Juan Domingo Perón en la Enciclopedia Nueva Larousse
Presentamos aquí la visión de Juan Domingo Perón, si lo miramos en la Enciclopedia Nueva Larousse de Plaza & Janes Editores. Barcelona 1981.
Juan Domingo Perón
Militar, político y estadista argentino (Lobos 1895-Buenos Aires 1974).
el “Coronel del Pueblo”
Hacia 1940 se formó una logia militar secreta llamada GOU (Grupo de Oficiales Unidos). Al estilo de las viejas logias independentistas, buscaba agrupar a los oficiales que coincidían en la necesidad de adoptar determinado tipo de medidas para lograr el desarrollo económico y la estabilidad social de la Argentina. Aquellos militares ponían énfasis en los efectos distorsionadores del capital extranjero en la economía nacional, y bregaban por un desarrollo capitalista autónomo, basado en la consolidación de la burguesía nacional y el desarrollo de la clase obrera argentina. Al mismo tiempo anticomunista y antinorteamericano, el GOU, en los años de la Segunda Guerra Mundial definió simpatías pro nazis y bregó por la neutralidad argentina en el conflicto.
De entre estos militares destacó rápidamente la figura de Juan Domingo Perón. Su cultura política, su verbo fácil, su extraordinaria simpatía personal y su lenguaje chauvinista y patriotero le hicieron ganar enorme prestigio entre algunos grupos de militares jóvenes, que comenzaron ya a mirarlo como un líder; pero le granjearon la antipatía y la desconfianza de los altos mandos, que veían con malos ojos las veleidades caudillescas del joven coronel y le acusaban tanto de extremismo pro nazi como de simpatías izquierdistas.
En 1943, la confusa situación del país culminó con un golpe militar encabezado por el general Edelmiro Farrell. Este golpe estaba apoyado por el GOU y pronto se le identificó como ultraderechista pro Eje. Pero la figura clave del pronunciamiento, el coronel Perón, era un hombre demasiado complejo como para admitir cualquier encasillamiento. Nombrado primero presidente del Departamento Nacional del Trabajo, y más tarde ministro de la Guerra y vicepresidente de la república, Perón, actuando con mucha independencia, comenzó a aplicar una línea reformista, en el plano social, que le llevó a ganar rápidamente la simpatía de las masas, un nombre y un prestigio propios y muchos enemigos.
El vicepresidente de la república usaba un lenguaje insólito entre los militares argentinos: atacaba violentamente la “oligarquía ganadera y rural”, como causante de las desigualdades sociales y responsable del atraso económico del país; se pronunciaba en contra del “imperialismo”, y denunciaba las presiones del capital internacional para evitar la adopción de una política económica nacionalista; hablaba de la importancia de la clase obrera, y manejaba, en forma aparentemente paradójica, términos propios de la ultraderecha, como los ataques a la “sinarquía”, término por el que identificaba a los capitalistas judíos. Pero esta verbosidad estaba acompañada de medidas concretas que, efectivamente, afectaban los intereses de las clases dominantes del país y de los inversores extranjeros, mientras favorecían a los trabajadores: leyes contra el despido, limitación de la jornada laboral, jubilaciones. Desde su alto cargo, Perón fomentó la organización de la clase obrera y apoyó la formación de la CGT (Confederación General del Trabajo), central única que se convertiría muy pronto en un elemento decisivo de la vida nacional.
Las reacciones frente a esta política no se hicieron esperar: Estados Unidos rompió relaciones con Argentina (1944), países como Gran Bretaña no reconocían al gobierno, y la derecha liberal del país atacaba a Perón acusándolo de totalitario. Curiosamente, la izquierda clásica -el Partido Comunista, el poderoso Partido Socialista- coreaba estas definiciones, poniendo énfasis en el pro nazismo de Perón; en cambio, las masas trabajadoras se definían cada vez más como “peronistas”.
Pronto demostraría el coronel Perón que era un político tan fino y hábil como el que más; ante la derrota inminente del Eje, el gobierno argentino marcó distancias con sus antiguos amores y terminó declarando la guerra a Alemania, al igual que casi todos los países, americanos. Todavía Argentina fue excluida de la Conferencia Interamericana de México, pero fue luego admitida en la Conferencia de las Naciones Unidas de San Francisco (1945), mientras Estados Unidos reanudaban sus relaciones diplomáticas con el régimen militar. La diplomacia peronista obtenía resultados en el campo internacional. Por otra parte, y en la medida en que crecía la oposición castrense a Perón, éste iba liberando la mano política, permitiendo la reconstrucción de los partidos políticos y promoviendo una apertura democrática en la que su prestigio entre las masas se hiciera notar.
El 9 de octubre de 1945, un golpe interno, encabezado por un grupo de oficiales pro norteamericanos, forzó al presidente Farrell a destituir a Perón y a confinarlo en prisión. Pero el pueblo de Buenos Aires, al enterarse de este hecho, se lanzó a la calle, y se sucedieron las manifestaciones violentas que reclamaban la vuelta de Perón. Finalmente, el 17 de octubre de 1945, los trabajadores peronistas (los “descamisados”, que decía Eva Duarte) marcharon concentrándose en la Plaza de Mayo de Buenos Aires en número incalculable, a quien le ofreció formar gobierno. El líder, sabiéndose fuerte, exigió la deposición de sus enemigos. Se formará entonces un nuevo gobierno, siempre presidido por Farrell, que autorizó el funcionamiento de los partidos políticos y convocó elecciones. El peronismo había triunfado, y el “Coronel del Pueblo” se transformaba en el líder popular más importante de la historia de su país.
la primera presidencia
Las elecciones del 26 de febrero de 1946 se desarrollaron en un clima de gran apasionamiento; la fórmula Tamborini-Mosca, apoyada por una coalición de fuerzas antiperonistas que iban desde los radicales a los comunistas, pasando por los socialistas, tuvo el inoportuno apoyo expreso del embajador norteamericano Braden; entonces el movimiento justicialista, que propugnaba la candidatura de Perón, levantó la consigna “Braden o Perón”, de gran efecto propagandístico. Pese a las grandes movilizaciones de masas, se pensaba en general en una victoria de Tamborini; en cambio, Perón fue electo presidente por amplio margen de votos.
La primera presidencia peronista definió claramente las aristas de su régimen, echó luz sobre su proyecto político, definió los campos entre aliados y enemigos y transformó poderosamente Argentina. El peronismo, a través de su política global, apareció como la expresión política de un pacto social entre la burguesía nacional en expansión y la clase obrera naciente; un común interés de desarrollo nacional, una común oposición a la acción del capital internacional dio coherencia a este pacto. Perón adoptó una política económica fuertemente proteccionista y nacional, que pasó por la nacionalización de algunos sectores básicos de la economía (ferrocarriles, teléfonos, algunos bancos, etc.), aunque sin llegar a definir un esquema socializante. Sobrecargó de impuestos la actividad rural, financiando con estos recursos la expansión industrial por medio de un ambicioso plan quinquenal, en el cual la inversión estatal tenía un papel de gran importancia. Esta política, por supuesto, aumentó su popularidad entre los obreros y trabajadores urbanos, pero le significó el odio de la vieja oligarquía rural argentina.
Desde el punto de vista social, Perón creó uno de los regímenes legales más favorables al trabajador que se conocían en el mundo. La CGT, definida como la “columna vertebral” del movimiento, agrupó masivamente una enfervorizada clase obrera, que aumentaba día a día con la vertiginosa industrialización del país; la emigración del campo a la ciudad determinó que Buenos Aires se llenara de trabajadores de tipo racial indio, los “cabecitas negras”
Desde el punto de vista político, y bajo formas aparentemente democráticas, el peronismo fue una dictadura personalista apoyada en un fuerte respaldo popular. Los enemigos de derecha e izquierda fueron perseguidos, la prensa opositora censurada y silenciada (expropiación del periódico derechista La Prensa) y el movimiento intelectual reprimido. Hubo acusaciones de asesinatos políticos y de práctica de torturas, mientras se iniciaban las primeras murmuraciones sobre la corrupción del propio Perón y sus prohombres.
En el plano internacional, el peronismo siguió una línea de no intervención, neutralista, tercermundista. Fueron notorias sus simpatías por el franquismo en España y por la dictadura del general Stroessner en Paraguay; pero mantuvo asimismo excelentes relaciones con países de otro signo, como México, Brasil y otros.
Las críticas al peronismo arreciaban, pero se estrellaban contra los logros económicos del justicialismo. Sin inflación, en plena expansión industrial, con salarios elevados, leyes sociales avanzadas y una moneda estable, el peronismo dio a Argentina algunos de los días mas felices de su historia. No debe olvidarse, sin embargo, que dicha prosperidad fue en parte consecuencia de las repercusiones favorables de la guerra en la economía agroexportadora argentina y de condiciones internacionales propícias. Los graves problemas básicos del país seguían sin resolverse: mala distribución de la propiedad de la tierra, desarrollo económico desigual, etc.
En 1949, Perón reformó la constitución, llamó a elecciones y fue reelegido ante la oposición radical, encabezada por Balbín y Frondizi; pero el ejército acababa de oponerse radicalmente a la candidatura de Eva Perón a la vicepresidencia, lo que constituía un importante toque de atención. La muerte de la carismática esposa del líder, acaecida en julio de 1952, fue sin duda un fuerte golpe para el justicialismo.
En la década de los cincuenta, Perón se enfrentó a una crisis progresiva que no logró superar. Crecieron los índices de inflación, la expansión industrial se detuvo y se manifestó una cierta agitación social. El cuadro no era grave, pero se vio agudizado por el violento conflicto con la Iglesia; ésta, que en un principio había tenido una actitud de apoyo a Perón, se distanció ante algunos proyectos peronistas (ley de divorcio, separación de la Iglesia y el estado) y comenzó una prédica violentamente contraria al régimen, que determinó por parte de éste una fuerte reacción anticlerical. En la procesión de Corpus Christi de 1955 se produjeron incidentes gravísimos, que culminaron en el asalto e incendio de algunas iglesias por turbas peronistas fanatizadas.
Las veleidades totalitarias del régimen, los problemas económicos y el enfrentamiento con la Iglesia, más las acusaciones de corrupción, fueron creando un clima desfavorable que los enemigos de dentro y de fuera aprovecharon para minar la estabilidad del peronismo. A esto hay que sumar el viraje a la derecha dado por Perón en 1954-1955, años en los que, para salir de la crisis, pactó la explotación del petróleo con una compañía norteamerícana y aprobó una ley de radicación de capitales extranjeros que, en general, se lo miró como una claudicación. En este panorama, se sucedieron los intentos militares de derrocar el gobierno; el general Menéndez se sublevó sin éxito en 1951, y el 16 de junio de 1955 Perón logró abortar un pronunciamiento de la marina. Pero en setiembre del mismo año, estalló una rebelión encabezada por un grupo de oficiales del ejército y la armada, bajo la dirección de los generales Lonardi y Aramburu; la adhesión popular unida a los sectores militares que le eran leales hubiese permitido a Perón ofrecer una resistencia que tal vez habría triunfado; pero, en una decisión que ha sido muy controvertida, el presidente dejó el poder y marchó al exilio.
exilio y regreso
triunfal
Entre 1955 y su regreso en 1973, Perón vivió 18 años de exilio, la mayor parte de los cuales transcurrieron en España. En dicho lapso, el general jamás dejó de actuar como líder del más importante movimiento popular de Argentina, y, a pesar de los esfuerzos de los sucesivos gobiernos por ignorar su peso político y por denostarlo y desprestigiarle, su acción desde el exterior resultó determinante; su apoyo a Frondízi en 1958 y a Illía en 1963 determinó el triunfo de estos candidatos. La acción de la CGT estaba en general determinada por las opiniones de Perón, e incluso en el surgimiento de la guerrilla montonera (a la izquierda, de definición marxista, del peronismo) su opinión resultó importante.
El fracaso de los gobiernos que se sucedieron entre los mencionados años transformó a Perón en una figura mítica y llevó a que grandes sectores de las masas argentinas idealizaran el pasado esplendor peronista, en contraste con la dura realidad del desarrollismo propugnado por casi todos los gobiernos civiles y militares hasta 1972. De tal modo que cuando el general Lanusse, acosado por las crecientes movilizaciones de masas (Córdoba, Mendoza) decidió convocar elecciones, no pudo ya prescindir del peronismo. El caudillo se negó a volver en las condiciones que le fueron impuestas, y el justicialismo fue representado en las elecciones de 1973 por la fórmula Cámpora-Solano Lima, que ganó ampliamente las elecciones de 1973.
El regreso de Perón fue apoteósico y dio lugar a las manifestaciones de júbilo colectivo más grandes de la historia argentina. Pese a los violentos enfrentamientos entre la derecha y los sectores moderados del peronismo con la radicalizada juventud de “montoneros” y a las claras definiciones antimarxistas de Perón, su figura mantuvo un prestigio incólume. Fue así que se exigió la toma de la presidencia por el propio Perón; el presidente Cámpora renunció, y se convocaron nuevas elecciones, en las que Perón fue elegido presidente por abrumadora mayoría. En la resolución de esta crisis influyó sin duda el propio Perón, disconforme con el radicalismo izquierdista del gobierno de Cámpora.
el último gobierno
La última presidencia de Perón tuvo características similares a las anteriores en el plano económico-social, pero no así en el político. Esencialmente, el movimiento siguió propugnando el nacionalismo económico, el intervencionismo estatal y el pacto social (expresado en un documento firmado entre empresarios y trabajadores bajo el período de Campora). Pero en el plano político, el último año del gobierno de Perón se caracterizó por el más absoluto respeto al liberalismo democrático, la política de consenso (consultas permanentes a todos los partidos, inclusive al comunista, que ordenó votarlo), la libertad de expresión y el escrupuloso respeto a las libertades individuales. Lejos de toda reminiscencia totalitaria, el anciano líder aparecía como un buen padre de familia, que conducía un poco desde arriba la marcha del país.
El esquema peronista volvió a funcionar magníficamente, y Argentina vivió nuevamente un período de gran prosperidad; en un marco de estabilidad de precios y expansión, el gobierno se abrió al comercio con todos los paises del mundo, no reconoció el bloqueo a Cuba y se movió con total independencia en el plano internacional. Perón lanzó la consigna de “Argentina potencia”, y se enfrentó directamente a los planes de control de la natalidad al propugnar una meta de 50 000 000 de habitantes para el año 2000. El ministro de Economía Gelbard díagramó, inclusive, un plan de reforma agraria que despertó temores en los viejos latifundistas.
Pese a la violenta ruptura de Perón con el sector juvenil izquierdista del movimiento (1 de mayo de 1974), la figura del carismático lider seguía siendo una prenda de unidad indiscutible; su muerte, acaecida en julio de 1974, determinó el ascenso a la presidencia de su tercera esposa, Maria Estela Martínez de Perón; con el gobierno de ésta, el peronismo perdió totalmente su carácter nacional y popular y fue en creciente desprestigio hasta el golpe del general Videla, en marzo de 1976.
Y este es el espacio que la enciclopedia le dedica a Eva Perón
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