Visiones / Opiniones sobre Eva Duarte de Perón


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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Críticas al libro de Carmen Llorca "Llamadme Evita"

Existe un libro titulado "Llamadme Evita" escrito por Carmen Llorca y publicado por Editorial Planeta, Barcelona 1980, que aún no hemos podido conseguir para leerlo. Sin embargo, sí tenemos diversas críticas realizadas al libro que tienen que ver con aspectos o formas de ver a Eva Perón y que por lo tanto incluimos en esta sección.


Crítica de Mariano Aguirre, periodista argentino radicado en España:

La mitificación

A menos que se tenga una concepción mística y rígida de la historia nadie puede negar que la personalidad de los individuos -y mucho más si tienen el poder político- juega un papel importante en los procesos sociales. La biografía, por tanto, es un género que puede aportar importantes detalles a la investigación histórica. Lamentablemente, muchos autores se lanzan a escribir biografías con pasión u odio igualmente irracionales para colaborar en la tarea de elevar al territorio heroico a alguien o intentan convencer de su tenebrosidad. Generalmente, por este camino no se analiza la relación entre un sujeto y el contexto histórico, sino que se explica la historia a partir de la personalidad del héroe o canalla elegido.

El libro que la profesora de Historia Carmen Llorca ha escrito sobre Eva Duarte de Perón sigue este último procedimiento: casi diez años de la historia de Argentina -1943 a 1952- dependen fundamentalmente de la fuerza de voluntad, el amor y los resentimientos de esta mujer que, sin duda, tuvo un papel destacado en la política de ese país y en el fenómeno peronista, pero que aquí es presentada como una heroína. Así, deja de lado cualquier intento de investigación para entrar en el terreno de la fotonovela, ya que, con grandes parecidos con personajes reales, y no es casualidad, el libro acaba siendo la narración sobre una niña, hija ilegítima, nacida en la desolada Pampa argentina, que se marcha a la gran ciudad para triunfar, llegando a primera dama, líder espiritual de los pobres ("descamisados") y, justo entonces, morir joven, idolatrada y guapa.

No cabe duda de que la vida de Eva Perón tuvo muchas de estas características si se la ve desde una óptica superficial. Precisamente por ello, la única vía rigurosa para comprender su trayectoria y su imagen política, y quizá analizar por qué casi treinta años después de su muerte ha pasado a convertirse en una cara y un nombre comercial, es analizando el peronismo, un movimiento político que si bien es complejo no es imposible de comprender. Desafortunadamente, se ha creado el fantasma teórico de que el peronismo es inabordable, como si tuviese reglas cognoscitivas propias. Esto se encuentra en directa relación, por un lado, con los historiadores y políticos apologistas de este movimiento político y, por otro, por la miopía que ha tenido en general la izquierda argentina para comprenderlo.

Nos detenemos en esta supuesta ininteligibilidad del peronismo porque Carmen Llorca ha seguido dos caminos que se complementan para sustentar ese error: por una parte, colabora efusivamente en la mitificación de la figura de Eva Perón y, por otra, repite las explicaciones menos rigurosas y más arcaicas sobre el peronismo, la tercera posición entre el comunismo y el capitalismo, la doctrina justicialista, y el papel del matrimonio Perón en el proceso.

Falta información y sobra tópico

Yendo por este camino ha dejado de lado investigaciones serias que cuando no explican el peronismo· suministran datos sobre el contexto histórico que lo enmarca, por ejemplo, los trabajos de Murmis y Portantiero sobre el movimiento obrero, los de Ianni o Bambirra sobre el populismo y los múltiples existentes sobre los procesos de sustitución de importaciones que se registraron en varios países latinoamericanos, entre ellos Argentina, y que fueron el principal detonante de los movimientos populistas. Y si puede disculparse que no todos los que se interrogan sobre el peronismo acudan a esa bibliografía, resulta soprendente que una biografía de Eva Perón con aspiraciones de "objetiva y rigurosa" no cite esas fuentes.

Puesta a repetir tópicos históricos, Carmen Llorca se contenta con explicar la historia contemporánea argentina en términos del enfrentamiento entre la oligarquía y el pueblo, un esquema maniqueo que hizo estragos en los análisis sobre Argentina, ya que borra, hacia arriba, toda diferenciación en la estructura del poder político y económico y, hacia abajo, unifica míticamente a sectores sociales muy diferentes. Negando las clases sociales, es fácil llegar a decir, sin mención alguna al desarrollo capitalista argentino, que ese país tenía en 1945 un régimen de producción "feudal".

Si se intenta circunscribirse a la historia personal de Eva Perón, el resultado es similar: la exaltación del mito que, como escribió Roland Barthes, vacía de lo real los fenómenos sociales, los priva de su sentido histórico y los integra a la "naturaleza de las cosas". Como si siguiera atenta la definición de Barthes, la autora mitifica a Evita y luego la utiliza para avalar la doctrina peronista y, como de paso, al generalísimo Franco y su régimen, demostrando una curiosa concepción de la justicia social.

Para terminar, no quisiéramos olvidar el estilo: la retórica y los tópicos de novela rosa se unen para tratar de darle un tono de epopeya a la vida de Eva Perón. Además, la autora quiere ser moderna y alterna presente y pasado sin cesar, hasta que, desconcertado, el lector no sabe si vivimos hoy en 1946 o si Evita todavía no murió en 1980.

Publicado en el diario EL PAIS, Madrid, 23 de noviembre de 1980.



Crítica de Horacio Arriaga, periodista argentino radicado en España:

LA IMAGEN INVERTIDA

"Llamadme Evita": ya el título de este libro de Carmen Llorca (Editorial Planeta, Barcelona 1980), previene que se trata de una trasposición, una visión ajena, con todos los riesgos que ello supone. Evita no hubiera pronunciado la frase de ese modo castizo. A los españoles les cuesta comprender a Hispanoamérica porque la creen más próxima de lo que está, tal como sucede a los padres con sus propios hijos. Esta biografía de Eva Perón, aparecida en el oportuno momento en que el personaje adquiere una inusitada dimensión universal, motorizada por los intereses del mundo del espectáculo, reviste una significacion equivoca.

Por una parte, el libro en sí muestra un empeño laborioso de la autora por reconstruir la vida de Evita y situarla en el contorno político argentino, recogiendo aportes valiosos de algunos ensayistas, protagonistas y testigos de la época (Jauretche, Puiggrós, Sebreli, Peicovich, Luca de Tena, Areilza y otros). Pone de relieve la extraordinaria personalidad de Eva sin idealizarla, y logra transmitir una imagen vívida de su rol histórico.

Por otro lado, no logra captar más que superficialmente la realidad argentina, acumula interpretaciones contradictorias, e incurre en una serie de errores historiográficos (una supuesta relación de Evita con el GOU; maniobras fraudulentas del peronismo para ganar elecciones; que el matrimonio Perón-Eva fue una unión sin amor, etc.).

Pero lo más destacable es el trastocamiento que provoca hoy en España la recuperación de Evita desde la derecha política, a lo que este libro contribuye desde su presentación pública. La autora no oculta sus simpatías por el franquismo, y su relato del famoso viaje de Evita a la península en 1947, tiende a reforzar la idea de una solidaridad entre el movimiento de Franco y el de Perón, que ha llegado a hacer incomprensible para los españoles el verdadero significado del peronismo. Sin embargo, una atenta lectura de los documentos que cita la autora (pág. 123) revela las difíciles relaciones entre el Caudillo y Perón, incluso en ocasión del asilo de éste en España. La cuestión exige un tratamiento más profundo, que lamentablemente aún no se ha hecho. Todo hace prever que, con la polémica ya iniciada del tema Evita, la confusión no hará sino crecer.

Refiriéndose a las vísperas del 17 de octubre, Carmen Llorca habla en su libro de "este otoño crucial de 1945" (pág. 83). La gaffe no parece casual, y resulta simbólica. Así como el mes de octubre, otoñal en Europa, es primavera para el Sur de América, el nacionalismo conservador del viejo continente es la antípoda política del nacionalismo popular sudamericano. Los hábitos mentales europeos pueden hacer olvidar esta simple evidencia. Reemplazarlos por una visión menos rutinaria, sería un buen punto de partida para empezar a entendemos y poner las cosas sobre sus pies.

Publicado en la revista TESTIMONIO LATINOAMERI­CANO No. 5, Barcelona, Noviembre-Diciembre 1980.



Crítica de Rosa María Pereda, redactora de "El País":

"Contribución española al mito"

José María de Areilza presentó ayer en una comidacharla el libro de Carmen Llorca Llamadme Evita. Manuel Fraga Iribarne, en cuyo partido militó la autora, apareció a los postres silencioso y discreto, el único quizá en aquel hervidero de derechas, encendido en fervor populista, por una vez, en torno a la santa peronista.

El fenómeno Evita es seguramente uno de los más complicados de analizar y seguramente uno de los más apasionantes de cuantos han ocurrido en este siglo. Eva Perón, que ya es un mito, fue una líder, la más convincente de cuantas han aparecido en la escena de Occidente, la más masivamente amada, la más minuciosa y extrañamente odiada, la más manipulada. Ahora, al margen de consideraciones políticas, el mito de Evita sigue vivo. La opera rock de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber, lleva dos años en los carteles de Gran Bretaña y Norteamérica, y el disco, prohibido en Argentina, es un auténtico éxito comercial. Se está acabando de rodar la primera parte de Evita, la primera dama, dirigida por Mervin Chomsky y protagonizada por Faye Dunaway, y ayer mismo aparecía en los escaparates Llamadme Evita, la primera contribución española al mito, publicada por Planeta.

José María de Areilza fue el encargado de introducir el debate, que era más en torno al peronismo y a Evita que al libro, que los asistentes a la fulgurante comida de Lhardy de ayer no conocían hasta los mismos postres. El exembajador, que comenzó haciendo una encendida defensa de Eva Duarte de Perón, que luego se iría convirtiendo en la del dictador argentino, trató de dibujar el encendido perfil de la madre de los descamisados, con toda la retórica que la figura contiene. Pasión, temprana muerte, belleza, cierta debilidad nerviosa y la obstinación de carácter, que él atribuyó a sus raíces vascas.

Si Areilza consideraba a Eva Duarte "una mujer fascinante", "uno de los personajes más especiales y atractivos que he conocido", Carmen Llorca, la autora del libro, no ahorró tampoco su admiración. A la altura del consomé, la que fuera candidata al Congreso por Alianza Popular en las primeras elecciones democráticas españolas, hablaba del amor al pueblo, del espíritu de reforma social y de ayuda a los desamparados, que caracterizó a Eva Perón, de su carácter de jefa espiritual de la nación argentina, de su capacidad de actividad contagiosa y de cómo el personaje se había manifestado, se había apoderado de su pluma y hablaba por sí solo en el libro. Manuel Fraga Iribarne, esperado en la comida, pero llegado al café, se mantuvo en discreto silencio los diez minutos que permaneció en el lugar.

No así Emilio Romero, que conoció a Juan Domingo Perón y a Evita -su editorial publicó en España La fuerza es el derecho de las bestias, la autobiografía del general- y quitó importancia al personaje. De ser el alma del carisma peronista, pasaba a ser simple creación del tirano, que al intentar repetir su figura en Isabel o Estela, como se quiera, aparecía -son sus palabras- como "un gran chulo".

Una jugada inteligente inventarse un personaje mujer "menos cauto, más disculpable, más inocente y pasional". El otro le salió peor.

Y entonces, tal vez poco después, intervino quien fuera secretario general del sindicato único peronista, Raimundo Ongaro, para que la pasión llegara al climax cuando se había hablado ya del célebre trigo argentino de la posguerra española -pero no de su destino final en la Alemania nazi-, de la capacidad de Evita para el trato directo con el pueblo, de la Fundación Eva Perón, de... Raimundo Ongaro lo contestó todo: que ella no era creación de Perón, Perón lo era de Evita; que mientras ella vivió no fue posible en Argentina un golpe militar triunfante; que el peronismo fue herido gravemente -y Eva lo supo - cuando Perón se sintió más militar que descamisado. "Perón era su mujer", resumía apasionadamente. "Era como Cristo, capaz de multiplicar los panes y los peces del pueblo. Lo que pasa", diría después a sus vecinos de mesa, "es que hay un machismo hediondo".

Y así la lubina, la ternera, el soufflé. Con el café se podía empezar a pensar qué tiene este personaje que la derecha española se enciende de justicia social, de populismo, de necesidades revolucionarias. De antiburocratismo. Porque los que allí había, aparte de Femando Lara, el benjamín de la casa, que aparecía por primera vez en público, no eran precisamente de izquierda.

Publicado en el diario EL PAIS, Madrid, 22 de octubre de 1980.



Crítica de Carmen Rico-Godoy, columnista de 'Diario 16'

LA PERONA

Estábamos el sábado noche reponiéndonos de una de las horrendas películas con las que TVE destroza el recuerdo de Marilyn, cuando aparece en la pantalla un demente, un monigote parlante, un energúmeno argentino que comparaba a Eva Perón con Cristo. Era el sindicalista Ongaro, gentilmente invitado por RTVE a un programa promocional de Eva Perón. A su derecha, Carmen Llorca, haciendo publicidad de su execrable libro, escuchaba complacida la sofisma delirante de Ongaro. El embajador Areilza aguantaba estoico el chorreo verborreico. Menos mal que la profesora Uriburu, argentina también, pudo explicar con inteligencia y sensatez el desastre económico y político que Evita fue para su país.

TVE tan cuidadosa en evitarnos a los españoles programas en los que políticos y profesores debaten temas en profundidad, tiene a bien darle cancha a demagogos como Ongaro, para que evoquen y loen a Eva Perón, "primera socialista práctica" que "estaba en estado' de asamblea con el pueblo". O a señoras bien con ramalazos mussoliniamos y populistas como Carmen Llorca, que ha escrito -es un decir- una biografía de Evita que carece de pudor histórico y de rigor como el propio título demuestra. La Perona nunca hubiera dicho "¡ Llamadme Evita! ". Si acaso "¡ Llámenme Evita!", que para eso era una chica de Junín y no de la calle Serrano.

A ver si se enteran en Prado del Rey, que no estar de acuerdo con la dictadura militar argentina no significa hacer buena la siniestra dictadura Evaperonista.

Publicado en DIARIO 16, Madrid, 18 de noviembre de 1980.


Todos estos artículos fueron publicados igualmente a posterioridad en el libro "Evita. No me llaméis Fascista".



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