DOCUMENTOS SOBRE EVA DUARTE DE PERON 


Eva Ibarguren EVA IBARGUREN EVA DUARTE EVA PERON EVA PERON EVA PERON EVA PERON

María Eva Duarte de Perón / Evita. Argentina 1919-1952

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HISTORIAS, ANECDOTAS y TESTIMONIOS 

Evita en el Hogar de Tránsito Nº 2, hoy Museo Evita, Lafinur 2988, Buenos Aires

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De María José Lubertino Beltrán, abogada, escritora, autora del trabajo bibliográfico titulado Perón y la Iglesia ( 1943 - 1955 ), dos tomos, colección Biblioteca Política Argentina, editorial CEAL ( Centro Editor de América Latina ), en el tomo II, 260 páginas, año 1987:

Si bien no podemos afirmar que la política implantada por el peronismo entre 1946 - 1955 en materia de educación y familia haya sido determinante en las relaciones entre la sociedad civil y la sociedad política, si podemos decir que el discurso ideológico que fundaba sus instituciones, y por ende, la ideología transmitida, agudizaron viejas actitudes antidemocráticas tanto en la sociedad civil como en la sociedad política.

El modelo de la Generación del 80, aún después de la apertura democrática de 1916 y de la crisis del 30, dejó subsistentes sus instituciones y a través de ellas un estilo de vida y una ideología en la sociedad civil, donde subyacía la dominación de la clase hegemónica. El autoritarismo se hizo explícito a partir del golpe militar de 1930 y se institucionalizó en 1943, aún bajo la pretendida apariencia de enfrentamiento a la oligarquía.

A lo largo de esas etapas de la historia argentina, la intervención de la Iglesia Católica sirvió de aval a la hegemonía oligárquica y al autoritarismo, aún cuando por momentos se enfrentase al régimen o apareciese a la cabeza de las reivindicaciones de los desposeídos.

En todo este proceso histórico, tanto la escuela como la familia operan como aparatos ideológicos de la clase hegemónica, incluso cuando accede al gobierno alguna clase subalterna, porque su estructura esclerosada no posibilitó modificaciones que ayudaran a generar cambios de poder real en la sociedad. La importancia del manejo de los aparatos ideológicos por parte de la clase hegemónica, o por el Estado, o por los agentes de cambio que pretendan acceder al poder real, se pone de manifiesto en el período 1946 - 1955, en las alianzas y conflictos que se suscitan para dominarlos.

Las relaciones entre la Iglesia y el peronismo en las distintas etapas de su gobierno - 1º) alianza, 2º) distanciamiento y 3º) ruptura - no tienen un correlato de cambios en el terreno ideológico.

En la primera etapa ( 1946 - 1948 ), más allá de las razones que impulsasen su alianza con la Iglesia en el terreno político, existe un alto grado de coincidencia ideológica.

El peronismo es cristiano y católico. Reconoce en la Iglesia una escala de valores absolutos que tiene también como suyos. Esto lo podemos observar especialmente en los debates parlamentarios de la ley 12.987 - cuando se proclama el peronismo " anticomunista " y " antiliberal " -, de la ley 13.010 - cuando se habla de la diferencia de sexos, como de derecho natural - y de la ley 13.252 - cuando consagra una concepción de la familia jerárquica y patriarcal -.

En la segunda etapa ( 1949 - 1953 ), el esquema de valores absolutos se mantiene, pero ya no se trata de hacer suyos los valores de la Iglesia, sino de reconocer las coincidencias entre la " Doctrina Social de la Iglesia " y la " Doctrina Nacional Peronista ". Evidentemente, ha habido un cambio en la relación política de fuerzas que determina esta modificación del discurso.

Estas conclusiones pueden extraerse al analizar los fundamentos y debates de la Constitución Nacional de 1949 y del Segundo Plan Quinquenal. Así, en la primera, al hablar de la educación se refiere al derecho natural de la familia y de la Iglesia a enseñar, pero aparece el nuevo discurso de la " Doctrina Nacional ", donde " lo nacional " es la tradición católica e hispánica y el " alma de la patria " son los " dogmas nacionales ". Se destaca la importancia de la " conciencia nacional ", la " acción nacionalizadora " y el " acento patriótico " en la educación y la cultura. En materia de familia, la Constitución de 1949, reivindica la " estructura familiar tradicional " y " jerarquizada " y el matrimonio indisoluble y monogámico como fundamento de la " célula básica " o " núcleo primario " de la sociedad. Ambos los considera elementos de derecho natural y ratifica que la concepción cristiana de la familia es doctrina peronista.

En el Plan Quinquenal se reiteran algunos de estos conceptos, poniéndose de resalto el interés de la doctrina nacional peronista en la formación moral, intelectual y física de los argentinos y en la constitución de una cultura nacional.

En la tercera etapa ( 1954 - 1955 ), el discurso ideológico sigue siendo el mismo, aunque después de la ruptura con la Iglesia, los mismos argumentos se utilicen para adoptar una posición encontrada. Lo que ocurrirá es que el peronismo reivindicará entonces exclusivamente para sí aquel esquema de valores absolutos, enrrostrando a la Iglesia el incumplimiento de los preceptos que ella predica.

El peronismo se proclama no en contra de la Iglesia de Dios, ni de la religión, sino " contra el clericalismo ". Se afirma que la Doctrina Peronista es profundamente cristiana, a la manera de Jesús y que las medidas que se adoptan no implican una réplica en el campo ideológico, sino una adecuación de las instituciones a la vida de la Nación y del pueblo. Se reconoce la existencia de un " Ser Superior ordenador del mundo y creador del Universo ", pero se desacredita la " versión clerical de una sociedad gobernada por una grey sacerdotal " ( ley 14.401 ). En definitiva, la idea fuerza es que " catolicismo no es clericalismo ", es Justicialismo.

Las ideologías transmitidas por la Iglesia y el peronismo, a través de la escuela y la familia - y sobre todo el modo de transmitirlas - son coincidentes. Encontramos allí elementos paternalistas que generan relaciones de " dominación - sometimiento ", jerárquicas o verticales, con componentes autoritarios. La dogmatización de un sistema absoluto de valores conlleva la afirmación de una sociedad antidemocrática. Bajo la apariencia novedosa de una filosofía o religión política que otorga un nuevo ideal o un sentimiento distinto a la existencia, el peronismo exalta los tradicionales valores del pasado, la nacionalidad, el orden social y la disciplina.

En el modo de transmisión de este sistema de valores, predominan la imposición de la autoridad, la jerarquía, la falta de espíritu crítico, la obediencia y el moralismo.

La estructura política y social autoritaria engendra la estructura de la personalidad autoritaria que a su vez contribuye a la conservación y fortalecimiento de aquella.

El origen de esta sociedad autoritaria debe buscarse en la estructura objetiva de los intereses económicos y del poder político, que tal vez el propio peronismo intentaba transformar, pero sin duda, la ideología transmitida - por lo menos, en lo que respecta al sistema educativo y a la familia - no colaboró para ello, y tampoco la intervención de la Iglesia en dicho ámbito. Sentada la premisa de la coincidencia ideológica entre el peronismo y la Iglesia, debemos preguntarnos si en ella se basó su alianza inicial y si de ello se deduce que ésta debía ser estable.

Entendemos que de concordancias ideológicas entre el peronismo y la Iglesia no puede deducirse la estabilidad de su alianza, porque existían otros factores de poder en juego, incluso en las contradicciones internas de los propios factores. Afirmamos que no debe caerse en rechazar todo lo oficialista por incorrecto, o todo lo clerical, de la misma manera.

La Iglesia no hallaba fácil la opción entre sus tradicionales apoyos en las clases altas y sus nuevos aliados ( en el peronismo ); encontraba a la vez penoso e imprudente dar su aprobación al nuevo político la expresión algo atronadora que éste parecía exigir de sus adictos; no se resignaba en suma a pasar de aliada a sometida.

Por el otro lado, deben interpretarse las contradicciones internas del peronismo. No entendemos aquí por contradictoria su conducta al legislar determinadas medidas que resultaban contrarias a su propia ideología, por ejemplo, en el caso del divorcio vincular, porque creemos que ello se debió a una acción coherente de cercenamiento de los poderes de la Iglesia. Es decir, que según nuestro análisis dichas leyes tienen fundamento político y no ideológico.

Cuando hablamos de contradicciones dentro del peronismo nos referimos a la falta de correspondencia entre la " Revolución Social " que pretendía realizar y a los métodos utilizados, los que en lugar de fortalecer a los sectores populares, los debilitaron, facilitando la acción de la oligarquía. Esto se pone de manifiesto, fundamentalmente, en la última etapa del gobierno peronista, cuando terminado el ciclo de abundancia, su libertad de movimientos se ve limitada. Es entonces que ante la necesidad de un " nuevo equilibrio ", el peronismo alterna - desordenada y reiteradamente - una actitud de liberalización, que lo aproxima a las fuerzas conservadoras y un mayor autoritarismo - que lo emancipa de su dependencia de los sectores populares urbanos.

La concepción paternalista que de la sociedad tenía el peronismo - que aparece clara en su concepción familiar y educativa - fue el propio enemigo de su proyecto político, porque aún cuando tendiese a lograr reformas estructurales en la sociedad no les reconoció a los sectores populares la capacidad y la madurez como para apoyarlas y defenderlas por sí mismos, reduciéndolos a un estado de indefensión y desmovilización - en el caso de las clases medias. En este contexto, el enfrentamiento con la Iglesia tomó el giro de una abierta lucha donde el campo del pueblo apareció dividido, y fue fácil presa de los intereses de la oligarquía. La Iglesia había reflotado su apoyo en la clase media y en los intereses de la oligarquía, mientras que el peronismo seguía apoyándose en las clases productivas, vale decir la clase trabajadora y los sectores marginados de la sociedad, aunque iba restándose los apoyos en la mediana y pequeña industria nacional.

En resumen, podemos sostener que fue éste un ciclo contradictorio, de euforia ideológica y de grandes pasiones, y estamos persuadidos de que cualquier reforma política que se pretenda en la Argentina debe estar acompañada de un cambio de mentalidad.

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Del Dr. Rodolfo Héctor Terragno, abogado, periodista, político perteneciente a la Unión Cívica Radical ( UCR ), intelectual, escritor, autor del libro Muerte y resurrección de los políticos, coedición Distal S.R.L. y Folios Ediciones, Buenos Aires, 104 páginas, año 1981:

Hasta la tercera década del siglo XX la Argentina fue una nación calma y próspera. Dominada por los dueños de la tierra , se vanagloriaba de ser " el granero del mundo ". Su dilatada pampa húmeda le sobraba para conseguir las divisas que necesitaba. En 1912, los sectores dominantes - algo inquietos por las rebeldías que venían de contrabando con la inmigración y, a la vez, deseosos de terminar con la constante conspiración de los radicales - creyeron el momento de implantar el voto secreto y obligatorio, fundando así una democracia que iba a durar catorce años.

La crisis mundial de 1929 y el llamado " deterioro de los términos de intercambio ", terminaron con la bonanza argentina. Las potencias industriales aumentaron los precios de sus manufacturas y se negaron a pagar por las materias primas - de las cuales eran principales compradores - precios compensatorios de aquellas alzas. De este modo, transfirieron su propia crisis. La Argentina se encontró con sus vacas y sus espigas devaluadas, y allí comenzó la decadencia del país. Luego, vendría la guerra, y entonces las manufacturas - las que eran provistas casi exclusivamente por Gran Bretaña - ya no se conseguirían ni a grandes precios. Las alternativas de la contienda iban a poner de manifiesto la dependencia del país: caldera marchando a maíz, colectivos rodando sin gomas por las vías del tranvía, y el ingenio popular ideando formas de sobrellevar la escasez - provocada por una guerra en la cual los argentinos no tenían parte -, dejarían en evidencia que la prosperidad de Argentina era un castillo de naipes.

Los sectores dominantes intentaron - en una operación a escala - transferir su propia crisis a los estratos más bajos de la sociedad argentina.

El ahondamiento de las injusticias sociales, provocado por una confundida y debilitada oligarquía, despertó la conciencia - hasta ahora adormecida - de los trabajadores. Como resultado, surgió ese movimiento en el cual se mezclaron militares de tenues simpatías por el Eje, antiguos radicales de raíz populista, y una masa emergente, cuya fuerza arrolladora era capaz de pasar por sobre la minoría dominante, a la cual el fin de la guerra daría un golpe de gracia: el Imperio británico cedería el paso, en el Río de la Plata, a " los ganadores de la guerra "; esos redentores Estados Unidos, que salvaron a los aliados de una probable derrota y emergieron de la contienda como los amos del mundo.

En ese país de transición no había lugar para los partidos políticos. Habría, más adelante, intentos de usarlos ( en 1958, en 1963, en 1973 ) precisamente como " antídoto " del peronismo, tarea para la cual se revelaron ineficaces tan solo porque - para desgracia de los " demócratas " vernáculos - los argentinos elegían a quienes esos " demócratas " deseaban excluir del poder político.

Los períodos de supuesta democracia se originaron, no en un sentimiento de invulnerabilidad, sino todo lo contrario: en 1958 y en 1963 el juego de las instituciones fue reabierto - bien que con proscripciones - a fin de incorporar al peronismo y evitar su radicalización; en 1973, se lo reabrió, ante la presencia de un peronismo ya radicalizado, con la esperanza de que su propio líder - rehabilitado al efecto - pudiera reencauzarlo. En todos lo casos, el funcionamiento de la democracia fue irregular ( gobiernos surgidos de elecciones restringidas con ingerencia militar en las decisiones, suspensión casi crónica de las garantías constitucionales ) y las respectivas experiencias quedaron truncas apenas el poder militar se consideró repuesto de las circunstancias que le movieron al repliegue.

Las democracias verdaderas suponen el respeto a los muertos y el amor por los no natos. Los estratos superiores de la sociedad pasaron - con su poder económico o la mediación de las armas - por encima de los partidos políticos, imponiendo, de hecho sus propios intereses. Los estratos inferiores, conscientes de esta impotencia de los partidos, se sintieron convocados por el carisma de un militar populista, y se enrolaron en un movimiento inorgánico, sujeto a la voluntad de un caudillo.

Juan Domingo Perón. Desde 1945, la política argentina en sí ha dependido solamente de este hombre.

Sin embargo, Perón dijo la verdad cuando le expresó al periodista Carlos María Gutiérrez: " Yo soy un político aficionado, mi oficio es el de conductor ". Era un militar. Un estratega. La política - al menos al principio - fue, para él, sólo el escenario al que, imperiosamente, había que trasladar la estrategia.

No fundó, verdaderamente, un partido. Construyó un movimiento. Y no dejó de razonar como un general. Fue presidente por el voto, pero antes conquistó el poder por las armas. Se inició en política desde el gobierno, y lo hizo como parte de un plan militar.

Este hombre que en 1943 se dirigía casi anónimamente hacia la vejez; este militar que se iba aproximando a la culminación de su carrera sin soñar, acaso, el destino político que le esperaba; este líder que el 17 de octubre de 1945 exhortó a la delirante multitud que lo vivaba a unirse con el Ejército y la política; este infante de montaña; este profesor de estrategia; este militar por devoción, no dejó nunca de ser un hombre de armas y, sin embargo ha pasado a la historia por el político que fue casi después de su medio siglo de vida.

Político ajeno a las reglas del arte, prefirió los sindicatos a los partidos. Durante sus dos primeras presidencias, gobernó discrecionalmente, convirtiendo a los políticos en artefactos decorativos. No estructuró un propio partido, ni toleró la aparición de políticos peronistas. Las más destacadas figuras de su movimiento fueron, todas, ajenas a la política: Evita, una ex actriz de cine y radioteatro que, desde el poder, se convirtió por su tarea social en " abanderada de los humildes "; Domingo Mercante, otro militar; Juan Atilio Bramuglia, un abogado; Ramón Carrillo, un médico ... ¿ Quiénes fueron los políticos del peronismo ? Hubo, claro está, dirigentes partidarios; pero sin peso. El peronismo siempre se resumió en Perón, quien solía repetir que " sólo la organización vence al tiempo " pero, en revelador gesto postrero, a los 77 años eligió como sucesora a su esposa, María Estela Martínez, una mujer que - diría el propio Perón - no había sido bautizada con el óleo sagrado de Samuel.

La política es - para expresarse en el idioma del filósofo Wax Weber - un sistema de " dominación racional ", es decir, descansa en la obediencia a normas estatuidas y a quienes ejercen el mando en función de esas normas, los políticos.

El peronismo fue un modo de " dominación carismática ", por cuanto se asentó en la obediencia a una persona y a las reglas por él creadas o reveladas. Perón ejerció una " autoridad carismática ".

Perón fue un militar que concibió una estrategia, también militar, por la cual cruzó al campo político; un conductor que una vez en ese campo, se convirtió - por efecto combinado de sus dotes y circunstancias - en un líder carismático, revolucionó la vida del país y logró, de su estrategia, efectos completamente apartados de sus propósitos, consagrándose él mismo, sin quererlo, máxima figura de ese arte cuyas reglas desestimaba: la política.

En 1967 tenía yo veintitrés años. Y hacía uno que los militares se habían instalado en el gobierno esperando la muerte de Perón. Parecían muy fuertes y decididos, y Perón parecía demasiado viejo.

Fue entonces cuando, inesperadamente, tuve la ocasión de conocerlo personalmente. En noviembre de ese año. Yo había empezado a escribir en un semanario y éste resolvió enviarme a Europa. Hasta entonces, un viaje a Europa era, para mí, impensable y, por eso, aun sin contar con que Perón no tenía motivos para recibirme, nunca se me había ocurrido que yo pudiera conocerlo.

En Madrid, España, en una callecita llamada Navalmanzano, estaba la Quinta 17 de Octubre. Un grupo de guardias custodiaba la puerta. Me acerqué a uno de ellos, le dije que venía a ver a Perón y entonces me desalentó: el general había llegado enfermo de París, el día anterior, y no podía recibir visitas.

Pegunté al guardia si podía entregarle una esquela al secretario de Perón y yo busqué mis flamantes tarjetas de abogado ( como perodista, seguramente no va a recibirme ). Y entonces escribí:

General: Siendo niño aprendí a odiarlo. Iba, de la mano de mi padre, a las plazas a oír a sus enemigos. Ahora, a los 23 años, usted sigue inspirándome recelo, pero quiero escucharlo. Tengo, para eso, 24 horas: mañana a la noche sale mi avión para Buenos Aires y acaso yo no pueda volver nunca. Si quiere recibirme, hágamelo avisar. Estoy en el hotel Carlton.

Cuando regresé al hotel, el conserje me entregó este mensaje: " El general Perón lo espera mañana a la 10 de la mañana ".

Llegué, por supuesto, puntualmente. Los guardias tenían mi nombre anotado y me hicieron pasar.

Perón jugueteaba con uno de sus célebres caniches. Me pidió que me sentara en una silla, dispuesta como para que se sentara el médico personal. Su mujer se retiró y quedamos los dos solos. Estaba en Madrid, en la casa de Perón y sentado al lado de su cama, conversando los dos solos, él y yo. El era un sobreviente de la historia y yo había llegado a tiempo. No podía imaginar que ese hombre viejo, aunque vigoroso, volvería a la Argentina cinco años después; que sería electo otra vez presidente de la Argentina; que reaparecería en aquel balcón de la Casa Rosada. Mucho menos podía imaginar que fuera a ser presidente esa mujer frágil que amablemente me había llevado hasta la habitación de Perón. Yo creía estar hablando con la historia y estaba hablando con el futuro.

Hablamos sobre muchas cosas. Aquella mañana de 1967, cuando Perón me presagió muertes, cambié con él estas palabras:

- Entonces, no vamos a tener nada que agradecerle, general, por su decisión de evitar, en 1955, una guerra civil. O sus facultades de previsión fallaron en esto o, de lo contrario, no se justifica que usted haya evitado la sangre hace doce años, y nos haya dejado entrar en este largo proceso, si al final va a aparecer esa misma sangre.

- " Ah, soy el único que tengo derechos sobre mi conciencia. Sí, probablemente desde el punto de vista histórico, aquello fue un error. Pero yo tenía el derecho, humano, de no cargar con el peso moral de un millón de muertos. Yo he vivido aquí, en España, los seis últimos meses de la guerra civil, y sé lo que es eso. Claro, si yo hubiese pensado como Luis XIV, " después de mí, el diluvio " ... Pero yo no creí que éstos iban a ser tan bárbaros, que iban a deshacer todo. Mire, hay dos maneras de hacer una revolución: una manera incruenta y manera cruenta. Yo quise hacer una revolución incruenta, pacífica. Me hubieran dejado, ahora tendrían un país con bienestar, sin desocupados. No quisieron. Yo estoy tranquilo, por aquello que usted sabe: los que vengan detrás de mí harán la gloria ".

En 1969, cuando el " cordobazo ", y después, cuando una guerra larvada empezó a corroer el poder militar y lo llevó, en la desesperación, a provocar el retorno de Perón a la Argentina, con la esperanza de que el viejo caudillo acabara con la guerrilla, me acordé mucho de él y de aquella entrevista.

Isabelita entró a terminar la charla con el general Perón, en esa mañana madrileña de 1967. Lo saludé a Perón y bajé con su mujer, que me acompañó hasta la puerta. Volví a verlos, seis años más tarde. Estaban en el balcón de la Casa de Gobierno, en Buenos Aires.

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De Mi país, tu país, en Historia Argentina - De la federación al peronismo, colección preparada por Carlos Lafuente, editorial Centro Editor de América Latina ( CEAL ), 122 páginas, con ilustraciones, año 1969:

La victoria de Perón, 24 de febrero de 1946, se produjo en un momento singular de la historia del país.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los países ahora ganadores de la contienda habían comprado a Argentina gran cantidad de materia prima y productos alimenticios. Al mismo tiempo, comprometidos en el esfuerzo bélico, vendieron muy pocos productos manufacturados. Esto originó un doble fenómeno: por una parte, la Nación disponía de dinero, por otra parte, falta de productos que a causa de la guerra no se podían importar. Las necesidades del país eran muchas: sus transportes y comunicaciones eran escasos o pertenecían a empresas extranjeras; la maquinaria industrial estaba muy vieja y gastada, y urgía su renovación. Esa renovación era imprescindible si se quería impulsar la industrialización del país.

Nacionalizar las fuentes de energía, los transportes y las comunicaciones - es decir, hacer que Argentina misma fuese dueña de sus recursos y pudiese movilizarlos libremente - fue uno de los objetivos del presidente Juan Domingo Perón. Por eso durante su gobierno nacionalizó los servicios públicos que hasta entonces estaban en manos del capital extranjero: los ferrocarriles, los teléfonos, los servicios de gas. Además sobre la base de varias empresas de aviación de capital mixto se creó, en 1950, la empresa nacional de servicios aéreos Aerolíneas Argentinas, y, en 1949, la Flota Fluvial del Estado Argentino, con los barcos que habían pertenecido a una empresa privada. En 1948 se terminó el Aeropuerto Internacional de Ezeiza y, mientras tanto, se construía un gasoducto desde Comodoro Rivadavia a Buenos Aires.

La medidas de nacionalización eran, en principio, excelentes y el gobierno, al llevarlas a la práctica, demostró obrar con sentido nacional. Sin embargo, un hecho les restó efectividad; se pagó por las instalaciones un precio más alto de lo que valían. Y el manejo de las empresas nacionalizadas y su explotación por el Estado tuvo sus deficiencias. Hay que tener en cuenta que dichos servicios fueron adquiridos con materiales ya envejecidos, de manera que para obtener un buen rendimiento de ellos habría que haber invertido enormes sumas a fin de reequiparlos. Los ferrocarriles y las líeneas aéreas dieron pérdidas; sin embargo, este hecho es común y ocurre en la mayoría de los países.

En cuanto a la compra de máquinas para la industria y para la agricultura, el gobierno tenía dos opciones. Una era dar prioridad a los equipos que hacían falta para la industria básica pesada y la energía. Es decir, la maquinaria para fundir el hierro y fabricar aceros, para fabricar productos químicos tales como el ácido sulfúrico o el amoníaco, la maquinaria para la explotación intensiva de pozos de petróleo y para la fabricación de energía eléctrica. Pero elegir este camino significaba hacer esperar a la industria de bienes de consumo - aquella que fabrica los productos de uso diario - que era la otra opción. El gobierno se decidió por la segunda alternativa; reequipó con prioridad a la industria liviana descuidando la formación de la industria pesada, la explotación de recursos energéticos y la fabricación de energía.

Hasta la presidencia de Perón, los productos agrícolas perdían gran parte del producto de sus cosechas por un mecanismo de comercialización y transporte que los esquilmaba al mismo tiempo que al país. Dos grandes empresas monopolizaban la comercialización de cereales imponiendo precios irrisorios al productor y obteniendo inmensos beneficios en su comercialización posterior. Beneficios que, en su mayoría, quedaban en el extranjero. Además, todos los productos exportados viajaban en barcos de bandera extranjera puesto que Argentina careció de una flota mercante hasta 1940.

Para asegurar mejores precios al productor y, al mismo tiempo, permitir que los beneficios de la comercialización de nuestros productos en el exterior pudieran ser reinvertidos en el reequipamiento industrial, el presidente Perón creó un organismo llamado IAPI. El IAPI monopolizaría todo el comercio de importación y exportación de la República Argentina. El IAPI ( Instituto Argentino de Promoción del Intercambio ) compraba a los productores la cosecha y se encargaba de revenderla al exterior. Al mismo tiempo establecía cuotas de importación para las distintas industrias a fin de que éstas se reequipararan con lo producido por dichas ventas.

La idea era positiva, pero para llevarla a la práctica se necesitaba una escrupulosa y eficiente conducción. Lamentablemente, el IAPI cumplió parcialmente sus objetivos en parte por la ineficiencia y en parte por la falta de honestidad de algunos altos funcionarios. La consecuencia de este hecho fue el descrédito en que cayó un mecanismo que, en principio, era inobjetable.

Complicó aún más las cosas un hecho que tuvo repercusión en todos los países productores de alimentos y otros productos naturales. Los países industriales comenzaron a necesitar menor cantidad de alimentos mientras aumentaba la necesidad de maquinarias en todo el mundo. Por lo tanto, el precio de los primeros descendía y aumentaba el de las segundas. En una palabra, con lo que vendíamos al exterior podíamos comprar menos.

El desarrollo industrial fue también impulsado por medio de abundantes créditos. El Banco Industrial de la República Argentina era el encargado de otorgarlos a los industriales. Surgieron así nuevas fábricas en distintos puntos del país y en otros crecieron o se modernizaron. Sin embargo, no hubo un plan orgánico de créditos y muchas veces se distribuyeron sin equidad.

Durante la década peronista se impulsaron obras públicas: se edificaron nuevos hospitales, viciendas para obreros y empleados, etc., cubriendo necesidades por largo tiempo insatisfechas. Se descuidó en cambio la construcción de caminos y de grandes represas, que hubieran permitido un desarrollo posterior más armónico de la economía nacional.

También se crearon muchas escuelas primarias y secundarias; se impulsó la capacitación técnica de los obreros con la creación de la Universidad Obrera, hoy Universidad Tecnológica. En general, se favoreció un mayor acceso de las clases populares a la educación. Sin embargo, como no funcionaron los organismos de control - Consejo Nacional de Educación y asociaciones de maestros - algunas veces ingresó a la docencia un personal no muy competente. En cambio se alejó a otros por tener ideas políticas diferentes a las aceptadas por el gobierno. También se mantuvo la enseñanza religiosa ( hasta principios de 1955 ) y no se intentó modernizar los planes de estudio, que estaban ya envejecidos. Muchos profesores abandonaron las cátedras universitarias porque se negaron a aceptar la adhesión al gobierno.

Los errores económicos del gobierno, unidos a la desfavorable situación del comercio con el exterior, le crearon en los últimos años no solamente una difícil situación económica sino también una difícil situación política, puesto que el país comenzó a carecer del dinero necesario para mantener al mismo tiempo un alto nivel de vida y un alto nivel de desarrollo. Frente a esto, el Presidente no apeló a la clase trabajadora que era la base de su poder y que lo seguía apoyando como lo demostraban las concentraciones en los festejos del 17 de octubre y 1º de mayo, tanto como el número de votos que obtuvo en su reelección. Inauguró entonces una política económica que estaba más acorde con los intereses de las clases poseedoras que con aquella con la cual iniciara su gobierno. Por otra parte, la Confederación General del Trabajo ( CGT ) no encontró en sí misma las energías necesarias para actuar con dinamismo y efectividad ante esas medidas. Estos hechos dieron impulso a la oposición y contribuyeron a crear las condiciones que desembocaron en el derrocamiento de Perón.

Otros actos de gobierno dieron lugar al ataque de la oposición: las negociaciones con los monopolios internacionales del petróleo para la explotación de nuestros yacimientos; la creciente represión de los movimientos estudiantiles y la de algunos movimientos sindicales disidentes o rebeldes. El núcleo principal de oposición al peronismo - el que siempre hizo notar sus errores y se opuso a sus aciertos - fue el grupo oligárquico que, en sociedad con los intereses extranjeros dominaba la economía argentina. Este grupo acentuó su acción en los últimos tiempos del gobierno de Perón.

En 1952 Juan Domingo Perón había sido reelegido para la presidencia de la Nación. Esta reelección fue posible por la reforma de la Constitución de 1853 que se hizo en 1949. Durante su segunda presidencia se acentuaron los problemas económicos. Por eso creció la acción de los opositores al peronismo. En 1955 las autoridades de la Iglesia Católica se sumaron a la oposición. El 11 de junio se hizo la procesión de Corpus Christi: fue la primera manifestación pública de peso en repudio al gobierno. Las autoridades acusaron a los manifestantes de haber quemado - frente al Congreso de la Nación - la bandera nacional. Cinco días más tarde, el 16 de junio, se sublevaron fuerzas de la Marina y de la Aeronáutica. Los aviones navales bombardearon y ametrallaron la Plaza de Mayo y sus alrededores provocando centenares de muertos y heridos. Este hecho insólito se producía por primera vez en nuestro país. El Ejército no se plegó al movimiento y la revolución fracasó. Por la noche, grupos de vándalos saquearon e incendiaron algunos templos de la ciudad de Buenos Aires. El presidente Perón llamó luego a la conciliación de los partidos políticos y les ofreció espacios en las radios del país, posibilidad que hasta ese momento les había sido vedada. Los partidos políticos usaron este medio de comunicación con el pueblo de la Nación para denunciar una vez más al gobierno peronista. Uno de ellos, Arturo Frondizi, explicó su programa de gobierno como si estuviera a punto de tomar el poder y dando así por supuesto que la caída de Perón era un hecho.

Ante el fracaso de la conciliación, el Presidente trató de aprestar a sus partidarios para la lucha. El 31 de agosto se produjo una enorme concentración peronista en Plaza de Mayo. En ella, Perón ofreció su renuncia, pero los miles de manifestantes presentes se opusieron. Perón prometió entonces continuar en el cargo y agregó : " Hemos ofrecido la paz. No la han querido. Ahora hemos de ofrecerles la lucha y ellos saben que cuando nosotros nos decidimos a luchar, luchamos hasta el final ". Pero el Ejército estaba dividido, la Marina y la Aeronáutica totalmente decididas a derrocar al gobierno y a los peronistas - la CGT y el Partido Peronista - imposibilitados para actuar. Porque para enfrentar a los opositores, necesitaban que se les entregara armas y se organizara su lucha. Por otra parte, los militares leales al gobierno se oponían a que se armara al pueblo y Perón no se decidió a hacerlo a pesar de que muchos dirigentes obreros lo exigían. La lucha por derrocar a Perón duró cinco días. Desde el 16 de setiembre hasta el 21; la Marina dominó el litoral marítimo y amenazó con bombardear a Buenos Aires desde el Río de la Plata. El general Eduardo Lonardi se sublevó en Córdoba y luchó contra tropas leales al gobierno. En Buenos Aires la lucha fue breve: Perón presentó un renunciamiento y partió hacia el exilio. La Revolución Libertadora - tal fue el nombre que le dieron los jefes militares revolucionarios y los grupos civiles que en ella actuaron - había triunfado.

El 23 de setiembre de 1955 la Plaza de Mayo fue el centro de reunión de una multitud que aclamaba al nuevo Presidente, el general Eduardo Lonardi. Sin embargo, una gran masa de la población permacería fiel al peronismo.

Capítulo aparte merece Evita.

En 1945 actúa junto al coronel Perón una joven mujer, Eva Duarte, que pocos días después del 17 de octubre de 1945 se convertiría en su esposa.

Eva Perón inauguró una actitud inédita en nuestro país, sobre todo por provenir de una mujer. Será precisamente bajo su impulso que, en setiembre de 1947, se acuerdan por ley los derechos políticos a todas las mujeres argentinas. Eva Perón trabajó activamente al frente del Partido Peronista Femenino, así como también en la Fundación de Ayuda Social, que llevó su nombre. Esta Fundación - dotada de recursos otorgados por el Gobierno y por particulares - se dedicó a construir hogares - escuelas y a proporcionar ayuda a las clases humildes, especialmente a los niños y a los ancianos. Tal ayuda llegó muy hondo en el sentimiento popular, así como sus discursos, en los cuales volcaba su amor hacia los " descamisados " y su disgusto ante las clases altas, los " oligarcas ". Su acercamiento a las organizaciones obreras la llevó a ocuparse también - desde las oficinas de la Secretaría de Trabajo y Previsión - de todos los problemas laborales, como intermediaria directa entre el Presidente y los obreros. La CGT la propuso como candidata a Vicepresidente en la renovación presidencial de 1952. Pero el veto de los jefes militares lo impidió. Su actividad siguió siendo infatigable y sostuvo su celo por la causa peronista sin claudicaciones, en medio de una dolorosa enfermedad incurable. Su capacidad de comunicación y de representación de las masas populares se probó una vez más cuando, en julio de 1952, su muerte fue sentida por miles de mujeres y hombres, que no necesitaron del aparato de duelo oficial para expresar su pesar. Por eso, quizás, su figura - ensalzada con los nombres de " Dama de la Esperanza ", o " Jefa Espiritual de la Nación " - fue y será siempre para el pueblo Evita.

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De Horacio Gualdieri, periodista, escritor, pastor metodista, en el trabajo bibliográfico Gobierno e Iglesia ( 1946 - 1955 ), editorial CEAL ( Centro Editor de América Latina ), Buenos Aires, con numerosas imágenes, año 1972:

El sacerdote Hernán Benítez, asesor de la Fundación Eva Perón y confesor de Evita expresó que:

" El más fuerte lazo social es la religión. El justicialismo sólo tiene asiento en un medio cristiano. La descristianización del pueblo barrería con el justicialismo o lo metería en una estética sin la mejor trascendencia ".

En 1950, con la llegada del " Año Santo ", proclamada por el Papa Pío XII ( 1876 - 1958 ), el presidente Juan Domingo Perón se dirigió al Pontífice solicitando " en nombre de todo el pueblo argentino que se dicte el dogma de la " Asunción de la Virgen " en ese año Mariano ". Los archivos del Vaticano no registran ningún otro pedido semejante de un jefe de Estado.

Por su parte, Antonio Caggiano ( 1889 - 1979 ), obispo de Rosario en 1934 y cardenal primado en 1946, había firmado un documento, un mensaje para la Juventud del año 2050, que fue guardado en una urna y colocado bajo tierra para ser leído por las futuras generaciones, en la ciudad de Rosario, Santa Fe. En ese documento se destaca la personalidad y la obra benéfica y social de Evita.

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De Víctor Mariano Sonego, profesor de Historia Social Argentina en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, periodista, miembro de la Acción Católica Argentina, escritor, autor del interesantísimo trabajo titulado " Las dos Argentinas - Pistas para una lectura crítica de nuestra historia ", ediciones Don Bosco, Buenos Aires, 431 páginas, año 1983:

A la muerte de Evita comenzó un proceso de burocratización del régimen peronista y la veloz pérdida de su empuje revolucionario. Se acentuó la búsqueda de la realización de un modelo corporativo que se traducía en la sucesiva agrupación de los principales sectores sociales en confederaciones que impedían todo otro nucleamiento al margen de las mismas.

A la CGT se fueron agregando la Confederación General Económica ( CGE ), la Confederación General Universitaria ( CGU ). Es decir, obreros, empresarios, profesionales, y universitarios quedaban encerrados en una red de organizaciones que controlaba de hecho el gobierno peronista a través de las conducciones de dichas confederaciones que le eran firmemente adictas.

Prácticamente la Iglesia era la única institución independiente al sistema desarrollado por el gobierno. Justamente fue la Iglesia la que a través de su propia organización dio respuesta a la creciente corporización de la sociedad. Así se multiplicaron las asociaciones de profesionales católicos, universitarios católicos, empresarios católicos, ateneos universitarios, etc.

Entre los errores políticos más serios cometidos por el gobierno figura, sin duda, el enfrentamiento con la Iglesia Católica. Este señala el comienzo del fin del gobierno peronista.

Armando Méndez San Martín. Lo que más alarmó a la Iglesia fue la actitud anticatólica del ministro de Educación, Dr. Armando Méndez San Martín, notorio ateo, enemigo de la Iglesia, quien buscó minimizar la influencia de la misma en el área educativa. Al servicio de tal fin organizó la Unión de Estudiantes Secundarios ( UES ) en sus dos ramas, mujeres y varones, brindando a los estudiantes que adherían a las mismas una serie de beneficios, tales como instalaciones deportivas para la práctica gratuita de deportes y vacaciones. La rama femenina funcionaba en la quinta presidencial de Olivos.

Perón comenzó a dedicar muchas horas a " compartir con la juventud mi propia mesa familiar y mi descanso ", como dijo. Estas actividades, por cierto no muy acordes con la investidura presidencial y con el liderazgo de un formidable movimiento popular, ponen de manifiesto cierto reblandecimiento en su actitud de lucha a la cual no era ajeno, seguramente, la ausencia de Evita. Nadie puede imaginar en vida de Evita a Perón paseando por las calles de la ciudad en motoneta, cubierto con un gorrito deportivo y acompañado por un enjambre de jóvenes motonetistas.

A su creación de la UES, Méndez San Martín agregó un abierto ataque a la influencia de la Iglesia en la educación, comenzando por abolir la Dirección e Inspección de la Educación Religiosa en el ministerio a su cargo. Continuó denunciando a las escuelas católicas por mal uso de los subsidios públicos, los cuales suspendió, y terminando por abolir la enseñanza religiosa en las escuelas, que había sido implantada por el gobierno de la revolución de 1943, puesta como plataforma electoral en 1946 y convertida en ley por el Congreso de la Nación en los comienzos de la primera presidencia de Perón.

La UES constituyó sólo el primer paso de un proyecto mucho más ambicioso: la creación de la Liga Estudiantil Argentina, compleja entidad que buscaba agrupar a todos los estudiantes secundarios del país sobre la base de la actividad deportiva. Se crearon miles de clubes en todo el país a fin de captar unos 4.000.000 de chicas y chicos de los 12 años en adelante. Este proyecto se puso en marcha con el Congreso organizado por la UES, en sus dos ramas, a cuya clausura - el 18 de noviembre de 1954 - asistió Perón y pronunció un discurso donde se refería extensamente a los objetivos y métodos a emplear para la implementación de la Liga.

Evidentemente la Iglesia no podía permanecer impasible frente a un avance tal sobre un campo que había sido siempre prioritario para ella y en el cual su influencia corría serio riesgo de ser casi totalmente neutralizada.

Otro elemento que enrareció las relaciones con el gobierno fue la creación del Partido Demócrata Cristiano, en el que Perón vio la mano de la Iglesia tratando de instrumentar una nueva realidad política opositora.

El Partido Demócrata Cristiano fue creado del 9 al 11 de julio de 1954, en la ciudad de Rosario. La reunión fue clandestina, pues la policía, enterada buscaba detener a los asistentes. Su Junta Promotora Nacional estuvo integrada por Juan Lewis, Carlos Llambí, Manuel Ordóñez, Salvador Busacca y Juan Torres Bas. Las ideas demócratas cristianas tenían larga data en el país y se pueden rastrear en los albores de nuestra nacionalidad, siendo posible afirmar que están en el sustrato cultural de nuestro ser nacional. Sus principios fundamentales de democracia como forma de gobierno, basada en el derecho natural y en el origen popular de la autoridad, opuesta a las doctrinas del origen divino del poder real, arrancan de las obras del jesuíta Francisco Suárez ( 1548 - 1617 ). El momento elegido para su fundación no resulta, por cierto, el más feliz, ya que la tensa situación política existente en el país lo hace aparecer tomando posición contra el gobierno peronista, producto de ello de que todos los grupos que participaron en su fundación estaban enrolados en la oposición, predominando netamente los sectores provenientes del ala liberal del catolicismo. Su nacimiento fue un elemento catalizador del enfrentamiento del gobierno peronista con la Iglesia, ya que Perón vio en él un intento de la Iglesia de oponérsele políticamente, a lo cual le dio gran importancia como lo demuestra su discurso del 10 de noviembre de 1954. .

Alberto Teisaire. El contralmirante Teisaire, que además de vicepresidente de la Nación era titular del Consejo Superior Peronista, apoyó decididamente la acción anticatólica y aparentemente la promovió. El historiador Robert Potash, en su libro El Ejército y la política en la Argentina, editorial Sudamericana, trae testimonios del ministro Alfredo Gómez Morales según el cual Teisaire inducía a Perón a esta acción contra la Iglesia menospreciando los riesgos de la misma.

Teisaire, apenas estallado el conflicto, procuró eleiminar la presencia católica en el seno del partido. A tal efecto, el 17 de noviembre de 1954 el Consejo Superior Peronista, que presidía, sacó una resolución firmada por él en la cual incitaba a todo peronista a " denunciar a cualquier persona o entidad que por su conducta se convirtiera en motivo de perturbación pública ", y además exigía que se vigilase " las actividades de todos aquellos elementos clericales infiltrados que por su posición agresiva aparezcan como enemigos y en particular a los infiltrados en nuestro partido ".

ángel Borlenghi. Un tercer integrante del gabinete, el ministro del Interior ángel Borlenghi, aparece ligado también a esta acción contra la Iglesia. Aunque el mismo Gómez Morales testimonia los temores de éste sobre el riesgo que implicaba contrariar las convicciones religiosas populares. Borlenghi - único ministro que acompañó a Perón durante los dos gobiernos y sólo renunció meses antes de su caída - aparece claramente comprometido en la conjura contra la Iglesia.

Estuvo involucrado en el sonado asunto de la quema de la bandera argentina, durante la manifestación que siguió a la procesión de Corpus Christi del 11 de junio de 1955 y que se endilgó a los manifestantes, habiéndolo realizado, según se comprobó, la policía que dependía de él.

La Iglesia trató a través de discretas gestiones de frenar este irracional accionar que venía a romper un alianza tácita que arrancaba desde el momento en que el coronel Juan Domingo Perón peleaba el poder antes de las elecciones de 1946. Igualmente trató de influir para cambiar la conducta poco regular del Presidente con las jóvenes de la UES.

Todo fue en vano, la influencia de estos personajes, Méndez San Martín, Teisaire y Borlenghi, resultó más poderosa y el 10 de noviembre de 1954, durante una conferencia de gobernadores, Perón hizo público el conflicto haciendo alusión ante aquéllos a ciertas actividades de grupos políticos que estarían agitando al estudiantado y a la acción de organizaciones católicas que provocaban inquietudes en los gremios y en las confederaciones económicas y de profesionales universitarios, inquietudes que son " provocadas - dice - precisamente por la intromisión de algunos hombres del clero ".

Sostiene que con la Iglesia no hay problemas, pues sus autoridades le han dicho que quienes actuaban así lo hacían en forma individual y no respondían a directivas de la jerarquía. En el mismo discurso menciona a tres obispos y a algunos sacerdotes como culpables de estas actividades.

De ahí en más fue como una bola de nieve que crecía incontenible, a pesar de los esfuerzos de la Iglesia y de algunos sectores del gobierno para detener esta escalada de ataques.

Pero todo resulta inútil. En un acto en el estadio Luna Park, el 25 de noviembre de 1954, llueven los denuestos contra la Iglesia y miembros del clero. El mismo Teisaire se refiere burlonamente a ella, acusándola de ingrata.

El 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, una multitud desbordó la Catedral Metropolitana de Buenos Aires y cubrió gran parte de la Plaza de Mayo en un acto en donde lo religioso fue desplazado por lo político, ya que aparecieron por primera vez en los actos religiosos católicos conocidas figuras políticas, para las cuales hacer correctamente la señal de la cruz podía significar un problema más difícil de resolver que leer un jeroglífico egipcio.

El gobierno intensificó las críticas a la Iglesia en una actitud que parecía quebrar todos los puentes para impedir cualquier solución. Así de improviso y como agregado a otros temas se introdujo en el Congreso de la Nación un proyecto de ley que estableció el divorcio.

Tan trascendente tema - que no había logrado prosperar a pesar de los intentos del liberalismo laicista - fue aprobado en pocos minutos. La ley 14.394 que lo incluía fue refrendada el 22 de diciembre por el Poder Ejecutivo, a pesar del pedido de veto hecho por el episcopado. Paralelamente se autorizó la apertura de los prostíbulos en todo el país por medio de un decreto que ponía en manos de los gobernadores tal decisión.

En mayo de 1955, la campaña alcanzó su culminación con una ley que declaraba la necesidad de la reforma de la Constitución para incorporar la separación de la Iglesia del Estado.

El 11 de junio, dos días después de la fecha debida - 9 de junio - se celebró la tradicional procesión de Corpus Christi. Ese día era sábado y eso permitía mayor concurrencia de fieles. El gobierno no autorizó la procesión por las calles, como era costumbre desde siempre. El acto religioso debió realizarse en el interior de la Catedral. La multitud desbordó largamente la capacidad del templo y se desparramó por todo el ámbito de la Plaza de Mayo. Al término del acto religioso se encolumnó en silencio, agitando pañuelos, por la Avda. de Mayo rumbo al Congreso Nacional.

Cuando la cabeza de la manifestación llegaba allí, gran parte de los manifestantes estaban en Plaza de Mayo. Era una columna compacta, que avanzaba lentamente a todo lo ancho de la Avenida de Mayo. En muchos balcones sus ocupantes también agitaban sus pañuelos, era la más grande manifestación opositora al gobierno jamás reunida. No había faltado nadie. Allí estaban todos, desde oligarcas conservadores a marxistas leninistas que de religión lo único que sabían era aquello que les había contado Marx. Nadie se excusó ni tuvo compromisos ese día; los católicos con seguridad estaban en minoría. A la oportunidad la pintan calva y no podía dejarse pasar tal ocasión para manifestarse contra Perón.

El gobierno acusó el golpe respondiendo con la torpe imputación de la quema de una bandera argentina queriendo hacer aparecer a los católicos como ofensores del emblema nacional y de esa forma agitar los sentimientos nacionalistas: pero la verdad es que nadie creyó en la patraña. El 12 de junio, grupos de choque atacaron la Catedral enfrentándose con jóvenes que la defendían. Estos últimos fueron arrestados.

El día 14 de junio se expulsaba del país a los monseñores Manuel Tato y Ramón Novoa, organizadores de la procesión. El 16 de junio, estallaba un sangriento golpe contra el gobierno de Perón. Aprovechando un desfile aéreo que debía realizarse sobre la Casa Rosada, que debía ser presenciado por Perón, se planeó bombardear la Casa de Gobierno con aviones de la Marina y la Fuerza Aérea que participaron del acto. Objetivo: matar a Perón. Mientras tanto, efectivos de la Marina y civiles armados atacarían por tierra la sede gubernamental. Efectivos del Ejército al mismo tiempo se debían sublevar en el litoral, bajo el mando del general León Bengoa.

Las condiciones meteorológicas no fueron propicias para la aviación. Bengoa no recibió el aviso del estallido y estaba en Buenos Aires en lugar de encontrarse en Paraná, sede de su comando. La Marina no coordinó bien sus movimientos. Las que no faltaron a la cita fueron las víctimas, que fueron centenares, mujeres, niños y hombres. Enceguecidos por el odio y la frustración del fracaso, los pilotos, cobardemente ametrallaron a quienes se encontraban en la Plaza y a quienes concurrían a la Plaza, alentados sólo por el amor al líder. A éstas víctimas inocentes del odio fratricida hay que agregar a las indefensas personas que se hallaban presenciando el movimiento aéreo y que fueron alcanzadas por las bombas, lanzadas con la peor puntería imaginable.

Los hechos del 16 de junio de 1955 son un baldón para sus autores, quienes usaron las armas - que les confió la Patria para defenderla de un ataque extranjero - contra civiles desarmados.

A la noche, activistas vandálicos cometían otro acto de cobardía. Ante la indiferencia policial incendiaron la Curia Metropolitana y su valioso archivo colonial y saquearon y quemaron los históricos templos de San Francisco, San Ignacio, Santo Domingo, además de las iglesias de Las Victorias, San Nicolás y La Merced, iglesias de la época hispánica y tradicional. En los barrios no sucedió nada y el pueblo cristiano las defendía.

Las interpretaciones que se han ensayado sobre estos hechos han sido las más variadas y con diversas suposiciones, en algunos casos extravagantes y ridículas. La más plausible explicación pasa por la aceptación de un plan de la masonería internacional, que a través de Teisaire influyó sobre Perón, aprovechando cierto cansancio que él demostraba sentir - y al cual había hecho referencia en sus discursos - agobiado por una tarea enorme en cuya realización encontraba grandes obstáculos y casi ninguna colaboración.

Sus colaboradores sólo servían - salvo honrosas excepciones - para correr la maratón de las adulaciones y las obsecuencias.

Ya no estaba Evita atenta y vigilante para impedir cualquier intento de cerco al poder.

Así fue posible la irrupción de estos tres personajes, Teisaire, Borlenghi y Méndez San Martín, totalmente oscuros en época de Evita, y que a su muerte irrumpen, cercando al líder cansado que siente la soledad del poder y cuya voluntad empieza a flaquear. Sólo a un Perón claudicante puede uno imaginárselo aceptando un plan de este tipo, cuyo fino olfato político le tenía que advertir sobre sus enormes riesgos.

De estos tres personajes, dos participan de la conjura anticatólica, previsiblemente por razones de odio a la Iglesia. Méndez San Martín, ateo, y Borlenghi, antiguo dirigente sindical socialista. Ambos presentan claros antecedentes para justificar su animadversión hacia la Iglesia.

Teisaire, como masón que era, parece ser la cabeza de la conjura. Lo cual resulta ratificado por su actitud a la caída de Perón, cuando se presentó por radio y televisión queriendo salvar su responsabilidad en todos los hechos que desembocan en el golpe militar de setiembre de 1955, acusando a Perón de desequilibrado. Ante tamaña traición, no es difícil encontrar el hilo conductor entre el ataque a la Iglesia y el accionar de la masonería en la búsqueda de tres objetivos:

a) Voltear al gobierno.

b) Reemplazarlo por un gobierno que devolviera a la Argentina su condición de país dependiente.

c) Culpar a la Iglesia de instigadora y ejecutora de la caída de Perón, con lo cual quedaría enajenada la adhesión del pueblo con que siempre contó, fundamentalmente a través de la conciencia cristiana enraizada en las masas populares.

Esto último aparece como el objetivo básico del plan.

Los dos primeros objetivos se cumplieron, pero el fundamental no.

La quema de las iglesias fue algo tan brutal, algo que impactó tanto en la conciencia del pueblo, algo que lo llenó de tristeza y horror, que impidió que el objetivo de la masonería se cumpliese.

El pueblo peronista no quemó las iglesias. Las imágenes destrozadas y quemadas no fueron su obra. No, el pueblo peronista no quemó las iglesias, porque sabía que allí siempre encontró el refugio para su dolor y esperanza ante la injusticia.

Después de los hechos del 16 de junio parecía imposible que el gobierno pudiera seguir en el poder mucho tiempo más. El bombardeo de la mañana con sus centenares de víctimas y la quema de las iglesias por la noche crearon un estado de pre - guerra civil que se palpaba en el aire.

Perón trató de pacificar el país, llamó a la conciliación, proclamó que " la revolución peronista había terminado ". Craso error, el movimiento peronista no podía renunciar a su esencia revolucionaria cuando aún había un proceso de cambio inconcluso. Había que rectificar rumbos, cambiar hombres y actitudes, pero sin abandonar la mística revolucionaria que implicaba una movilización popular permanente. Había aún mucho por hacer hasta consolidar la Argentina nacional; los liberales estaban al acecho con sus fuerzas intactas listas para retornar vencedoras y destruir lo realizado, imponiendo nuevamente su modelo dependiente.

El gobierno abrió la radio a la oposición, se escucharon brillantes discursos y de los otros. Nadie quería entender lo de la pacificación y desarme de la espíritus, por el contrario veían al caudillo popular debilitado, vacilante, y embestían para derribarlo. La oligarquía multiplicó sus esfuerzos. Rumores, chismes, panfletos, presiones psicológicas y morales sobre los militares, encendida defensa de la religión, etc. Todo valía para la Argentina liberal en pos de lograr su objetivo tanto tiempo esperado: derrocar a Perón.

Era imposible todo entendimiento, Perón hablaba de pacificación, los opositores de su derrocamiento.

El 31 de agosto de 1955 Perón anunció su propósito de renunciar, en nota elevada a las tres ramas del movimiento peronista. La CGT convocó a una reunión en la Plaza de Mayo y a la huelga general hasta lograr desistiera de tal actitud.

A la tarde le hablaba Perón al pueblo y pronunciaba aquellas terribles y desafortunadas palabras que habrían de sellar su caída: " Con nuestra tolerancia exagerada, nos hemos ganado el derecho a reprimirlos violentamente. Y desde ya establecemos como una conducta permanente para nuestro movimiento: aquel que en cualquier lugar intente alterar el orden en contra de las autoridades constituidas, o en contra de la ley o de la Constitución, puede ser muerto por cualquier argentino ... La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar a una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de ellos ".

Este Perón era irreconocible, un hombre exasperado, desconcertado, que parecía aconsejado por sus enemigos ya que cada paso que daba era en favor de éstos y aumentaba su debilidad y aislamiento.

A la cero hora del 16 de setiembre estallaba el complot militar, luego autotitulado Revolución Libertadora, o mejor dicho Libertadura, como el pueblo con acertado gracejo la bautizó.

Su jefe, el general Eduardo Lonardi, tenía como primer objetivo la Escuela de Artillería en Córdoba que tomó a punta de pistola. Apoyado por grupos de civiles y por la aeronáutica local, luego de obtener la rendición de la Escuela de Infantería, se hizo dueño de Córdoba. A él se sumó el general Dalmiro Videla Balaguer, medalla de lealtad peronista.

La Marina también se subleva, la conjura quedó a cargo de oficiales, faltaba el jefe naval que asumiera el mando. Como no había otro, lo nombraron al contralmirante Isaac Rojas, quien con anterioridad también había andado a los abrazos con los hombres del gobierno peronista. Así, un poco al azar, se convirtió en jefe de los marinos rebeldes.

El general Pedro Eugenio Aramburu quiso sublevar a la guarnición de Curuzú Cuatiá, en la provincia de Corrientes, pero lo derrotan los suboficiales y logra salvarse saltando por una ventana.

La revolución no anda muy bien. Córdoba comienza a ser rodeada por tropas leales, igual que Puerto Belgrano. Es sólo cuestión de días y el golpe sería derrotado. La Marina de Guerra ataca depósitos de petróleo en Mar del Plata; en dicha acción - más estratégica que heroica - por lo menos demostraron mejor puntería que los aviadores que bombardearon la Casa de Gobierno el 16 de junio.

Más confiados en su eficacia, ahora Rojas amenaza con bombardear Dock Sud y la refinería de La Plata.

En forma sorpresiva, siéndole militarmente la situación favorable, Perón envía una nota al ministro del Ejército, general Franklin Lucero, en la cual ofrece trasladar al Ejército su mando a fin de llegar a un acuerdo. Se forma una Junta Militar con oficiales superiores para negociar con los rebeldes. Es el 19 de setiembre de 1955. La Junta Militar discute si es o no una renuncia. Convenía considerarla una renuncia, así se terminaba el conflicto. Los generales aceptaron " la renuncia " que Perón nunca presentó, así que lo que mejor podía era irse antes que llegaran los liberales. Es lo que hizo. Primero fue la embajada del Paraguay, luego la cañonera surta en el puerto, y por último el comienzo de un exilio de 18 años.

En la ambigua carta elevada al ministro de Guerra, Perón hace alusión al precio demasiado cruento a pagar por aplastar el levantamiento. Sus críticos lo acusan de cobarde, ¿ de qué no lo acusan ? Es evidente que en medio de las pasiones y emociones que envolvían a la sociedad argentina, aun con la posible derrota del golpe militar, la situación no se iba a encauzar. Por el contrario, se haría más violenta. Por otra parte, el Ejército le iba a pasar una gruesa factura por haber salvado al gobierno. Así no iba a poder seguir gobernando. Los únicos realmente fieles eran sus descamisados y el único armamento de ellos era el voto. Pero cuando hablan los cañones y las ametralladoras los votos callan.

Así, solo, traicionado y aparentemente vencido, Perón abandonó el país.

El " gorilaje " rugía en las calles de Buenos Aires, no sabía, ni siquiera imaginaba, que había hecho nacer el mito popular más grande la historia argentina.

Pensaron que, nuevamente, como después de la batalla de Caseros, el líder popular se iría al exilio y abandonaría a su pueblo. Se equivocaron. Perón siguió luchando desde el exilio, y con más éxito cuanto más lejos y más tiempo pasaba. A su favor tendría la acción de gobierno de los liberales y la lealtad cada día más fuerte de sus descamisados y de los hijos de éstos.

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De Biografías de personajes y sus obras, tomo 3, editorial Cultural S.A., Madrid, España, excelente material bibliográfico con redacción y documentación de María Luisa Méndez, licenciada en Biología; Tomás del Rey, licenciado en Historia; Rafael Mínguez Fernández, licenciado en Lengua y Literatura, e importante equipo de intelectuales y profesionales, impreso en EGEDSA ( Especialidades Gráficas Editoriales Sociedad Anónima ), Barcelona, profusamente ilustrado, 284 páginas, año 2001:

Juan Domingo Perón. Militar y político de la República Argentina, fundador del movimiento político de principios nacionalistas y populistas denominado peronismo, nació en Lobos el 7 de octubre de 1895 y falleció en Buenos Aires el 1º de julio de 1974.

Parte de su infancia transcurrió en el sur patagónico donde se había instalado su familia.

Enviado a Buenos Aires, ingresó como pupilo en el Colegio Internacional Politécnico de Olivos.

En 1911 inició sus estudios en el Colegio Militar, de donde egresó como subteniente de infantería dos años más tarde. Sus destinos militares fueron el Regimiento 12 de Infantería ( con asiento en Paraná ) y luego el Arsenal de Guerra de Buenos Aires. Posteriormente completó su formación en la escuela Superior de Guerra donde en 1930 se desempeñó como profesor de Historia Militar. Había escrito, en esa época, su primer libro El frente oriental de la guerra mundial en 1914 ( 1931 ), al que le siguieron: Estudios estratégicos ( 1932 ); Apuntes de historia militar - Teoría ( 1933 ); Guerra ruso - japonesa ( 1934 ), y Las operaciones militares en 1870 ( 1935 ), esta última escrita en colaboración con el coronel Enrique Rottjer. En 1935 comenzó a publicar su Toponimia patagónica de etimología araucana, resultante de sus viajes por tierras patagónicas. En 1936 viajó a Chile para desempeñarse como agregado militar de la Embajada Argentina y a fines de ese mismo año fue ascendido a teniente coronel. Dos años más tarde, regresó al país destinado al Estado Mayor del Ejército, División II de Operaciones. Simultáneamente se le designó profesor en la Escuela de Guerra Naval y sufrió la pérdida de su esposa Aurelia Tizón. En 1939 viajó a Europa a cumplir con la misión de informarse sobre la orientación y los sucesos de la política internacional, por orden del ministro de Guerra. La Segunda Guerra Mundial lo sorprendió cumpliendo su deber en Italia. Visitó además, España, Francia, Alemania y Portugal, regresando a Argentina en 1941 habiendo adquirido una valiosa experiencia sobre el proceso social y político europeo. Al año siguiente fue promovido al grado de coronel y enviado a Mendoza como director del Centro de Instrucción de Montaña. No permaneció mucho en esa provincia y, a su regreso, comenzó a organizar la logia militar denominada G.O.U. ( Grupo de Oficiales Unidos ), sigla que luego designó al Grupo de Organización y Unificación, comando creado por Perón que después de la revolución del año 1943 pasó a llamarse Grupo Obra de Unificación. El G.O.U. se caracterizó por ser un grupo neutralista, antijustista y eminentemente nacionalista. Su eficiencia lo convirtió en jefe virtual de la logia pero también le granjeó algunos enemigos entre sus mismos camaradas del G.O.U., celosos de su dinamismo. Durante su gestión creó la Secretaría de Trabajo y Previsión y fue des¡gnado titular del nuevo organismo. Al asumir sus funciones explicó la filosofía en la que se basaría su accionar, orientada fundamentalmente a defender al trabajador mejorando sus condiciones de vida y trabajo. Como hechos concretos, propició la agremiación en aquellas ramas donde no existía, como en la industria química, electricidad y el tabaco y atrajo a los sindicatos existentes. A su alrededor comenzó a crecer un nuevo sindicalismo. Al asumir el general Edelmiro Farrell la presidencia, en febrero de 1944, colocó a Perón frente al ministerio de Guerra y en junio del mismo año lo designó vicepresidente de la Nación. Durante esta gestión, reteniendo sus otros cargos, condujo con dinamismo la política social, hizo cumplir las leyes obreras que no se observaban, impulsó la sanción del Estatuto del Peón y de la ley de jubilaciones y alentó una relación armónica entre el capital y el trabajo. Ciertos sectores sociales, políticos y culturales, acusaban de nazifascista a este hombre que había logrado rodearse de un fervor popular que comenzó a manifestarse en el año 1945. Para esta fecha el malestar y la resistencia contra él habían llegado hasta el Ejército. El 9 de octubre la guarnición de Campo de Mayo exigió su alejamiento del Gobierno a lo que respondió con su renuncia y con su solicitud de retiro. El día 12 de octubre fue apresado y conducido a la isla Martín García. Sus enemigos, con esta actitud desataron una fuerza que no pudieron contener, ya que el cariño por el hombre que había beneficiado a los humildes se convertió en idolatría. En la mañana del 17 de octubre de 1945, grupos de obreros de Lanús, Avellaneda, Bánfield, Gerli, Quilmes, Berisso y Ensenada, comenzaron a movilizarse como así otras ciudades del interior, Tucumán y Córdoba entre ellas. Los trabajadores exigían la liberación de Perón y el Gobierno tuvo que acceder. En el año 1946 triunfó en las elecciones nacionales, fue reincorporado al Ejército con el grado de general de brigada y asumió la presidencia del país en medio de la alegría popular. Su gobierno se caracterizó por ser particularmente industrialista y de hondo contenido social. Durante su mandato, creció el número de los establecimientos industriales y mineros, mejoraron los salarios, el Estado intervino en la actividad económica, se construyeron hospitales, viviendas, fábricas, escuelas industriales y comerciales, colonias de vacaciones, hogares para ancianos, se realizó una eficiente labor en el campo de la salud pública y se nacionalizaron los servicios públicos. Eva Perón ( su esposa ) fue una eficiente colaboradora y al frente de la fundación que llevaba su nombre, realizó importantes e incansables tareas en favor de los más necesitados.

María Eva Duarte de Perón, Evita. Reformadora social y líder argentina, nació el 7 de mayo de 1919 en Los Toldos y falleció en Buenos Aires el 26 de julio de 1952.

Hija de Juana Ibarguren y Juan Duarte, creció en un ambiente muy humilde, llegando a Buenos Aires a los dieciséis años, donde obtuvo algunos pocos e irrelevantes papeles como actriz de radioteatro y cine. Se casó con el coronel Juan Domingo Perón en 1945, convirtiéndose en la más carismática figura política femenina de su país. Encarcelado su esposo, participó en el accionar que culminó en la ocupación de Buenos Aires por los descamisados y la liberación de su esposo Perón.

Durante el primer período de presidencia de Perón ( 1946 - 1952 ) Eva Perón ejerció extraoficialmente las funciones de una verdadera ministra de Sanidad y Ayuda Social, creando una ciudad infantil y una fundación, a la que dio su nombre, desde donde asistía a los necesitados de Argentina y del exterior. En 1949 creó el Partido Peronista Femenino y trabajó por la obtención del voto para la mujer argentina. En 1951 figuró como candidata a la vicepresidencia de la Nación en la candidatura encabezada por su esposo, pero retiró su nombre debido a razones de salud, una dolorosa y cruel enfermedad, y también por la oposición del Ejército. Murió el 26 de julio de 1952 a causa de un cáncer, provocando su muerte la crisis del régimen de Perón, que fue derrocado por el golpe militar de 1955. El cadáver de Evita fue secuestrado y sepultado secretamente en Milán, Italia. En 1971 fue entregado a Perón, que estaba exiliado en Madrid, España. En 1974 el cuerpo de Evita fue trasladado a Buenos Aires, Argentina. Evita descansa en el panteón de la Flia. Duarte, en el cementerio de La Recoleta, Buenos Aires.

Nota:

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Perón y su esposa Evita fueron acusados de demagogia por los opositores, que criticaban la intervención excesiva del gobierno peronista en la economía y calificaban de totalitario al régimen de gobierno. Tomaban como argumento a favor, los actos populares y las concentraciones multitudinarias convocadas para acompañar las principales decisiones del Gobierno. Perón fue reelecto en 1952, pero su segundo gobierno estuvo entorpecido por numerosos factores. Los militares se rebelaron y en 1955 se retiró de sus funciones y se asiló en la embajada de Paraguay viajando hacia ese país e iniciando un largo período de exilio. Vivió en Panamá, Venezuela, República Dominicana y finalmente llegó a España donde residió hasta su regreso a la Argentina. Durante todo el tiempo que duró su alejamiento, influyó en forma decisiva sobre el accionar del movimiento peronista e incluso realizó una tentativa de regreso en el año 1964, que fue interrumpida por las autoridades brasileñas, en respuesta a un pedido efectuado por el Gobierno argentino. El derrocamiento del presidente Arturo Illia y la política seguida por el gobierno, endurecieron su postura. El presidente Alejandro Lanusse inició tratativas destinadas a lograr una salida para la crisis política que devoraba al país y como parte de ese proyecto, se le restituyeron los restos secuestrados de su esposa Evita. Por su parte, Perón alentó la participación del justicialismo en la agrupación multipartidaria " La hora del pueblo " y se abocó a la tarea de organización de las fuerzas del Frente Justicialista de Liberación ( FREJULI ) con vistas a las elecciones del 11 de marzo de 1973. El triunfo electoral llevó a Héctor Cámpora a la presidencia de la Nación y éste viajó a España para acompañar a Perón en su regreso a la Argentina. Su llegada, el 20 de junio de 1973, estuvo ensombrecida por cruentos enfrentamientos entre facciones peronistas. Cámpora y el vicepresidente Vicente Solano Lima renunciaron para dejar abierto el camino de acceso al poder, en un acto electoral que tuvo el carácter de un plebiscito pues la fórmula integrada por Perón y su esposa obtuvo el 62 % de los votos. Perón accedió por tercera vez a la presidencia de la Nación el 12 de octubre de 1973. Su gobierno no fue tranquilo, recibiendo críticas, incluso, de sectores juveniles de su propio movimiento. Falleció el 1º de julio de 1974 y su muerte dio lugar a una extraordinaria manifestación de tristeza popular.

Juan Domingo Perón fue un auténtico conductor de masas, admirado y querido por vastos sectores de la población. Su figura gravitó sobre treinta años de la historia de la República Argentina y su pensamiento sobrevivió en sus discursos, sus cartas y algunos libros como La fuerza es el derecho de las bestias, La hora de los pueblos, Manual de conducción política y La comunidad organizada.

Textos cortesía de Carlos Vitola Palermo de Rosario, Santa Fe, República Argentina.

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