentinas sigue siendo explícitamente antiperonista, como la dictadura chilena es esencial y explícitamente antimarxista. Porque ambas están allí para impedir la acción de los instrumentos políticos que pueden llevar a sus pueblos a enfrentar al imperialismo y conseguir su liberación.

A los gerentes que manipulan las multinacionales de la información y los "mass-media", les resulta arduo justificar a Pinochet, Videla, Viola y Cía. Pero pueden ayudarlos indirectamente, desprestigiando a sus enemigos, y dando cauce al coro de despistados independientes que confunden la hitoria de los pueblos con sus propios gustos y manías personales. A este nivel, el peronismo, como la Evita de los años cuarenta, muestra flancos muy débiles para la óptica de la europrogresía: orígenes dudosos, ideología ambigua, contradicciones internas, tendencias violentas y desprolijas, acatamiento a un líder, y, sobre todo, falta de correlatos claros con estructuras ideopolíticas internacionales, como el comunismo, la socialdemocracia o la democracia cristiana.

Aislado en su propia historia y geografía, renaciendo año tras año de su propia práctica, preservando su identidad en las peores condiciones, pagando uno de los precios más altos en cárceles, tortuas y asesinatos, alzándose una y otra vez contra las dictaduras, perseguido casi permanentemente en el país e incomprendido en el exterior, el Peronismo sigue luchando, desde hace ya un cuarto de siglo, para hacer realidad sus tres banderas históricas: Justicia Social, Liberación Económica y Soberanía Política para el pueblo argentino.

Por eso tuvo siempre, tiene hoy, y tendrá hasta trunfar, el apoyo mayoritario de ese pueblo. Un pueblo lúcido y fogueado, que acepta la discusión y la crítica, que conoce sus limitaciones y sus logros, que tiene conciencia del desafío histórico que actualmente enfrenta. Quienes quieran ayudarlo en su lucha, no necesitan ofender a sus líderes ni burlarse de sus reales o supuestas imperfecciones, desde la impunidad que otorga una firma conocida o una columna en la prensa.

Hay muchas formas de "menear las caderas" para complacer a los poderosos.



Aquí puedes ver otras páginas realizadas por mí sobre:

Eva Perón    Documentos gráficos de Evita    Documentos gráficos de Evita (II)    Superman (moderna)    The Spanish Superman Homepage    Superman expandido    Superman Returns    Supergirl de Peter David    Superman en España    The Man of Steel    The Great Superman Thematic Museum    Legion of Super-Heroes    Smallville    Flash Gordon y Jungle Jim Sunday 1934-1944    Dan Dare. Pilot of the Future    Prince Valiant Sundays 1037-1956    Tarzan    The Heart of Juliet Jones    El Eternauta    El Hombre Enmascarado (The Phantom)    El Guerrero del Antifaz    Pantera y Pequeño Pantera Negra    Los Diez Mandamientos    El mundo de Suzie Wong    La ciudad de Jaca en imágenes    La ciudad de Amposta en imágenes    Ava Gardner    Kylie Minogue     Kim Wilde     Hurts     Coreano para españoles    Página índice de todas mis páginas


DOLORS CABRERA GUILLENDOLORS CABRERA GUILLENDOLORS CABRERA GUILLEN

Esta página está dedicada a mi esposa Dolors Cabrera Guillén, fallecida por cáncer el día 12 de marzo de 2007 a las 18.50 y por seguir su última voluntad, ya que conociéndome, antes de morir, me hizo prometerle que no abandonaría la realización de mis páginas web.

Homenaje a Dolors Cabrera Guillén


(C) Copyright   Mariano Bayona Estradera 1999 - 2016