BIOGRAFIAS SOBRE EVA DUARTE DE PERON


Eva Ibarguren EVA IBARGUREN EVA DUARTE EVA PERON EVA PERON EVA PERON EVA PERON

María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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A pesar de las críticas que se hizo al libro de Carmen Llorca, cuando se publicó en 1980, leido ahora con otros 20 años de perspectiva, contiene muchos puntos de gran interés y por ello hemos seleccionado este capítulo de su libro para ver un poco la revolución de 1943, la aparición del GOU y la del mismo Coronel Perón que va moviendo sus piezas para conseguir sus objetivos.

LA REVOLUCION DE 1943

Los efectos de la existencia del GOU y de la preparación de Perón se vio en la revolución de junio de 1943. Ese poder que, como ya hemos visto, tenía la oligarquía, la vida feudal de los estancieros, la marginación -social cultural- de ese porcentaje demasiado elevado de hijos ilegítimos, y la sinrazón de que el 35 % de los reclutas sean rechazados del servicio militar por desnutrición en un país que salen a cinco vacas y media por habitante.

Esa nación, que en 1816 se ha separado políticamente de España, vive en una grave dependencia económica de Inglaterra. En el Parlamento inglés se dijo, durante la primera guerra mundial, «la República Argentina es nuestra mejor colonia, porque incluso se gobierna y se defiende sola». Los ferrocarriles son ingleses, los frigoríficos también, buena parte de los servicios públicos y, por supuesto, el comercio del trigo y de la carne, cuyos precios son fijados por Inglaterra. (1)

Un sentimiento nacionalista comenzó a desarrollarse en Argentina. Estaba constituido, en buena parte, por lo militantes del partido radical y por el más efectivo grupo del GOU. Muchos argentinos veían con simpatía el postulado nacionalista de aquellos jóvenes militares y desde principio contaron con numerosas adhesiones, en tanto en cuanto su política se centrase en esta principal actividad: liberar a la Argentina de la dependencia económica de Inglaterra. (2)

(1) Algunas de las mayores estancias de Argentina pertenecen a familias reales europeas y potentados del Viejo continente. Tienen extensiones de cientos de miles de hectáreas.

(2) Al terminar el régimen peronista en 1955, por otro golpe militar los seguidores de Perón decían que “Argentina es una colonia inglesa ocupada por los norteamericanos”. Grabaciones de Perón, propiedad de Torcuato Luca de Tena.

Después de trece años de gobierno militar conservador, el presidente Castillo tenía preparada la candidatura de Robustiano Parón Costas que significaba, en definitiva, la continuidad de la misma política aunque desde el cam­po civil. Fue entonces cuando los generales Rawson, Ra­mírez y Farrel dan un golpe militar el 4 de junio de 1943 mediante el cual, y sólo en apariencia, unos militares suceden a otros militares en el gobierno de la Nación.

El papel, aparentemente oscuro, que desempeña Perón en esta revolución no es más que el producto de esa for­ma hábil de comportarse Perón en la política, siempre a una discreta distancia del protagonismo mientras no esté plenamente convencido del éxito. Lo cierto es que el alma de aquella revolución, el doctrinario de la misma, el que marca sus directrices, es el entonces coronel Perón.

Para acentuar más este papel secundario que sirva para despistar a los mismos generales que han ocupado el poder, y a sus compañeros, Perón asume un cargo al pa­recer inocuo y hasta indiferente, que puede resultar como una gran excentricidad del joven coronel: transformar un servicio que no funcionaba como era el de Trabajo y Pre­visión en una Secretaria y asumir la dirección de la mis­ma. Es todo cuanto quiere Perón y ciertamente el puesto es tan poco importante que nadie le disputa la jefatura de tal función.

Esta revolución de 1943 no es como la de 1930, aunque todos sean militares de la misma graduación, pero no lo sabe nadie, no solamente las gentes del pueblo, ni siquiera la oligarquía.

Perón sabe, insisto en ello, que para llegar al poder en Argentina hay que estar apoyado por el Ejército, pero para permanecer en el mismo hay que apoyarse en el pueblo. Así pues, se pone a desarrollar sus ideas revolu­cionarias desde el puesto, transformado por él y para él, de la Secretaría de Trabajo y Previsión.

Nadie podía sospechar que desde aquel cargo pudie­se crear las bases de una operación destinada a despertar a las masas obreras y a establecer en el poder por me­dio del ejército y la familiaridad con la administración y los sindicatos, a todos aquellos que habían de ser sus más extraordinarios colaboradores cuando alcanzase la Presidencia y entre los que había de destacarse como la más eficaz, Eva Perón.

Las ideas políticas de Perón no se reducían solamente a conseguir la independencia económica de Inglaterra. Aquel hombre que había viajado por Europa en los momentos más cruciales de la misma y vislumbró la decadencia real del Viejo Continente, adivinó a la vez el inmen­so papel que su rico país podría desempeñar en el futuro de la historia del mundo.

No solamente quería convertir a la Argentina en una nación «económicamente libre, socialmente justa y polí­ticamente soberana» -según la fórmula más repetida en­tre los principios peronistas- sino que soñaba con po­nerla a la cabeza de la política internacional. Los recur­sos de la Argentina le daban la razón, pero le faltaba in­discutiblemente varias decenas de millones de habitantes para poder establecer en toda su validez su doctrina.

En este sentido Perón es un poco romántico, pero es también un cínico lo que borra en él la existencia de cualquier sentimiento, en el orden personal y en el político. Sus ideas han nacido, no solamente por la observación del curso de la historia cuya lección ha vivido en Europa, sino de la misma experiencia argentina, de su contacto con los soldados, de sus años de profesor en la Escuela Militar. Tiene un aire entre docente, cura de aldea y político cauto, que son las actitudes que un hombre, sin duda inteligente, adopta para hacerse entender de los demás, sobre todo cuando aspira a que los demás se conviertan en sus prosélitos. ésa es su gran debilidad: quiere enro­lar a la gente al carro de su vida, lo que le lleva a hacer muchas concesiones y a cometer indudables errores.

Desde su Secretaria de Trabajo y Previsión trabajó con un entusiasmo que no despertaba sospechas. Los obreros podían significar cantidades despreciables en los concep­tos tradicionales por los que circulaba la política ar­gentina.

El coronel Perón reúne a su lado a hombres como Ci­priano Reyes, un sindicalista que le llevará la colaboración y la credibilidad en él de los trabajadores. Se debe a Pe­rón la valoración de los Sindicatos, hasta entonces dis­persos en su actuación y perseguidos por los gobiernos porque buena parte de los mismos y dirigentes de los mis­mos pertenecían a los partidos socialista y comunista. También en ese sector coge Perón y la lleva a su campo a la clientela de los seguidores desesperados, porque no tenían otro campo en el que militar.

Otro de los colaboradores de Perón en dicha Secreta­ría de Trabajo fue el español José Figuerola, quien le ela­boró toda la doctrina social, le redactaba sus discursos y le organizó posteriormente la Presidencia de la Nación, cuando Perón alcanzó el poder y Figuerola llegó a desem­peñar el cargo de Secretario General de la Presidencia. (3)

(3) Figuerola se distanció de Perón, una vez cumplida su misión, porque en la constitución de 1949 se incluyó un articulado que impedía que nadie que no hubiese nacido en la Argentina alcanzara el rango de ministro.

También estuvo en la Secretaría de Trabajo, Miguel Miranda, que luego sería su ministro de Hacienda y Eco­nomía. Bramuglia, ministro de Asuntos Exteriores duran­te la primera Presidencia de Perón. Carrillo, que fue su ministro de Sanidad, médico al que Perón admiraba pro­fundamente por sus cualidades científicas y humanas, y sobre todo por su total fidelidad. Así pues, Perón estaba creando su equipo y adiestrándolo en las funciones que asumirían al llegar al poder, es decir, que organizaba una peculiarísima revolución desde dentro del gobierno, al amparo del mismo y para derribarlo en el momento ne­cesario.

Parece fuera de toda duda que en ese equipo de f re­cuentadores y seguidores de Perón figuraban algunas mu­jeres. Sabia bien el coronel la importancia de las mujeres en la política y su buen olfato acerca del poder. Su cola­boración le resultaba imprescindible si quería movilizar sectores de la población largo tiempo ignorados, pero inquietos, como era el mundo femenino con una presencia de, por lo menos, el cincuenta por ciento de la pobla­ción. Una de las oligarcas argentinas, la de Alzaga, adivi­nó en él al indiscutible líder y le prestó su apoyo, aun a riesgo de distanciarse del resto de la familia. Perón se lo recompensó en el momento justo nombrándola inspec­tora de Embajadas. María Luz Brun, una de las mujeres más interesantes de América al decir del productor de cine Pedro Quartucci. Y casi tengo la certeza de que Eva tam­bién trabajó en la Secretaria de Trabajo y Previsión an­tes de 1944, porque después de esta fecha el mismo Perón admite que Eva colaboró con él en la Secretaria y tenía un despacho en dicho departamento desde el que comen­zó a establecer sus contactos con el mundo sindical. Me baso para esta suposición en el relato de John Lack que he dado a conocer en el capitulo anterior, La herencia política, y en algunos otros indicios suministrados por las mismas actividades de Eva y de Perón.

Apoyado en estos colaboradores, seguro de su estrategia política, convencido de que el gobierno del general Ramírez no se da cuenta de nada ni llevará a cabo ningu­na revolución que pueda dar al traste con su bien traza­do proyecto, Perón adopta sus propias actitudes provo­cadoras.

Ya en enero de 1944 se nota un cierto distanciamiento entre el presidente general Ramírez y el coronel Perón. Dos decretos, dictados a comienzos de dicho año, podrían ser considerados como causa de esta situación. Uno de estos decretos ordena el establecimiento de la enseñanza religiosa en todas las escuelas del país y el otro decreto declara disueltos todos los partidos políticos. Especial­mente este último decreto le era perjudicial por cuanto en el ánimo del coronel Perón figuraba la idea de fundar un partido político, si bien entonces lo mantuviese bien oculto.

El mensaje que el Presidente de la Nación dirige al país el 1º de enero, tiene su réplica en el mensaje que el coronel Perón dirige como «Saludo a los trabajadores ar­gentinos». Se pone aquí de manifiesto que en el Gobierno Ramírez existían dos poderes y uno de ellos estaba en manos de Perón. Carece de sentido que un miembro del gobierno haga lo mismo que el jefe del Estado y que, por primera vez, los trabajadores argentinos, se vean dis­tinguidos con este mensaje dirigido especialmente a ellos.

Perón tuvo buen cuidado de comenzar su discurso con una referencia a Ramírez en estos términos: «Jefe indis­cutido e indiscutible de todos nosotros, nervio de la revo­lución del 4 de junio e inspirador y consejero de toda nuestra acción», pero a continuación precisa que «va este mi saludo cordial a todo el que trabaja en esta bendita tierra de los argentinos. Al finalizar el año 1943, por tan­tos motivos memorable y trascendental, he querido hacer llegar mi saludo a los trabajadores de todo el país a fin de que el año nuevo nos encuentre espiritualmente unidos en una inquebrantable voluntad de grandeza patria y de justicia social». Al referirse a la Secretaria de Trabajo y Previsión puntualiza que es el "presente más adecuado que podamos brindar los hombres de la revolución a los trabajadores de la patria». «El mundo convulsionado -añade- señala con terrible gravedad la virulencia de los fermentos disgregadores en que puedan cuajar el egoís­mo y la indiferencia para con las necesidades de nuestros semejantes.» A la vez les previene de que «llegan días en que parecerán absurdas y lejanas pesadillas el recuer­do del desamparo, de la injusticia, de la retribución maladecuada, de la imposibilildad para el obrero argentino de mantener con decoro una familia».

Estas declaraciones desbordan el contenido de un dis­curso de salutación con motivo de las fiestas de comien­zo de año. Lo que ha hecho Perón es lanzar su primera proclama revolucionaria al país. Solamente que siguen sin darse cuenta.

En dicho mes va a producirse un terremoto que es una de las mayores catástrofes y del que me ocuparé en ca­pitulo aparte, por su significación en la biografía de Eva Duarte. Pero los sucesos de política nacional, después de dicho terremoto, comenzaron a precipitarse. El enfrenta­miento entre el presidente Ramírez y Perón se acentúa, aunque no precisamente por el terremoto sino por la po­lítica exterior. El 26 de enero se ha producido la ruptura de relaciones diplomáticas de Argentina con Alemania y Japón y simultáneamente la prensa difunde la noticia de haberse apresado a un funcionario argentino que era, en realidad, un espía si bien no se explica formalmente a favor de quién, aunque a lo largo del período de gobier­no de Perón estos misterios de espías y de supuestos atentados florecen con una regularidad perfectamente or­questada.

El calendario de fechas hay que seguirlo con gran atención, porque el día 30 del citado mes de enero de 1944, la prensa difunde una carta dirigida al presidente Ramírez y firmada por un grupo de militares de los cuales el pri­mer firmante es Perón. (4) Estos militares afirman que ante las nuevas circunstancias surgidas -la política interna­cional- «el general Ramírez fue y es el nervio y cerebro de la revolución». Y en el párrafo final se asegura: «Si es cierto, como lo habéis manifestado con claridad meri­diana, que la Revolución no ha tenido otros jefes que los del ejército y la armada, ni otro postulado que la recupe­ración nacional y el afianzamiento de la soberanía patria, también es verdad -y lo proclamamos bajo la fe de nues­tra palabra de soldados argentinos- que fuisteis y sois vos el nervio y cerebro de ese histórico movimiento.»

(4) Los firmantes fueron: Juan D. Perón, Emilio Ramírez, Eduardo Ava­los, Enrique P. González, Femando P. Terrera, Aníbal F. Imbert, José y. Fer­nández, Tomás A. Ducó, Arturo A. Saavedra, Héctor J. Ladvocat, Aristóbulo Mittelbach. Héctor y. Noché, Antonio G. Caroselle, Rodolfo Rosas y Bel­grano, Indalecio F. Sosa, Francisco Filippi.

Este habilísimo político que es Perón aprovecha las circunstancias con una inteligencia nada común. Porque mientras afirma dicha lealtad y hace firmar a todos los militares -los que son fieles a Ramírez y los que no lo son- está preparando la sustitución de Ramírez justa­mente por haber roto las relaciones diplomáticas con Ale­mania y el Japón. Las movimientos en el gobierno no ce­san y el día 16 de febrero dimiten el ministro de Relaciones Exteriores, Gilbert, y el secretario de la Presidencia González. Unos días más tarde, el 24 de febrero, el mismo Presidente de la República, general Pedro Pablo Ramírez delega su cargo, matiz importante entre los términos delegación y renuncia. Su comunicado es escueto: «Al pue­blo de la nación argentina. Fatigado por las intensas ta­reas de gobierno, que me exigen tomar un descanso, en la fecha delego el cargo que desempeño en la persona del Excmo. señor vicepresidente de la nación, general de bri­jada don Edelmiro Farrel. Buenos Aires, 24 de febrero de 1944. Firmado: Pedro Pablo Ramírez, general de división.

El coronel Perón detrás del presidente Farrell Es sintomático y revela también la indiferencia del pueblo argentino, en su mayoría, hacia la gestión de los negocios públicos, cuando un periódico como La Prensa se limita a comentar ante estos acontecimientos: « ¡Mien­tras se respete la Constitución! »

Es cierto que se respeta la Constitución en el sentido de que no se dice nada contra ella, pero ¿cómo era la interpretación de la Constitución? Este era el tema. Y la interpretación que Perón le da a la Constitución es muy sui generis.(5)

(5) Perón rectificó la constitución en 1949 y esto provocó un malestar mayor que el de la toma del poder. En el fondo aquella sociedad podía hacer de todo, con tal de que se respetase la constitución, como muy bien decía La Prensa.

De la misma manera que Perón se ha ganado a los sindicalistas, ahora -después de la delegación de poderes del general Ramírez- trata de conquistar a los periodistas. Tras sus primeras declaraciones, para explicar la renun­cia del presidente Ramírez, en las que dice que «la in­formación libre es una institución que es necesario mant­ener para el bien de todos», aprovecha la oportunidad para anunciar que dejará sin efecto el decreto del 31 de diciembre de 1943 sobre las limitaciones de la actividad periodística. «Los periodistas -añadió Perón-, tendrán siempre abiertas las puertas de la Casa del Gobierno para que puedan cumplir su misión. La prensa puede colabo­rar con las autoridades en el propósito de unir a todos los argentinos.»

El mismo día en que Perón hace estas declaraciones -26 de febrero de 1944- Perón es designado, interinamente, ministro de la Guerra, cargo del que toma posesión en olor de multitud.(6)

(6) Dos días más tarde, el jefe del regimiento 3 de infantería, teniente coronel Tomás A. Ducó -uno de los firmantes de la carta a Ramírez haciendo protestas de admiración y fidelidad- reunió sus efectivos en la ciudad de Lomas de Zamora, pero fracasó en la intentona de suplantar a Perón. Se produce ese fenómeno en el que sus compañeros de armas creen que pue­den hacer lo mismo que Perón, pues todos eran militares, pero no todos eran tan hábiles políticos.

Perón no renuncia al puesto de secretario de Trabajo y Previsión, sino que asume todos los cargos posibles encaminado como está hacia el poder total o la conquista del mismo, y en modo alguno podría renunciar a un pues­to clave como lo era el de Trabajo y Previsión. Al contrario lo que hace es llevar a cabo la maniobra de colocar en provincias a los delegados de la Secretaría de Trabajo que son, al mismo tiempo, los jefes provinciales de la Confe­deración General del Trabajo, misión que le encomienda a Luis Avalos, mientras encarga a Carlos Imbert la crea­ción del partido justicialista.

Realizadas estas prudentes y sibilinas operaciones, Pe­rón disuelve el GOU el 18 de agosto, porque ya habla cum­plido su misión, que ha sido la de organizar el pronuncia­miento militar, mientras que a partir de este momento necesita a los sindicatos para apoyarse en los obreros a fin de mantenerse en el poder e impedir los golpes militares de otros compañeros de armas, como él mismo ha hecho contra el general Ramírez. Obsérvese cómo Ducó ha in­tentado imitarle apenas Perón ha sido designado ministro de la Guerra y cómo, el 30 de septiembre de ese mismo año, se produce un atentado contra Enrique González, el anterior secretario de la Presidencia con Ramírez, porque intentaba despojar a Perón y éste no tenía más poder para obstaculizar estos pronunciamientos que manejar a los sindicatos y apoyarse en los obreros.(7)

(7) Poco después de su juramento como ministro de la Guerra, declaró Perón que todo volvía a ser como antes en materia de política internacional. Imaginó, además, nuevamente alarmas que hizo difundir entre la población para hacer ver el riesgo que corría su persona, alarmas de intentonas que eran difundidas por C-X-16 Radio Caribe.

He aquí realizadas, en el breve período de un año, esta importante toma de posiciones hecha por Perón: sus buenas relaciones con los artistas, su amistad con los periodistas, el haber tomado sobre si la causa de los obreros con la fundación de un partido dirigido a la protección de sus intereses y, todo eso, sin haberse peleado con el estamento militar al cual pertenecía profesionalmente.

Hay que reconocer sus méritos y la visión política que tiene de su país y de los hombres.

El camino de Perón al poder parece incontenible. Al comenzar el año 1945 el diario La Prensa (8) se hace eco de los cambios que se producen en la administración del Es­tado y en la del gobierno bonaerense. Y comenta con cier­to asombro: “Casi no pasa día sin que la información respectiva registre dimisiones, traslados, nombramientos y cambios de destino.. - A lo que habría que agregar, ade­más, los ascensos en gran número anunciados últimamen­te; en una repartición que cuenta con poco más de 220 empleados han sido ascendidos 110; en otra con 1.600 fue­ron favorecidos 988. La misma noticia daba cuenta de que se hallaban a estudio 60 ascensos más en una dependencia que no debe contar con más de 80 servidores y 72 en otra cuyo personal no ha de pasar de 200 empleados.»

(8) 7 de febrero de 1945

Al denunciar esta situación no hace más que poner so­bre el tapete lo que será la política permanente de Perón: promocionar, remover de sus puestos a los sospechosos de antiperonismo, acelerar un proceso inflacionista basado en la riqueza acumulada en la Argentina tras muchos años de discreción administrativa y de ahorro, situar en los puestos adecuados a aquellos que en el momento de­cisivo tendrán que pronunciarse a favor de Perón.

Mientras de un lado realiza todos estos movimientos estratégicos, Perón es designado vicepresidente de la Re­pública, por dimisión de Lonardi y sigue sin renunciar a ninguno de los cargos anteriores de modo que Perón es vicepresidente de la nación, ministro de la Guerra y se­cretario de Trabajo y Previsión. Los rumores se acentúan en el sentido de que Perón aspira a la presidencia, cir­cunstancia que se apresura a desmentir el mismo Perón en estos términos: “Tales rumores pretenderían crear la sensación de que la normalidad constitucional estaría di­ficultada por un interés personal menguado y mezquino contrario a los elevados propósitos de la revolución. Todo ello me determina a: 1º Ratificar que no aspiro a ser pre­sidente de la República y que me opondré enérgicamente a todas las gestiones que se puedan hacer para erigirme en candidato y que procuraré que sólo la voluntad na­cional expresada en elecciones libres e inobjetables con­sagre gobernantes constitucionales del partido que ob­tenga mayoría en los comicios.»

Lo que dice aquí Perón es rigurosamente cierto porque él no quería llegar a la presidencia de la nación como Ramírez o Farrel, quería llegar por medio de unas elecciones populares y en tal sentido se movía para crear el partido y realizar todos los desplazamientos y nombra­mientos de funcionarios.(9) No quería aceptar, de acuerdo con su tesis y los principios de una revolución que sola­mente él llamaba así porque ninguno de los que la hicie­ron usaba tal término y es que Perón no se refería al pasado sino al futuro de lo que quería realizar.

(9) La constitución establecía unas normas electorales que, manejadas ade­cuadamente permitían toda clase de manipulaciones perfectamente legales. Perón conocía estas posibilidades y las utilizó al máximo transportando gente desde el interior de Argentina para instalarla en aquellas circunscripciones que le eran desfavorables, con lo que conseguía ganar, pero también estos ciudadanos se resistían después a regresar a su procedencia y se quedaron en Buenos Aires en situación precaria dando lugar a barrios miserables.

Y otra vez vuelve Perón a poner en circulación la noti­cia del oportuno complot destinado a la tenaz tarea de provocar la desunión de los argentinos y desprestigiar a las autoridades nacionales para retardar el esfuerzo bélico del país y lograr su desvinculación del resto de las naciones americanas». Se realizan detenciones, se organi­zan persecuciones para medir el alcance de su poder y aprovechar la ocasión para tener una justificación y re­mover a más gente de puestos que a Perón le interesaba fueran a parar a manos de sus fieles seguidores.

La dimensión dada a este supuesto -o verdadero com­plot-, es muy amplia por cuanto alcanza a obtener de la CGT que no se produzcan manifestaciones callejeras para celebrar la caída de Berlín, por miedo a que los enemigos puedan utilizar en su provecho estas manifestaciones de júbilo. Tales argumentos no dejan de parecer extraños pero son indicadores de que Perón encontraba dificultades en su camino y, sobre todo, quería detener toda aspira­ción de algún militar a tomar el poder por cuanto le es­tropeaban su perfecto y coordinado plan de acción.

La colaboración de Mercante, coronel, fue decisiva al prestarle su apoyo sin condiciones. La densa primavera de 1945, en la que ha comenzado o seguido la ascensión -fulgurante de Perón, es contenida después del triunfo de los aliados que sus enemigos quieren contabilizar en su favor, conociendo como conocían las inclinaciones pro totalitarias, y especialmente pro alemanas, de Perón. Era el momento adecuado para deshacerse de él, pero justamente realiza aquí Perón su primer cambio dando a entender que él defiende la democracia mientras los demás son los -que quieren imponer la represión. Y esto lo hace tan oportunamente que hasta la maniobra de quererle hacer pa­sar por ambicioso de dar un golpe no la acepta Perón por cuanto asume la participación democrática que era la única posible después del triunfo de los aliados. Todo este camino lo ha visto Perón con la antelación necesaria para no sucumbir. Y, sin embargo, en el otoño de ese mis­mo año 1945 es apartado del poder.

Capítulo IV del libro de Carmen Llorca "Llamadme Evita", que me regaló mi amigo José Samper de Cartagena, España.



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