DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


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María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS 

Evita en el Hogar de Tránsito Nº 2, hoy Museo Evita, Lafinur 2988, Buenos Aires

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De María Ernestina Alonso, Roberto Elisalde y Enrique Vázquez, historiadores y profesores de Historia, coautores del libro Historia Argentina del Siglo XX, editorial Aique Grupo Editor S.A., con numerosas fotografías e ilustraciones, 356 páginas, año 1997:

La acción social del primer gobierno peronista estuvo liderada por la esposa de Perón, María Eva Duarte.

Si bien su lugar institucional se reducía al protocolar y pasivo papel de primera dama, llevó adelante una intensa actividad pública, por propia decisión y contando con el apoyo de los sectores sindicales.

Su actividad política generó fuertes controversias en la sociedad argentina. Para los peronistas se transformó en el símbolo de la justicia social. Para los trabajadores fue Evita, la abanderada de los humildes. Sus enemigos políticos - a los que calificó en enérgicos discursos como oligarcas y vendepatrias - la llamaron despectivamente " la Eva ".

La acción de Eva Perón fue sumamente original y rompió con muchas convenciones sociales de la época. La vida pública estaba reservada para los hombres y, excepcionalmente, para las damas de la elite, que realizaban tareas de beneficencia. Una mujer de origen humilde, que detentaba una posición de poder poco clara desde el punto de vista institucional, generó el recelo y el odio de algunos sectores sociales.

Para desarrollar sus planes de acción social, Eva Perón creó una fundación que le permitió establecer un contacto personal directo y cotidiano con los sectores más necesitados. La Fundación Eva Perón, creada en 1948 en reemplazo de la Sociedad de Beneficencia, desplegó una intensa actividad: atendía pedidos individuales, creaba hogares para niños y ancianos, centros educativos, colonias de vacaciones, policlínicos, ciudades estudiantiles, proveía de materiales a hospitales y escuelas, distribuía alimentos y construía viviendas populares.

Las obras de la Fundación se solventaban con fondos provenientes de donaciones particulares, de porcentajes de ventas de entradas y de billetes de lotería, de descuentos obligatorios que se realizaban dos veces al año en los salarios y, en ocasiones, de la exigencia de aportes a empresas privadas. El manejo de los fondos y la propia iniciativa de Eva Perón le permitieron a la Fundación desarrollar una actividad que difícilmente se hubiera podido encauzar por los canales institucionales preestablecidos, sujetos a controles y trabas burocráticas.

Los beneficiados y los no beneficiados por esta política social y por estas medidas reafirmaron su peronismo y su antiperonismo.

Evita fue para los descamisados - como solía llamar a los trabajadores peronistas - quien los dignificaba y llevaba a la práctica la justicia social. Para los opositores al gobierno se trataba sólo de una actitud demagógica para conformar a los pobres, de un reparto de dádivas que le permitía a Perón ampliar su base electoral. La sidra y el pan dulce que recibían para las fiestas de Navidad y Año Nuevo eran para algunos una demostración más de que el Estado se ocupaba de las necesidades de los más pobres, mientras que para otros era una muestra de un Estado que derrochaba recursos " para manipular la voluntad de las masas ignorantes ".

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De Marcelo Rougier, profesor de Historia, magister en Historia Económica, doctor en Historia e investigador del CONICET, escritor, y Martín Fiszbein, licenciado en Economía, becario del CONICET, escritor, coautores del interesantísimo trabajo titulado La frustración de un proyecto económico - El gobierno peronista de 1973 - 1976, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 256 páginas, año 2006:

Después de 1955, la sociedad argentina se deslizó hacia un sendero de crisis política signada por la erosión de la legitimidad del orden vigente. La pregnancia del movimiento peronista en la sociedad frustró las tentativas de doblegar su fuerza política, y los sucesivos regímenes no lograron establecer una regulación institucional de los conflictos sociales. La persistencia de mecanismo coercitivos y de exclusión política debilitaba las propuestas de quienes ocupaban el gobierno, mientras la presencia de la clase obrera y de sus organizaciones reaseguraba la continuidad política del peronismo. La incorporación del movimiento obrero organizado a la arena política se había afirmado precisamente en los orígenes del peronismo, y en los años de proscripción que siguieron a su caída la fuerza social del movimiento se nutrió de la reconstrucción de su propia identidad a partir de la " resistencia " y el rescate selectivo de la experiencia vivida hasta 1955.

La fuerza del aparato sindical residió a partir de entonces en la capacidad de negociar con el Estado más que con los empresarios. No obstante, su poder de negociación procedía más de su posición como representantes de Perón ante los trabajadores que de sus propias atribuciones. Como ha señalado el historiador Daniel James, ésta era una fuente de fortaleza, pero también de debilidad, pues los dirigentes gremiales no controlaban cabalmente su principal arma de negociación.

Los distintos sectores sociales con proyectos alternativos carecían de una expresión política partidaria capaz de nuclear sus intereses. La única excepción era el movimiento obrero, que adquirió un peso político destacado a través de sus organizaciones sindicales identificadas con el peronismo, precisamente el partido proscripto.

Las dificultades para articular un régimen político hegemónico también respondían a la dinámica del ciclo económico. Las fluctuaciones de la economía reguladas por la recurrente crisis del sector interno tenían su correlato en la inestable conformación de alianzas sociales y políticas. El politólogo Guillermo O´Donnell elaboró una sugestiva y profunda ilustración de las relaciones entre la dinámica estructural de la economía argentina y las alianzas de clases.

El desequilibrio externo promovía un " pacto " entre la " gran burguesía urbana " - empresas multinacionales y monopolios locales - y la " burguesía pampeana ", que conducía a un " plan de estabilización ". Los terratenientes, que eran los principales proveedores de divisas, podían tensar la restricción externa mediante el " desaliento " productivo, forzando la aplicación de programas de ajuste. Mediante la devaluación y la restricción monetaria y fiscal se operaba una sustancial transferencia de ingresos al sector agropecuario, mientras que los asalariados y las capas más débiles de la burguesía doméstica se perjudicaban por la caída en los niveles de ingreso y consumo.

Cuando la estabilización recesiva lograba un alivio de la restricción externa se creaban las condiciones para que las capas superiores de la burguesía industrial abandonaran a los terratenientes pampeanos y pasaran a impulsar, junto con los sectores subordinados ( pequeños y medianos empresarios y sectores populares ), una política expansiva. Esa alianza " defensiva " en contra de los planes de estabilización, que tenía a su principal expresión política en el peronismo, se articulaba en torno a la defensa del mercado interno con principios y elaboraciones programáticas nacionalistas, sustentándose en la actividad de sectores populares y las entidades gremiales más importantes.

Durante la fase expansiva impulsada por la burguesía doméstica se preparaba la crisis de balance de pagos - que el " desaliento " terrateniente podía acelerar -, mientras las reivindicaciones salariales impulsadas por los sindicatos empezaban a afectar negativamente los intereses de la gran burguesía, recreando las condiciones para el " pacto " y la estabilización recesiva. Como explica O ´Donnell, los ciclos y los péndulos habían trabado la consolidación de un régimen hegemónico y de un proyecto propio de la gran burguesía.

Su oscilación quebraba la cohesión de los sectores dominantes y abría espacio político para la alianza " defensiva " entre los empresarios " mercadointernistas " y los obreros. La situación del escenario sociopolítico fue definida como un " empate ": cada uno de los actores sociales tenía poder para vetar los proyectos de los otros, pero ninguno podía dar impulso suficiente al propio.

El sin fin del empate en aquel mapa de la hegemonía, signado por el movimiento pendular de la gran burguesía, bloqueaba la posibilidad de llevar adelante un proyecto propio. A mediados de los sesenta algunos sectores políticos y de las Fuerzas Armadas creían que un Estado fuerte podría romper el empate, aplacar las manifestaciones de inconformismo social y allanar el camino para la " modernización ".

El golpe militar autodenominado " Revolución Argentina " - encabezado por el general Juan Carlos Onganía en junio de 1966 - encarnó la tentativa de resolver el dilema de la hegemonía a favor de la gran burguesía industrial. De acuerdo con los postulados del nuevo gobierno, la modernización de la estructura productiva ( el " tiempo económico " ) daría lugar a un sector industrial " racionalizado " y dinámico - el manejo de los asuntos económicos no debía ser condicionado por los problemas políticos ni por la conflictividad social -. En una segunda etapa ( el " tiempo social " ) el progreso económico " se derramaría " a amplios sectores sociales. Finalmente, una tercera etapa ( " tiempo político " ) liberaría a la Aregentina de la " faccionalidad " existente y daría lugar a una " democracia verdadera ".

Los productores rurales, que con el plan de estabilización del ministro de Economía, Adalbert Krieger Vasena, tuvieron por primera vez un lugar subordinado en la " alianza ofensiva ", fueron incrementando las presiones para mejorar sus precios relativos. Cierto compromiso con los sectores agropecuarios permitió al gobierno militar mantener el proyecto " eficientista " de la gran burguesía, pero desde mediados de 1969, las clases subalternas forzarían una nueva transmutación en el escenario político.

El fuerte autoritarismo que destilaba el gobierno militar engendró una masiva convulsión social y profundizó la crisis de legitimidad. Las luchas obreras desbordaron la capacidad de contención de la dirigencia sindical que practicaba el " peronismo sin Perón ". La tentativa del gobierno militar de tender vínculos con el sindicalismo había encontrado eco en algunos sectores pragmáticos para la negociación, que buscaron establecer su fuerza con independencia del viejo Líder. Pero las tensas relaciones con Perón y los cuestionamientos del movimiento obrero derivaron en 1968 en la fractura de la CGT entre " combativos " ( CGT de los Argentinos, liderada por el gráfico Raimundo Ongaro ) y " colaboracionistas " ( encabezados por el metalúrgico Augusto Vandor ).

En el transcurso de la década del sesenta el conflicto sociopolítico fue reconfigurado por la emergencia de nuevos actores; la radicalización de la militancia juvenil y de las bases obreras, expresada a través de la militancia universitaria y las luchas en las fábricas contra la burocracia sindical, incorporó al movimiento peronista un ideario crítico del sistema capitalista. La movilización de la juventud, que traccionaba a un vasto campo popular, partía de una mayoritaria identificación genérica con el peronismo, pero era a la vez portadora de una utopía de cambio social hacia un difuso " socialismo nacional ".

En sus mensajes de los años de exilio, evitando encasillarse en definiciones ideológicas precisas, Perón alentó a todos los que invocaban su liderazgo desde posiciones heterogéneas del arco político; combinó la ambigüedad con la manipulación táctica de distintos sectores del movimiento para amplificar su fuerza política, con mecanismos de conducción y un equilibrio de compromiso siempre inestables.

Las opciones de Juan Domingo Perón habían sido relativamente reducidas, hasta que la irrupción de la protesta en 1969 y de la guerrilla en 1970 lo colocó en el centro de la escena y le devolvió la capacidad de iniciativa. Desde Madrid, Perón intentó canalizar la movilización social para apurar su retorno; apoyó a la juventud y a la guerrilla que reivindicaban al peronismo para contrapesar el aparato político y la burocracia sindical, demasiados dispuestos a negociar con el gobierno.

El grupo guerrillero peronista más importante era Montoneros. Montoneros, fundado en 1969 sobre bases nacionalistas y católicas, tuvo su primera acción con el secuestro y asesinato del general Pedro Eugenio Aramburu, uno de los militares que había encabezado el gobierno de la " Revolución Libertadora ". Estos jóvenes cantaban a manera de ritual de reafirmación identitaria: " Con el fusil en la mano/ y Evita en el corazón/ Montoneros Patria o Muerte/ son soldados de Perón ".

Las Fuerzas Armadas Peronistas y las Fuerzas Armadas Revolucionarias habían sido creadas algunos años antes bajo la estrella de la Revolución Cubana y del Che Guevara, al igual que el Ejército Revolucionario del Pueblo ( ERP ) y la Fuerzas Armadas de Liberación, de orientación comunista marxista.

La legitimidad del gobierno militar y la dirigencia gremial se desgastaron con los agudos conflictos sociales y las acciones armadas que se sucedieron desde mayo de 1969: el " Cordobazo ", los asesinatos del dirigente sindical Augusto Vandor, del ex presidente Pedro Eugenio Aramburu y del ex secretario general de la CGT, José Alonso; el " Rosariazo ", la insurrección gremial contra la burocracia sindical ( las huelgas y ocupaciones de fábricas en Luz y Fuerza, SITRAC - SITRAM en Córdoba, SMATA y en El Chocón ). El proyecto de la " Revolución Argentina " fue rápidamente socavado: la agitación social se había inmiscuido antes de concluido el " tiempo económico ", forzando la anticipación del " tiempo político ".

En 1971, mientras se agudizaban los conflictos sociales, el gobierno militar, conducido por el general Alejandro Agustín Lanusse, se dispuso a preparar una salida democrática. En abril, días después del llamado " segundo Cordobazo " o " Viborazo " - en el que se marcó la creciente convergencia entre los sindicatos clasistas y las organizaciones armadas -, fueron rehabilitados los partidos políticos. Las negociaciones de las Fuerzas Armadas con otros actores sociales y políticos, enmarcadas en el Gran Acuerdo Nacional ( GAN ) impulsado por Lanusse, apuntaban prioritariamente a lograr una condena general a la lucha armada.

El primer paso para la apertura democrática se había dado a fines de 1970 con la formación de " La Hora del Pueblo ", un acuerdo entre los principales partidos políticos en torno a un programa reformista nacionalista y un consenso sobre la necesidad de institucionalización democrática. El gobierno reconoció la convergencia política, pero la tentativa de Lanusse de capitalizarla con una amplia inclusión de políticos en su gabinete fracasó, igual que su aspiración de ser candidato a presidente constitucional con el apoyo de sectores opositores al peronismo.

Abiertas las negociaciones con los militares en el marco del GAN, Perón sabía que el proceso conducía inevitablemente a su retorno: " En toda lucha de este tipo los ingredientes que se usan son dos: tiempo y sangre; pero si uno quiere ahorrar sangre, use el tiempo. Sobre todo si el tiempo trabaja para uno, y acá evidentemente el tiempo trabaja para nosotros ".

Como su avanzada edad hacía el tiempo escaso, adoptó la estrategia de alentar la acción armada para acelerar el proceso, mientras se distanciaba de los dirigentes sindicales más recelosos. Era la última apuesta. A partir del asesinato de Vandor y Alonso, la guerrilla peronista inició una campaña de eliminación selectiva de líderes gremiales, identificados como una casta corrupta. Durante 1972 abundaron los elogios públicos de Perón a los " muchachos " y las críticas a la burocracia sindical. Mientras se ampliaba el caudal de la " Tendencia Revolucionaria " - que se estructuraba alrededor de la Juventud Peronista ( JP ), la Unión de Estudiantes Secundarios, el Movimiento de Villeros Peronistas y otras agrupaciones -, la popularidad de Montoneros crecía notablemente. En junio de ese año Perón incorporó al Consejo Superior del Partido Justicialista a Rodolfo Galimberti, quien por ese entonces declaraba que " el poder político nace de la boca de los fusiles ".

A mediados de 1972 se conformó el Frente Cívico de Liberación Nacional ( FRECILINA ) al que se incorporaron el Partido Intransigente ( PI ), el Movimiento de Integración y Desarrollo ( MID ), la Democracia Cristiana, el Partido Conservador Popular ( PCP ) y otras agrupaciones menores del interior del país que habían participado de " La Hora del Pueblo ". La Unión Cívica Radical ( UCR ) también había sido partícipe, pero trató de conservar su independencia para diferenciarse en futuras elecciones, situación que debilitaba su posición política en tanto Perón sostenía la consigna " el pueblo contra los militares ".

En noviembre de ese año el eslogan " Perón vuelve " se hizo realidad. Su reunión con Ricardo Balbín, líder histórico de la UCR, marcó la irreversibilidad de la transición democrática. Luego de una serie de escarceos, Lanusse permitió que el peronismo participara en las elecciones, aunque estableció condiciones para impedir la candidatura de Perón. La tentativa de apertura política " maniatada " fue desbordada y derivó en una apertura democrática que excluía a Perón pero no al peronismo.

A sabiendas del recelo que ocasionaría en el sindicalismo tradicional - que había propuesto a Antonio Cafiero -, Perón optó por candidatear a Héctor Cámpora, un odontólogo enrolado en el peronismo desde 1945 que había sido diputado justicialista, preso político luego de 1955 y mantenía excelentes relaciones con el sindicalismo combativo y la Juventud Peronista. La maniobra jaqueaba lo que quedaba de la estrategia de Lanusse. Si el gobierno vetaba a ese candidato, Perón podría promover a otro aún más vinculado a la izquierda; si proscribía el peronismo podía hacer explosiva la crisis sociopolítica. De algún modo, Perón terminó imponiendo sus condiciones a los militares y los demás partidos políticos.

Una importante convergencia de sectores y agrupaciones políticas confluyó en el Frente Justicialista de Liberación ( FREJULI ), que reemplazó al anterior FRECILINA. Vicente Solano Lima, del Partido Conservador Popular, acompañó a Cámpora en la fómula, que obtuvo en marzo de 1973 el 49,5 % de los votos contra el 21,2 % de la UCR.

El 25 de mayo de 1973 no sólo retornaría la democracia sino que el peronismo ocuparía el gobierno después de dieciocho años. La proscripción, la anulación de elecciones, la intervención de las organizaciones obreras y la persecución política se habían mostrado impotentes para desalojar el peronismo de la política argentina.

Por ascendencia sobre los sectores populares, su presencia política y su tradicional búsqueda de la " armonía social ", el peronismo se había proyectado como la única alternativa para lograr la deseada desmovilización social. En la transición " lanussista " la alianza dominante terminó abiendo las puertas al regreso de Perón, y tuvo que conformarse con un indefinido compromiso de su parte a condenar la lucha armada.

En su largo exilio europeo Perón había hablado extensamente sobre construir una " democracia integrada " - un concepto político que reemplazaba el de " comunidad organizada " - basado en el acuerdo entre los dos grandes partidos representados en el Parlamento y en un pacto social entre empresarios y sindicatos. Pero el proyecto de pacificación social y " colaboración de clases " estaba condicionado por el lugar que Perón había dado a la JP para " apurar " los tiempos. El " táctico " aliento a la izquierda revolucionaria consolidó una vasta y heterogénea movilización que promovía orgánicamente las consignas revolucionarias que Perón había azuzado deliberadamente.

En la estrategia de Perón para contener y encauzar a la juventud había más que el uso táctico de su liderazgo y su carisma para la pacificación social, porque sabía que desmovilizar a esos sectores era más difícil que conseguir su movilización.

Ya cuestionada al interior de la alianza dominante por los sectores agropecuarios, la hegemonía de la gran burguesía fue quebrada por la " situación revolucionaria " a favor de la " alianza defensiva ". Esta vez, la alianza entre los sectores populares y las capas más débiles de la burguesía no estaría tutelada por la gran burguesía, replegada ante la descomposición política del régimen hegemónico autoritario.

El peronismo, que expresaba políticamente esa alianza, había llegado al gobierno, pero no podría ignorar sino brevemente el predominio económico que conservaban la gran burguesía y los terratenientes pampeanos, que - sin alternativas políticas - adoptaron una actitud inicial de colaboración y esperaron para contraatacar.

Inicialmente, el peronismo contaría además con el apoyo de la mayor parte de los partidos de oposición y una actitud de expectante optimismo en el conjunto de la opinión pública.

Pero pronto se desatarían los visibles conflictos en la heterogénea base social del movimiento. Las líneas internas y la diversidad de orientaciones que se encolumnaban detrás de Perón eran difícil de conjugar una vez en el poder. Diversas capas de la burguesía doméstica pretendían reposicionarse en el mercado interno y contar con el apoyo estatal para hacer frente a las empresas extranjeras. El sindicalismo tradicional tenía reservado un lugar orgánico en la coalición de gobierno, pero su fuerza política estaba debilitada por las divisiones interna, el creciente poder de los sindicatos más combativos y el desgaste que había implicado " el colaboracionismo ". La capacidad de convocatoria y el reforzamiento de la legitimidad sindical dependían en gran medida del apoyo de Perón. Desplazada en la orientación del movimiento por la juventud durante los últimos años, la " burocracia " pretendía ahora ocupar su lugar orgánico en la coalición de gobierno y asegurar la purga de los " elementos revolucionarios ". Los grupos juveniles sostenían una creciente movilización en las escuelas, universidades y barrios populares, y habían comenzado a tener mayor presencia en las fábricas. Los cuadros de la JP contaban con captar una cuota importante de poder dentro del movimiento y aportar funcionarios a los equipos de gobierno. De esto último estaban también pendiente los peronistas " históricos ", que habían ocupado puestos en los gobiernos anteriores. Finalmente, una variedad de intelectuales con dispares orígenes políticos que se habían incorporado al peronismo preparaban proyecto y esperaban la oportunidad de llevar sus conocimientos a la gestión pública para contribuir a la " nueva realidad " que se quería crear.

Por fuera de la declarada fidelidad a Perón, la multiforme agrupación política convocada para lograr su " retorno " apenas disimulaba sus expectativas añosas, diversas e irreconciliables.

El 25 de mayo de 1973 Héctor Cámpora asumió el gobierno. En su mensaje inaugural al Congreso de la Nación, el Presidente sostuvo que la Argentina se había " convertido en un campo de saqueo de los intereses extranjeros " y que " los empresarios nacionales estaban postrados, jaqueados por la quiebra y por la desigual competencia de los monopolios " mientras el Estado asistía " impávido al triunfo de lo extranjero sobre lo nacional ".

La JP ( Juventud Peronista ) había tenido un papel destacado en el tránsito hacia las elecciones y en el triunfo electoral, y el presidente Cámpora estaba consustanciado con la movilización social que culminaba con el retorno del peronismo al poder; esa misma noche una masiva manifestación frente al Penal de Devoto precipitó la liberación de todos los presos políticos, incluídos los miembros de organizaciones armadas.

El 20 de junio se 1973, días después de la firma del Acta de Compromiso Nacional, se produjo la vuelta definitiva de Juan Domingo Perón. El acto realizado en las cercanías del Aeropuerto Internacional de Ezeiza motivó la concentración más multitudinaria de la historia argentina; allí se manifestaron trágicamente las diferencias dentro del movimiento peronista. Desde el palco dispuesto por la comisión que organizó el acto, grupos de la derecha peronista dispararon sobre las columnas de Montoneros y otras organizaciones juveniles, dejando más de una decena de muertos y cientos de heridos.

Al día siguiente Perón abandonaba la ambigüedad e impugnaba la opción " socialista " antes alentada.

Perón regresaba con el programa del " viejo peronismo ", y dispuesto a retomar la ortodoxia doctrinaria para dirimir el conflicto político dentro del movimiento. Los partidarios de la " Patria Peronista " - los dirigentes gremiales y quienes habían rodeado al viejo Líder en sus últimos años de exilio - debían recuperar espacios en desmedro de los sectores de izquierda, y la " columna vertebral del movimiento " y los " viejos peronistas " antes menoscabados debían desplazar a la ahora llamada " muchachada apresurada ".

Cámpora y el vicepresidente de la Nación, Vicente Solano Lima, renunciaron el 13 de julio para dar lugar a nuevas elecciones en las que Juan Domingo Perón sería candidato. Alejandro Díaz Bialet - que presidía el Senado - tuvo que aceptar una misión especial en el exterior para que la presidencia interina pudiese ser asumida por Raúl Alberto Lastiri, que presidía la Cámara de Diputados y era miembro del círculo íntimo de Perón en el exilio. Los objetivos del gobierno provisional consistían en " depurar los cuadros de la administración de aquellos elementos adscriptos a la tendencia revolucionaria " y convocar a elecciones. Jorge Taiana continuó en el Ministerio de Educación, pero Esteban Righi fue reemplazado por Benito Llambí en el Ministerio del Interior; en el Ministerio de Relaciones Exteriores Alberto Vignes asumió en el lugar de Juan Carlos Puig.

El programa económico del gobierno, que la CGE ( Confederación General Económica ) fue definiendo desde mayo, apuntaba a la " colaboración de clases ". La contención de la inflación, la redistribución del ingreso y el crecimiento eran necesarios para alcanzar un objetivo esencial: frenar la radicalización social.

El equipo económico consideraba que el crecimiento no podría sostenerse en la dinámica del consumo interno; pero el aumento salarial era un dato político a priori, y sólo se podía intentar limitarlo y contener sus efectos sobre el escenario macroeconómico. Luego de un incremento general del 20 %, los salarios debían permanecer congelados hasta junio de 1975, previéndose un ajuste a mediados de 1974 de acuerdo con el incremento de la productividad. Las tarifas públicas fueron aumentadas fuertemente a comienzos de junio por razones fiscales, con una lógica diferencial que contemplaba su impacto sobre la distribución del ingreso.

Las medidas no fueron suficientes para cubrir las expectativas populares configuradas por el retorno del peronismo al poder, y el aumento salarial estaba muy lejos del 100% que Ricardo Otero había anunciado al asumir como ministro de Trabajo. El Pacto Social contrariaba además el histórico reclamo de la CGT ( Confederación General del Trabajo ) por negociaciones colectivas, y la concertación de precios y salarios resultaba contradictoria para la lógica reivindicativa del sindicalismo.

Sin embargo, la inconformidad con la magnitud del incremento salarial no generó quejas significativas. El escenario político le daba a la CGT el espacio para arrogarse la representatividad plena del sector asalariado y la llamaba a actuar con prudencia; en la campaña electoral había tenido una escasa participación - por decisión de Perón - y dentro de la coalición gobernante tenía inicialmente una relativa debilidad. En la nueva coyuntura la central obrera, que debía representar los intereses de los trabajadores, se encontraba tempranamente en una posición contradictoria, pues sus espacios de poder, así como la institucionalización de su representatividad, dependían de su vinculación a las nuevas autoridades, que requerían su adhesión al programa moderado. Inicialmente los cuadros directivos de la CGT estuvieron empeñados en modificar la desfavorable relación de fuerzas dentro del movimiento. La oposición al programa de gobierno sólo sería manifiesta en los sectores radicalizados del sindicalismo - que la burocracia obrera intentaría marginar a toda costa - y en los grupos juveniles de izquierda.

El Acta de Compromiso Nacional ( ACN ) estableció que los empresarios no podrían modificar los precios en respuesta a los aumentos salariales. Una vez trasladado el impacto del reajuste tarifario a los precios, éstos permanecerían congelados; incluso se impusieron algunas rebajas definidas por productos y por empresas, y algunas propiciadas por la Unión Industrial Argentina ( UIA ) como signo de buena voluntad.

En el contexto en el que Cámpora había llegado a la presidencia de la Nación, las medidas resultaban bastante aceptables para los empresarios y eran un alivio respecto de las peores expectativas. Aunque el gobierno tenía el objetivo declarado de reducir la participación del capital en la distribución funcional del ingreso, el apaciguamiento de los gremios y las mayores probabilidades de lograr una efectiva " estabilización " eran motivos suficientes para apoyar - cautelosamente - el programa económico. Incluso los sectores capitalistas tradicionalmente opuestos al signo político del nuevo gobierno no podían dejar de reconocer su poder de arbitraje y preferían respetar el programa intentando hacer valer sus intereses a través de la negociación; esta táctica puede reconocerse en el acercamiento de la UIA a la CGE unos meses antes de la firma del ACN y en el aval que éste recibió de la SRA ( Sociedad Rural Argentina ) y la Cámara Argentina de Comercio.

Además, el gobierno se mostraba atento a las demandas empresariales. Como se había estimado que las medidas implicarían una caída del 10 % en los beneficios de las empresas, se instrumentaron una serie de compensaciones, en especial para aquellas industrias menos intensivas en capital ( las pequeñas y medianas ). En junio de 1973 se modificó la tasa de interés, aplicando reducciones proporcionales a la importancia de los sueldos y salarios en los costos de las distintas empresas. Esta era una de las demandas " históricas " de la CGE; la central empresaria bregaba por una reducción mayor pero Alfredo Gómez Morales se opuso desde el Banco Central.

Como estaba previsto en el ACN, el tipo de cambio no fue alterado, continuó funcionando un mercado regulado y con tipos de cambio múltiples - para diferentes operaciones comerciales y uno para las financieras -. El equipo económico pretendía establecer un sistema de tipo de cambio variable de ajuste periódico ( crawling peg ) que permitiese conservar una relación de precios competitiva con la economía mundial y sostener la exportación manufacturera; pero Gómez Morales insistía en mantener el tipo de cambio fijo, tal vez confiando en el ascenso de los precios internacionales para los productos de exportación tradicionales y/o temiendo los efectos de una devaluación sobre la distribución del ingreso. Esos tipos de cambio permanecerían congelados durante toda la gestión de José Ber Gerbard, rezagándose al ritmo de la inflación.

Muchas de las medidas anunciadas en el Acta de Compromiso, como la nacionalización de los depósitos, la ley de inversiones extranjeras y la ley agraria, comenzaron a discutirse en el Congreso Nacional, a partir de mes de agosto de 1973. Las propuestas fueron duramente criticadas por la JP ( Juventud Peronista ), que señalaba que no podría esperarse ningún aumento significativo en la participación de los asalariados en el ingreso nacional. Destacaban que la burguesía nacional se beneficiaba prácticamente de la totalidad de las transferencias de ingresos provenientes del sector agropecuario y comercial exportador mientras que el resto era compartido por el capital industrial monopólico, nacional y extranjero. Tampoco esperaban de las medidas anunciadas el fortalecimiento y expansión del sector económico estatal, y estimaban que los ingresos del Estado con fines de inversión pública serían muy reducidos pues la mayor parte de los ingresos se redistribuirían al sector privado en forma de créditos. Para la JP. el " proceso económico conducido por la burguesía nacional en nuestro país concluirá presumiblemente con una conciliación con el imperialismo ". Sin presentar un programa alternativo, cuestionaban al gobierno agitando las banderas tradicionales del peronismo. Inicialmente, la presión social de los sectores de izquierda había dado mayor capacidad de negociación al equipo económico así lo destacó el economista Carlos Leyba muchos años después: " La amenaza del caos en los comienzos de nuestra gestión tenía un efecto paralizante, pero generó el beneficio inesperado de asegurar la sensibilidad y comprensión de todos los sectores que tenían algo que perder ".

También en agosto se definió la fórmula presidencial para las nuevas elecciones que se realizaron el 23 de septiembre de 1973. Perón había mantenido reuniones con Ricardo Balbín de la UCR, y sus declaraciones habían perfilado la posibilidad de una fórmula conjunta para fortalecer el acuerdo y la unidad. Las resistencias dentro del radicalismo llegaron a ablandarse, pero en la definición de la nueva fórmula presidencial del peronismo primaron las maniobras de José López Rega, secretario privado de Perón, y la reticencia de los dirigentes sindicales. El sindicalismo tendría esta vez una presencia destacada en la victoria electoral de la fórmula Perón - Perón, que el viejo Líder compartió con su tercera esposa María Estela Martínez de Perón, conocida como Isabel.

Dos días después del amplio triunfo electoral del FREJULI ( Frente Justicialista de Liberación ), los Montoneros asesinaron a José Ignacio Rucci, secretario general de la CGT y pilar del Pacto Social. Los militantes de la tendencia revolucionaria habían experimentado la violenta intervención de la derecha peronista en la masacre de Ezeiza, y Montoneros pareció cobrar venganza liquidando al líder de la " burocracia sindical ". La violencia armada golpeaba el programa de concertación, que tendría sin embargo el apoyo político necesario mientras Perón viviera.

Con el propósito de encauzar la conflictividad obrera y desairar a los dirigentes montoneros se buscó fortalecer el movimiento obrero unificado en la CGT. De ahí en más, la movilización popular no sería estimulada, con excepción de manifestaciones planificadas desde la cúpula. El desplazamiento de los sectores juveniles radicalizados se manifestó en hechos simbólicos resonantes.

El 12 de octubre de 1973, Perón se presentó con su uniforme de Teniente General - el Congreso Nacional le había restituido sus honores militares - en el balcón de la Casa Rosada, para dar su primer discurso como presidente de la Nación electo. Poco después Perón salió al balcón de la CGT junto a la cúpula sindical peronista, que incluía a Adelino Romero, Lorenzo Miguel, Casildo Herreras y otros; cuando la JP llegó al lugar entonando cánticos a favor de la " patria socialista ", Perón ya se había retirado del lugar.

El 1º de mayo de 1974 Perón llamaría " imberbes estúpidos " a la otrora " juventud maravillosa " concentrada en la Plaza de Mayo, y rearfimaría una vez más a los líderes sindicales como verdaderos representantes de los sectores obreros.

La muerte de Perón, ocurrida el 1º de julio de 1974, dejó al equipo económico sin sustento político.

En agosto de 1974 el ERP hizo una declaración de guerra contra el gobierno de Isabel y atacó una fábrica militar de explosivos y el Regimiento 17 de Infantería Aerotransportada en Catamarca. En esta provincia el Ejército intervino en la represion de la guerrilla - por primera vez sin orden del gobierno - y catorce guerrilleros aparecieron muertos.

En este contexto José López Rega, ministro de Bienestar Social, apodado " el Brujo " por sus prácticas esotéricas, avanzó sobre el gabinete económico desplazando a los " moderados " por hombre vinculados a él.

La violencia aumentaba, perpetrada por la guerrilla y por la Triple A o Alianza Anticomunista Argentina, organizada por López Rega, el ERP que había desatado una venganza indiscriminada contra militares y los Montoneros que anunciaron su vuelta a la clandestinidad. La derecha peronista, vinculada a López Rega, amenazaba : " La inconsciencia de los traidores merece un solo castigo: el fusilamiento por la espalda ".

Las especulaciones contrafácticas que sugieren que todo hubiera sido distinto si el anciano Perón no hubiera fallecido llevan al extremo la explicación política, y además, desconocen la intensidad de los intereses sectoriales en pugna. Perón había concitado inicialmente una alto consenso, pero en su breve gestión ( 1973 - 1974 ) los conflictos sociales y las luchas corporativas en el seno del gobierno amplificaron la crisis de gobernabilidad, y después de su muerte el mayor capital político de su sucesora, Isabel, era el temor generalizado frente al futuro.

La crisis política y económica había abatido el orden institucional; el caos y el escepticismo prepararon las expectativas para el golpe militar del 24 de marzo de 1976.

En mayo de 1973 la sociedad argentina se encontraba movilizada en pos de un proyecto de transformación social. Distintos sectores sociales y políticos pugnaban por un cambio en las relaciones de poder y del modelo económico vigente, y para muchos esas esperanza se expresaba políticamente en el peronismo. Por aquel entonces convivían en ese movimiento sectores sociales y políticos heterogéneos que compartían un consenso precariamente cimentado en el reconocimiento del liderazgo de Juan Domingo Perón, quien presentaba a su vez una definición amplia y general de sus objetivos. Cuando llegó al gobierno, la ambigüedad se vio acotada necesariamente por las definiciones políticas y económicas adoptadas.

Desde la victoria electoral y hasta marzo de 1976 pueden definirse tres etapas políticas diferenciadas caracterizadas por: la movilización social que acompañó al ascenso de Héctor Cámpora; la preocupación de Perón por institucionalizar las demandas sociales y lograr la desmovilización, y luego de la muerte de Perón, una tercera etapa caracterizada por los intentos de plasmar un proyecto político de derecha - con vistas al ajuste económico - que fue resistido férreamente por los sectores sindicales, una especie de veto muto que contribuiría a conformar un gran vacío político - institucional. El profundo escepticismo e indiderencia en que cayó el conjunto social frente a la frustración de las iluciones de 1973 fue el telón de fondo del nuevo golpe militar.

La frustración del proyecto peronista de 1973 - 1976 resulta doble: en primer lugar, es el fracaso del proyecto de construir un régimen político capaz de encauzar las añosas expectativas y tensiones sociales acumuladas; en segundo lugar, se trata del fracaso del proyecto de transformación económica que apuntaba a aliviar las causas estructurales de esas tensiones. En su retorno al poder, el peronismo alteró la constelación de oposiciones sociales, pero no pudo dominarlas, sino que más bien las internalizó y las amplificó.

El grupo social que tomó el poder en 1976 tenía otras ideas y reformuló regresivamente el proyecto económico. Su programa no apuntaría a resolver la crisis de desarrollo de la Argentina, sino a aplacar los efectos políticos de la estructura económica y social. La crisis política era identificada con la persistencia del movimiento peronista y la desatada radicalización social; para eliminarlas era necesario redefinir las funciones estatales y descargar un mecanismo de represión sobre los líderes obreros y los sectores de izquierda, pero también transformar la estructura productiva para garantizar la desmovilización social. El proyecto eonómico de la dictadura militar - la reestructuración basada en el sector financiero, en la producción primaria y en un mercado interno acotado por la caída del salario real - estaría guiado por aquel objetivo político. Sin industrias no habría obreros, sin obreros no habría peronismo.

Como se encargó de señalar el presidente de facto general Videla ( 1976 - 1981 ), en su primer discurso, el golpe militar del 24 de marzo de 1976 no fue dirigido sólo contra el gobierno peronista y las instituciones democráticas, sino también contra todo el período de la ISI ( industrialización por sustitución de importaciones ) inicado en los años treinta y contra sus sucesivos intentos de reformulación. No se trataba del agotamiento de ese modelo, sino de un claro quiebre político que apuntaba a llevar adelante un proyecto estratégico diferente, enfocado a una integración de la Argentina con el sistema económico mundial dictada por las condiciones impuestas por la nueva alianza dominante.

El desenlace brutal no provino de fuerzas extrañas a la formación social, política y económica de la Argentina, la disrupción y el cambio tuvo origen en lo irreductible de las tendencias históricas que se expresaron en la experiencia 1973 - 1976. El peronismo absorvió en su seno la heterogeneidad y la inestabilidad; agudizando las contradiciones sociales, el fracaso en su intento por encauzarlas dejó a los sectores más reaccionarios en posición de iniciar un camino regresivo.

Con la atroz crisis económica y política de principios del siglo XXI se abrirían perspectivas políticas para una alianza social inclusiva bajo el signo del peronismo, y volverían a manifestarse los desafíos y los condicionantes de un proyecto económico nacional, ahora agigantados por la marginalidad social y el fuerte deterioro relativo de la estructura productiva local.

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De Santos Fernández Arlaud, profesor de Historia, escritor, en el libro Historia Argentina, editorial Stella, con ilustraciones, 428 páginas, año 1978:

El Frente Justicialista de Liberación - llamado popularmente " el FREJULI " -, triunfó el 11 de marzo de 1973, consagrando la fórmula Héctor José Cámpora - Vicente Solano Lima. El peronismo volvía así al gobierno después de 18 años de proscripción. Cámpora se hizo cargo de sus funciones el 25 de mayo, pero renunció el 13 de julio para que se convocara a nuevas elecciones presidenciales a fin de que Perón pudiera postularse como candidato.

Raúl Lastiri, presidente de la Cámara de Diputados, asumió interinamente la titularidad del Poder Ejecutivo y llamó a elecciones para el 23 de septiembre de 1973: el Teniente General Juan Domingo Perón - a quien se había restituído su jerarquía militar -, triunfó en los comicios por amplio margen.

El 12 de octubre de 1973, en medio de la expectativa de los argentinos, Perón inició su tercer período presidencial. En sus primeras palabras como Presidente, exhortó a todos a la paz, a la concordia y a poner " toda nuestra actividad al servicio de la reconstrucción de nuestra Patria ".

El gobierno dio a conocer los lineamientos de su gestión futura por medio de un " Plan Trienal " que contenía el programa de sus aspiraciones concretas, cuyos objetivos fundamentales fueron enunciados así:

a ) Plena vigencia de la Justicia Social.

b ) Fuerte expansión de la actividad económica.

c ) Logro de una alta calidad de vida.

d ) Obtención de la unidad nacional.

e ) Democratización de la sociedad argentina.

f ) Reconstrucción del Estado.

g ) Recuperación de la independencia económica.

h ) Integración latinoamericana.

El Presidente, en el tercer ejercicio de la más alta magistratura argentina, dialogó a menudo con figuras prominentes de los partidos opositores, dándose así un caso de coincidencias y de respeto mutuo que no era habitual en nuestro país.

Dentro del Partido Justicialista se produjeron algunas tensiones y enfrentamientos; el gobierno nacional se halló frente a las situaciones complejas originadas dentro de sus mismos cuadros partidarios. Uno de los casos más singulares fue el acaecido en la provincia de Córdoba; otros, de diversos matices, se dieron en las de Formosa, Buenos Aires, Mendoza, Salta y Santa Cruz.

En el plano internacional, Argentina retomó y reafirmó su línea independiente de influencias foráneas. En ese sentido, Perón insistió frecuentemente en la unión de los países americanos basada en su tradicción histórica, en sus intereses y en su destino común. Por eso se entrevistó con los presidentes de Uruguay, Bolivia, Chile y Paraguay, pasando por alto divergencias coyunturales.

El 1º de julio de 1974, después de una breve dolencia, el Teniente General Juan Domingo Perón falleció en la residencia de Olivos a los 78 años de edad. Su muerte y su sepelio estuvieron enmarcados dentro de un austero duelo oficial y de un inmenso dolor popular que conmovió al país y a las naciones amigas.

María Estela Martínez de Perón, vicepresidenta de la República Argentina, asumió la primera magistratura de la Nación según las disposiciones constitucionales.

Las dificultades evidenciadas duarante el gobierno de Perón se agravaron al asumir la presidencia su esposa María Estela Martínez.

La división del Partido Justicialista en facciones opuestas produjo continuos enfrentamientos en el seno del gobierno nacional, en el Congreso y en el ámbito de los gobiernos provinciales. Algunas organizaciones pasaron a la oposición activa y armada: menudearon los atentados, los secuestros y los intentos de copamientos de unidades militares.

El desajuste entre precios y salarios, que aumentaba día a día, produjo un creciente descontento. Los mismos dirigentes gremiales peronistas desafiaron al Poder Ejecutivo con declaraciones y huelgas prolongadas, obligándolo a retractarse incluso en medidas que se habían anunciado como irrevocables. Tal el caso de las paritarias reunidas para la fijación de aumentos salariales en 1975.

El enfrentamiento dentro de los cuadros oficialistas llegó a ocupar de manera permanente las primeras páginas de los diarios, haciéndose mutuas acusaciones de corrupción y malversación de los caudales públicos. La presidenta se vio obligada a alejar del gabinete al ministro de Bienestar Social, José López Rega, considerado como su hombre de confianza, pues se había convertido en un factor irritativo para los dirigentes sindicales.

El deterioro del gobierno llegó a ser tan grave que los líderes de los partidos opositores hicieron un llamamiento a las fuerzas vivas tratando de evitar su derrocamiento, pero no lograron sus propósitos.

El 24 de marzo de 1976, las Fuerzas Armadas, mediante un operativo cuidadosamente preparado, depusieron a las autoridades nacionales y provinciales sin resistencia alguna. Una Junta Militar formada por los Comandantes Generales del Ejército, Marina y Aeronáutica asumió el gobierno, cuya presidencia fue confiada al general Jorge Rafael Videla.

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De la CONADEP ( Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas ), comisión creada en 1983 con el objeto de investigar las graves violaciones a los derechos humanos durante durante la dictura militar ( 1976 - 1983 ), en el prólogo del libro Nunca Más, editorial Eudeba S.E.M., Buenos Aires, Argentina, 490 páginas, año 1997:

Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto de la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero Italia no abandonó en ningún momento los principios de derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa del juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al general Dalla Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: " Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura ".

No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.

Nuestra Comisión no fue instituida para juzgar, pues para eso están los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de testimonios y declaraciones, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad.

Miles y miles de seres humanos pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - triste privilegio argentino ! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.

Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esos amigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, poque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin dudas el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el período que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que Nunca Más en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

Nota:

Para conocer más, clickear, por favor, aquí

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De Paloma Fabrykant, periodista, escritora, articulista en revista VIVA de diario CLARIN, mayo de 2010, Buenos Aires, Argentina:

Una carpeta de cartón color madera, casi impalpable de tan vieja. Papeles finitos, quebradizos, con dos nombres y una fecha: Mario Tomás Perón, Juana Sosa, 10 de noviembre de 1908. Es el acta de matrimonio de los padres de Juan Domingo Perón, expedida casi diez años después de su nacimiento. La prueba de que el general Perón nació bastardo, se puso en venta en 2010, junto con sus muebles, ropa y documentos, por internet y al mejor postor.

Muchos no lo saben, pero Perón tenía sangre indígena. Por eso su pelo duro, renegrido ... Su madre era mitad india y trabajaba en el servicio doméstico de su padre. Así se conocieron y se enamoraron. Quien cuenta con tanta familiaridad la historia personal no es otro que Mario Rotundo, autoproclamado " hijo cósmico de Juan Domingo Perón " y destinatario de sus bienes materiales.

Mario Rotundo, empresario, es propietario de objetos de incalculable valor histórico ( y varios millones de pesos en valor comercial ). La biblioteca personal de Perón, su vajilla, su juego de living, sus camisas, su billetera ... hasta la bandera con el escudo peronista que tapó su féretro, todo está legalmente en sus manos. En total forman 41 lotes, cerca de 15.000 piezas, casi todas apiladas en un departamento de dos ambientes en el centro porteño esperando por compradores en internet ( que van desde un diputado hasta la cantante Madonna ).

Los precios van de los 1.000 a los 300.000 pesos. " Una ganga " según Mario Rotundo, quien asegura que en el exterior se sorprenden por lo barato. " La idea es que las cosas de Perón se queden acá ", dice.

" Conocí a Perón en 1970, en un viaje a Madrid, España. Tenía 20 años y estaba recorriendo Europa por primera vez, cuando me recomendaron acercarme a Puerta de Hierro para conocer a la figura, como si fuera una atracción más del Viejo Continente. Muchas personas viajaban a verlo por razones políticas, y quizás el hecho de que yo fuera desinteresadamente hizo que me depositara su confianza y se creara una amistad. Nunca ocupé un cargo político, pero cuando Perón volvió a la Argentina me convertí en su confidente. Perón decía que yo era su hijo cósmico. Pensaba en términos de espiritualidad, era un adelantado a su tiempo ", afirma Rotundo.

Lo cierto es que el testamento de Perón se extravió y jamás fue encontrado, pero en abril de 1990, aparentemente cumpliendo la voluntad de su difunto esposo, Isabel ( María Estela Martínez de Perón ) firmó una donación que incluía " todos los bienes muebles que conforman el patrimonio familiar " a favor de Mario Rotundo. Luego se arrepintió y quiso desheredarlo; sus abogados presentaron un certificado médico donde constaba que la ex presidenta de la Nación sufría de trastorno bipolar y no era consciente de sus decisiones, pero la Justicia falló en su contra y Rotundo se quedó con todo.

" Con Isabel nunca nos llevamos bien - dice Rotundo -. Es una persona difícil, que siempre sintió celos por el afecto que me tenía Perón ".

Con la donación certificada por la Justicia, comenzaron las batallas legales para recuperar los objetos de Evita y Perón que se encontraban fuera del país, en el Museo de la Casa Rosada o en distintas residencias particulares. En los últimos años, Rotundo fue ganando todos los juicios; incluso la provincia de Buenos Aires debió pagarle 556.000 pesos por la expropiación de la quinta de San Vicente, donde Perón vivió cinco años.

Según Mario Rotundo, todo el dinero va a la Fundación por la Paz y la Amistad de los Pueblos, una institución que fundó en 1986 con el objetivo de " realizar obras de corte social y humanitario, programas solidarios o de investigación científica " ( además de cubrir los gastos personales de su fundador y sus colaboradores, claro ).

Rotundo se jacta de no aceptar para su fundación ningún aporte de partidos políticos o empresas, pero admite haber cometido errores, como invertir en la campaña presidencial de Carlos Saúl Menem, a quien él mismo denunció por estafa en cuanto asumió. " Yo colaboré con Menem con dinero y presentándole personas durante su campaña. Pero la primera denuncia por corrupción que tiene la hice yo. Por eso, después él convenció a Isabel para que se aliara en mi contra ", dice Mario Rotundo.

La causa que lo enfrenta con Isabel sigue abierta en España, pero en Argentina Rotundo es el dueño de los 41 lotes. Y permanecerán en su poder hasta que alguna oferta hecha por internet las traslade a otro rincón del planeta.

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Julio Biancardi, propietario de una de las joyas más queridas de Evita:

No soy peronista ni estoy afiliado al justicialismo:

Reconozco a Perón como un estadista importante, pero nada más.

En cambio a Evita ... Pienso en ella y me emociono.

Empecé a interesarme por la figura de Eva Perón cuando era un chico. Mi papá tenía una distribuidora de libros, y en mis ratos libres me ponía a leer los libros de historia. Hoy, ese chico se transformó en un empresario, pero la pasión por Evita permaneció intacta.

Cuando supe de una subasta con pertenencias de Eva Perón vi la chance de darme un gusto. Hice una oferta por un plato que era el artículo más barato, pero cuando fui a retirar mi compra vi un prendedor, de plata con marcasitas y una aguamarina, que a Evita le había regalado la actriz italiana Pierina Dealessi, entonces sentí una sensación inexplicable ... Pensé cuánto habría querido Evita este prendedor para conservarlo toda su vida a pesar de haber tenido joyas mucho más importantes ...

Así que hice un esfuerzo y lo compré.

Primero lo tuve en casa, al cuidado de mi señora, pero al final lo llevé a un Banco. Lo único que me falta es que me lo roben. Me costó 14.000 pesos y me siento muy orgulloso de tenerlo.

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De César Tcach, profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, investigador del CONICET y escritor, y Hugo Quiroga, profesor de la Universidad Nacional del Litoral, investigador del CONICET y escritor, compiladores del libro Argentina 1976 - 2006 - Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia, ediciones Homo Sapiens, Rosario, 272 páginas, año 2006:

El autoritarismo de 1976 no sólo significó el fin de las libertades políticas, sino también el fin de las libertades civiles. Al mismo tiempo, el atraso cultural, la postergación social, y el cambio drástico del perfil industrial de la Argentina contemporánea. La voluntad de mando se encarnó en la Junta Militar, que extendió su poder reglamentador a toda la población, sin dejar sitio para la acción de la sociedad civil. Desde la cumbre del poder se impulsó el terror, y la violación de los derechos humanos fue una empresa encarada de manera sistemática. El disciplinamiento social se constituyó en uno de los objetivos principales de la dictadura, que encerró el propósito de permanecer el tiempo necesario para producir un nuevo orden. El fracaso en la Guerra de las Malvinas puso fin a las pretensiones de continuidad y posibilitó la apertura de un complejo proceso de transición a la democracia.

Al final de siete años, con el derrumbe del autoritarismo militar, la sociedad y el Estado democrático debieron saldar cuentas con el pasado. El Estado democrático acompañado por sus ciudadanos y los organismos de derechos humanos, se hizo cargo de los horrores y las injusticias del período anterior. Se creó la CONADEP ( Comisión Nacional sobre Desaparición de Personas ) y se sometió a juicio a las entonces poderosas Juntas Militares. En este difícil proceso hubo avances y retrocesos, las leyes de punto final y obediencia debida y los indultos presidenciales fueron medidas que contrastaron con la firme voluntad democrática de la sociedad que se opuso a los alzamientos militares.

Los ciudadanos hemos efectuado un formidable aprendizaje colectivo. Desde las secuelas de la dictadura militar, pasando por la aventura histórica de Malvinas, continuando con la revalorización de la democracia, hasta alcanzar las demostraciones más efectivas de su defensa como régimen político y forma de vida. La dictadura dejó sus enseñanzas a la sociedad; le enseñó a valorar la permanencia de la democracia. Con la recuperación de la vida democrática se abrió otro proceso de aprendizaje, en conexión con el anterior, cargado de dificultades políticas, económicas y sociales, en el cual los ciudadanos confirmaron su apego a la libertad, su apoyo a una convivencia fundada en la competencia pacífica por el poder, apoyo practicado como nunca antes frente a los levantamientos de 1987 y 1988.

Sin embargo, la voluntad de poder y las ambiciones hegemónicas no han sido desterradas de la vida política democrática, y son cultivadas y ejercidas por no pocos gobernantes en los órdenes nacional y provincial. El problema no radica únicamente en quién revela esa voluntad y ambición, sino fundamentalmente en la legitimidad que le concede una parte significativa de la población. Quedan aún por superar las fallas institucionales que limitan el buen funcionamiento de una democracia constitucional y por resolver la pobreza y las desigualdades económico - sociales que vuelven impracticable una democracia.

La democracia requiere para su consolidación de instituciones legítimas y estables y de un orden social justo y equilibrado. Sin una mayor participación de los ciudadanos en la toma de decisiones y sin un compromiso más firme de los dirigentes con la transparencia de la gestión pública y con políticas públicas satisfactorias, la democracia corre el riesgo de volverse irrelevante, vacía. De todos nosotros depende que eso no ocurra.

*     *     *

De Waldo Ansaldi, Licenciado y Doctor en Historia, docente, investigador del CONICET ( Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas ) y escritor:

La dictadura militar argentina de 1976 - 1983 apeló, en su propaganda, a la clásica imagen hospitalaria de una enfermera llevándose el dedo índice a los labios, requiriendo silencio. El significado de la imagen era reforzado con el dictum " El silencio es salud ". No podía haber elegido mejor. Es que como todas las dictaduras, la de 1976 - 1983 fue monofónica, prohibió toda voz disidente e impuso la más rígida censura y la más brutal conculcación de la libertad de expresión jamás conocida por la sociedad argentina. Fue también, como todas las dictaduras, la derrota e incluso la negación de la política, es decir, la cancelación de toda mediación y de la reflexión y la práctica públicas mediante las cuales las mujeres y los hombres deciden sobre el presente y el futuro de la sociedad, con las cuales deciden seguir viendo como viven o cambiar el modo como viven.

La prohibición y quema de libros fueron frecuentes, al igual que la censura cinematográfica y teatral. En algunos casos, se alcanzó el nivel de lo ridículo, que podrían ser cómicos si no escondiesen la tragedia. Las editoriales EUDEBA ( Editorial Universitaria de Buenos Aires ) y CEAL ( Centro Editor de América Latina ) fueron especialmente atacadas, con destrucción física de sus libros. Entre los textos prohibidos pueden citarse dos obras de divulgación editadas por Salvat, de Barcelona: Universitas. Gran Enciclopedia del Saber, y el Diccionario Enciclopédico Salvat. La prohibición regía para todas las escuelas y colegios, debiendo ser excluidas de todas las bibliotecas escolares del país. La medida fue dispuesta por el decreto nº 2038, de agosto de 1980, y entre los "argumentos " se dice que Universitas analiza " uno de los períodos más importantes de la historia moderna, como es el proceso de industrialización, bajo la metodología inspirada en el materialismo histórico ". La Enciclopedia y el Diccionario fueron combatidos por " ofrecer al estudiante un léxico definitivamente marxista ".

La tía Julia y el escribidor, novela de Mario Vargas Llosa, fue prohibida en 1978, por "reiteradas ofensas a los principios éticos que sustentan la estructura espiritual de las sociedades hispanoamericanas ".

En septiembre de 1980 fue prohibido El principito, de Antoine de Saint - Exupéry, sumándose a otras prohibiciones - éstas de 1977, mediante el decreto nº 3155 - como los libros para niños Un elefante ocupa mucho espacio, de Elsa Bornemann, El nacimiento, los niños y el amor, de Agnes Rosenstichl. El " argumento ": adoctrinar y preparar " para la tarea de captación ideológica del accionar subversivo ". Igual suerte corrió La torre de cubos, de Laura Devetach.

El general Luciano Benjamín Menéndez, jefe del III Cuerpo de Ejército, hizo quemar en el patio de su cuartel, en La Calera, provincia de Córdoba, millares de libros a los que consideraba " un veneno para el alma de la nacionalidad argentina ". Para Menéndez, había que matar ideas y seres humanos.

También fueron quemadas la biblioteca del Centro Argentino de Ingeniería, los libros de la Biblioteca Popular José Enrique Rodó ( más de 8.000 volúmenes ) y los de la Facultad de Teología, todas en las ciudad de Buenos Aires, hechos ocurridos el 9 de julio de 1976, el 25 de julio de 1979 y el 24 de noviembre de 1980, respectivamente.

No es mi intención hacer un análisis detenido de las prácticas inquisitoriales de la dictadura. He citado estos casos a modo de ejemplos ilustrativos. Pero no puedo dejar de señalar uno de los casos más notorios, el de la prohibición de enseñar la Matemática Moderna, dispuesta por el inefable general Menéndez, en noviembre de 1978 ( tiempos en los cuales el belicoso general Menéndez soñaba con invadir Chile ). La prohibición alcanzaba a todos los establecimientos educacionales, las universidades incluidas, de la provincia de Córdoba y se basaba, obviamente, en el carácter " subversivo " de la materia.

Finalmente, casi el desiderátum de la solvencia académica de los hombres de la dictadura militar, puede señalarse la tristemente célebre afirmación del general Cristino Nicolaides: " hay una acción comunista - marxista internacional que desde 500 años antes de Cristo tiene vigencia y gravita en el mundo ".

Los ultrajes a la inteligencia y la vana ilusión de los dictadores y sus secuaces de considerar saludable el silencio - de las voces y del pensar - les hizo descuidar lo esencial - eso que siempre es invisible a los ojos, diría El principito del prohibido Saint Exupéry - e ignorar que incluso el silencio tiene sonidos.

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De Nilda Cabrera, enfermera de la Fundación Eva Perón que cuidó a Evita hasta en sus últimos momentos de vida:

Luego de la operación de noviembre de 1951, Atilio Renzi, mayordomo de la residencia y secretario de Evita, le arreglaba secretamente la balanza en la que ella se pesaba, para que creyera que había aumentado de peso, y así Evita pensaba que recuperaba su peso. Evita se ponía contenta y decía: " La flaca aumentó de peso ".

La historia clínica de Evita, que había sido guardada por los archivos del Hospital Presidente Perón ( Policlínico Presidente Perón ) de Avellaneda, donde había sido operada secretamente por el oncólogo norteamericano George Pack, fue quemada por la Revolución Libertadora.

La noche del 25 de julio de 1952 Evita entró en su último coma, que duraría hasta el día 26, y sus últimas palabras fueron: " Me voy ... me voy ... ".

*     *     *

Del Dr. Barron Lerner, médico historiador norteamericano e investigador de la Universidad de Columbia de New York, USA, en la revista inglesa The Lancet, publicación especializada en temas médicos:

El caso de Evita ejemplifica las extraordinarias precauciones con la que los médicos y los miembros de familia pueden manejar los aspectos públicos y personales de la enfermedad de una figura política.

Cuando los médicos argentinos le informaron al presidente de Argentina Juan Domingo Perón que su esposa Evita tenía cáncer de cuello uterino, Perón buscó al eminente cirujano de Nueva York George Pack para que realizara la operación que se conoce como histerectomía.

Los apuntes del Dr. George Pack, fallecido en 1969, confirman que Evita nunca supo que tenía cáncer, ni de la extrema gravedad de su avanzado mal.

Evita supo que se la sometería a una intervención quirúrgica, pero no la verdadera naturaleza de la operación, ni que su enfermedad estuviera en un estado tan avanzado.

El Departamento de Estado de los EEUU fue alertado de que el Dr. George Pack había sido consultado para la operación de Evita. Cuando fue a operarla contó con la bendición del Departamento de Estado. El presidente Harry Truman estaba preocupado por el estado de salud de Evita y del destino de la Argentina si Evita moría, según información secreta y confidencial de la CIA ( Central Intelligence Agency ) posteriormente desclasificada.

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Del Dr. Héctor Bordone, cirujano, médico de guardia del Hospital Presidente Perón en 1951:

Internada en el hospital entre el 3 y el 14 de noviembre de 1951, el día de la operación de Evita fue un día muy especial.

Se clausuraron los quirófanos del 5º piso del hospital y el uso de los ascensores, para facilitar la subida y el traslado de Evita. El día 5 se la operó en la mañana.

Había mucha gente en la calle que rezaba por ella, y que vivaba su nombre a fin de estimularla, por la recuperación de su salud.

Evita fue operada por el renombrado oncólogo norteamericano Dr. George Pack. Jamás ella supo que el Dr. Pack la había operado, creyó que había sido operada por el Dr. Ricardo Finochietto. En enero de 1952, Evita, delgada y desmejorada visiblemente, hizo entrega de una medalla de gratitud al Dr. Finochietto por una operación quirúrgica que no realizó.

Nota:

Muchas de las respuestas a los interrogantes sobre el ocultamiento a Evita de la verdadera naturaleza de su enfermedad pueden hallarse en el libro del Dr. Nelson Castro, Los últimos días de Eva, editorial Vergara, Buenos Aires, 240 páginas, año 2007.

Para ver imagen del libro, usar el navegador mozilla firefox y clickear, por favor, aquí

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Del Dr. Joaquín Carrascosa, médico radioterapista de Eva Perón:

Cuando se saca la última radiografía de tórax de Evita, en el año 1952, encuentro yo una metástasis generalizada.

Frente a todo esto, Perón, muy seriamente, nos miró a todos los médicos y nos dijo: " Lo único que les pido es que busquen la metodología para que ella no sufra ".

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Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.

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